martes, 29 de marzo de 2022

Manifestaciones, paros y huelgas

mallorcadiario.com

 Manifestaciones, paros y huelgas

Las manifestaciones, los paros y las huelgas llevados a cabo por los transportistas parece que han cogido desprevenido al gobierno y también a su potente aparato propagandístico. De manera que han ensayado todo tipo de argucias para combatirlas, desde acusar a los líderes de ultraderecha, de estar al servicio de Putin, de ofrecerles una cantidad de dinero, para doblarla al cabo de unas horas, fijar precios máximos, prohibir despidos, etc.

Trabajar a pérdidas sin poder hacer frente a los gastos familiares no es un plato de gusto. Y sin embargo, es algo que puede suceder en muchos sectores como consecuencia del mal de la inflación, puesto que no todos los precios pueden evolucionar de la misma manera. Es decir, subir precios en determinados sectores puede resultar fácil, mientras que en otros puede ser casi imposible. Además, la reacción del público no siempre es igual, así, por ejemplo, como la energía es un bien fundamental si los precios suben la demanda apenas varía, mientras que si sube el precio de determinados alimentos, como siempre existe la posibilidad de adquirir otros se pueden perder muchos potenciales compradores.

Es lo que tiene la inflación, que destroza el buen funcionamiento del, casí milagroso, sistema de precios. Efectivamente, el sistema de precios libres, con una moneda de valor estable, es verdaderamente mágico al permitir coordinar la acción de miles acciones humanas para que todos podamos tener lo necesario. Los precios son como señales de tráfico que indican que es lo que que la gente quiere y, también, cual es la mejor forma de producirlo para ofrecerlo.

Como afirma Milton Friedman en un breve video que cada año muestro a mis alumnos: “Nadie puede fabricar un simple lápiz”, pues sus componentes (madera de Washington cortada con sierra japonesa de acero coreano, grafito de Sudamérica, goma de borrar seguramente elaborada en la Federación de Malasia que tiempo atrás se dedicó a importar caucho, pintura, pegamento, metal, etc., etc.). Si, para fabricar un simple lápiz hacen falta miles de personas trabajando en muchos lugares diferentes del planeta, sin importar que idioma hablan, la religión que profesan, o cuál es su orientación política. Pues para colaborar lo único que necesitan conocer es el incentivo proporcionado por los precios de los materiales y servicios que requieren, cada uno de ellos, para ofrecer al público un lápiz de un tercio de dólar o euro.

Pues bien, con la inflación los precios dejan de emitir sus benéficas informaciones dificultando, o incluso impidiendo, la coordinación de la labor productiva. Así, la economía productiva cooperativa se acaba sustituyendo por una lucha en la que los colectivos que recompensa solo a los más fuertes o con mayor capacidad de presión con independencia del auténtico valor social de su trabajo.

Transformar la cooperación propia del mercado libre en una lucha entre sectores puede dañar, por lo argumentado, la convivencia social. Algo que se puede agravar si se cede a la tentación populista de los precios máximos. De hecho, no sólo han caído gobiernos e incluso regímenes por el mal de la inflación, sino también imperios.

En las movilizaciones de estos días de los transportistas la última maniobra del Gobierno parece que es crear la confusión necesaria a través de supuestos acuerdos con plataformas y sindicatos afines para difundirlos por sus canales de televisión y otros medios. De nada les servirá, una vez roto el sistema de precios resulta difícil recomponerlo. Con el índice de inflación en ascenso, y con un gobierno que se jacta de incrementar el gasto público por una cuestión meramente ideológica, desgraciadamente asistiremos a más manifestaciones, paros y huelgas.

Las monedas estables siempre han sido testigo silencioso de los momentos más prósperos y brillantes de la humanidad. Por eso, lo que se debería hacer es volver a la senda del Euro de Maastricht, aunque sea un camino difícil e inicialmente sacrificado.


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