martes, 24 de enero de 2023

La manivela de Sismondi

 La manivela de Sismondi

mallorcadiario

Sismondi fue un notable pensador que vivió las grandes transformaciones sociales europeas de finales del siglo XVIII y XIX. Por su heterodoxa forma de pensar ha pasado a la historia como precursor del influyente Karl Marx, al ser uno de los primeros autores en romper con la creencia confianza en la armonía social que tan brillantemente defendió Adam Smith y que quedó plasmada en la, todavía vigente, Constitución norteamericana.

Su crítica al incipiente capitalismo industrial la fundamentaba en la división social que se produce, entre patronos y proletariado (es el primero en utilizar esta última expresión) por efecto de la competencia empresarial que obliga, a los primeros, a una continua reducción de costes con la consiguiente presión a la baja sobre los salarios. Esa misma dinámica conduce, cuando los jornales ya no pueden descender más, por ser incompatibles con mera subsistencia, a la sustitución de los hombres por máquinas.

Como muchos filósofos y pensadores acaba exagerando al máximo sus teorías por lo que afirmará que, de seguir con las tendencias capitalistas, en un futuro no muy lejano “el rey de Inglaterra se quedará solo en su isla dando vueltas a una manivela, lo que permitirá realizar, con autómatas, todo el trabajo de la nación”.

Traigo a colación esta historia, porque desde los inicios de la revolución industrial hemos convivido con el temor de que las maquinas acaben desplazando a las personas de sus puestos de trabajo. De hecho, un pensador mucho más reciente, Wassily Leontief, llegó a la impactante conclusión “El papel de los seres humanos como el más importante factor de producción está destinado a disminuir, de la misma forma que el papel de los caballos, en la producción agrícola, también disminuyó y luego desapareció con la introducción de los tractores”.

Esta argumentación está volviendo a ser empleada, por los más sofisticados defensores de la renta básica, ya que consideran que las dificultades para encontrar un puesto de trabajo remunerado dignamente se van mermando a medida que la digitalización avanza. Por lo que la idea fundamental de sus promotores es desvincular los ingresos personales de la producción.

Sin embargo, y a pesar de todos esos reiterados augurios, el capital humano continúa siendo, no sólo la principal fuente de producción, sino la más esencial y de la que dependen todas demás. De hecho, es la propia labor desarrollada por la imaginación de la mente de las personas la que ha procurado la creación de todos los prodigios que nos permiten ir prescindiendo de los trabajos más duros o tediosos, al tiempo que multiplicamos nuestras posibilidades de bienestar.

Cuando la imprenta se difundió, se volvió poco menos que inútil la labor de los frailes copistas que, de forma meticulosa, producían las costosísimas copias de los escasos libros que llegaban al limitado mercado. Ahora bien, a partir de la invención de Gutenberg fueron muchos más los que aprendieron a leer, y también a escribir, de forma que el trabajo ligado a los libros acabó creciendo de una forma jamás pensada. La imprenta supuso una revolución en la comunicación del conocimiento similar a la que estamos experimentando con Internet.

Cuando Henry Ford logró democratizar el automóvil, los oficios relacionados con la utilización de los caballos como medio de transporte declinaron, al tiempo que crecían exponencialmente nuevos oficios que unos años antes, simplemente, hubiesen resultado totalmente impensables.

Lo cierto y verdad es que conseguir zafarse de las tareas más aburridas, pesadas o repetitivas libera la energía creativa humana hasta límites insospechados, sobre todo cuando existen poderosos incentivos para ello. El capitalismo y el liberalismo clásico han sido las fórmulas empleadas, a base de respeto por la vida, la libertad y la propiedad, para generar tales incentivos.

Por todo ello, mirando al pasado, soy de la optimista opinión de que, efectivamente, la digitalización acabará con muchos de los actuales empleos, pero si la legislación y los gobiernos no lo impiden surgirán, de la mano del capitalismo liberal, muchos otros más cómodos, creativos y agradables que los que se vayan destruyendo.

martes, 17 de enero de 2023

Prima verde

 LA PRIMA VERDE

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Se llama prima de riesgo soberano, o simplemente prima de riesgo, al sobre precio que paga un país para financiarse en los mercados en comparación con otro más fiable. En la crisis del 2008, cuando la deuda de cada estado miembro de la UE era responsabilidad propia, constituyó un indicador de la falta de responsabilidad fiscal de las naciones que la tenían que soportar, tal como fue el caso de España.

Por similitud, Bill Gates popularizado el concepto de “prima verde” al sobrecoste derivado de las tecnologías y productos ecológicos que están generando limitación de acceso a los mismos a los estamentos menos favorecidos de la sociedad, expulsándolos de la clase media. El automóvil -esa máquina que ya cambió el mundo- es el ejemplo paradigmático de lo que está sucediendo, y que, probablemente, se replicará en otros sectores.

La industria de la automoción, desde los tiempos de Henry Ford hasta hace poco, había apostado por abaratar el acceso al coche privado. Un proceso de democratización que, rápidamente, fue imitado por todos los sectores, desde la alimentación, el textil, etc., hasta el turismo. De esta forma se configuró una forma de capitalismo que consiguió sacar de la miseria secular a amplias capas de la humanidad.

Sin embargo, este proceso ha cambiado de la mano de sensibilización por el medio ambiente y la vida saludable, y, sobre todo, por la excusa que les otorga a los gobiernos para practicar duros intervencionismos de todo tipo. Qué duda cabe, que los principales demandantes de este de bienes, más sostenibles, son los sectores mejor posicionados de la sociedad, dispuestos a pagar la correspondiente “prima verde” para salvar su entorno, al planeta y así mismos. Es su demanda la que ha generado la programada agenda de la transición energética.

El sector del automóvil vuelve a ser el puntero en esta nueva etapa. Los fabricantes, con el coche eléctrico, dejan de orientarse hacia el cliente más modesto para centrarse en los de más alto poder adquisitivo. Los gobiernos, por su parte, se muestran encantados con esta nueva estrategia. De hecho, la refuerzan discriminando a favor de aquellos conductores que adquieren los modelos más caros, tal como ocurre con los tributos, las exigencias técnicas, las zonas de bajas emisiones, los sistemas de conexión, etc.  La confluencia de ambas fuerzas, la empresarial y la gubernamental, permite diseñar una estrategia que con menores volúmenes de producción que proporcionan mucha más rentabilidad. Se trata de una especie de vuelta al elitismo.

Previsiblemente, muchos otros sectores seguirán esta misma senda. De hecho, ya está pasando, alcanzando de lleno al sector turístico. Ya se puede observar cómo son los principales líderes empresariales del sector los que apelan a los gobiernos para que incrementen sus exigencias medioambientales de forma que sólo aquellos con el músculo financiero suficiente para afrontarlas puedan permanecer en el mercado. Por supuesto, los clientes a los que se dirige la nueva oferta, como en el caso del automóvil, serán exclusivamente aquellos que puedan pagarlo.

De esta forma, el capitalismo verde, fruto de confluencia del sector privado con el público, ha dejado, de momento, de ser un instrumento al servicio del gran público para centrase preferentemente en los más pudientes. La “prima verde” se ha olvidado de los hijos de la clase media que durante la generación anterior pudieron dar un salto social sin parangón en la historia.

Ahora bien, para los que creemos en las bondades del capitalismo, esto es solo una fase que no se podrá mantener mucho tiempo, pues a diferencia del comunismo o del nacionalismo el sistema económico capitalista ha mostrado sus dotes democratizadoras desde sus orígenes. Sin duda, la transición energética hubiese resultado menos traumática sin el concurso del poder estatal o, dicho con otras palabras, la “prima verde” habrán sido menor, sin embargo, y a pesar de ello, los principios básicos capitalistas tienen la fuerza suficiente como para sobreponerse.

martes, 10 de enero de 2023

¿Puede un gobierno con todo el dinero del mundo perder las elecciones?

 ¿Puede un gobierno con todo el dinero del mundo perder las elecciones?

 mallorcadiario.com

Las próximas elecciones serán atípicas, por diferentes cuestiones, una de ellas será porque los gobiernos actuales, por obra y gracia del BCE, se pueden presentar disfrutando de unas potentes líneas de crédito que casi equivalen a tener “todo el dinero del mundo” en las arcas hacendísticas.

El fenómeno ya se nota en la propaganda que nos llega por todos los medios, cuya desproporción con la que puede asumir la oposición es contundente. Los argumentarios gubernativos se repiten con tanta asiduidad que, no serán pocos, los electores que los asuman como ciertos y propios.

De igual forma se repiten los anuncios de grandes planes que no se han realizado durante la legislatura. Las primeras piedras, las presentaciones, o las inauguraciones de proyectos se suceden sin solución de continuidad pudiendo generar la sensación de que, realmente, los actuales dirigentes se merecen su sueldo por buenos administradores.

El momentáneo cuerno de la abundancia del acceso infinito al crédito incluso permite influir en los principales datos estadísticos. Así, por ejemplo, una simple subvención a la gasolina puede llevar a un mejor dato de inflación, lo que redundará en la idea anterior de que las cosas van bien. De igual forma se pueden contratar a muchos más empleados públicos en condiciones laborales claramente superiores a la media. El “boca a boca” del votante medio que ha obtenido un puesto de trabajo público puede actuar como apóstol del gobernante actual. El debate económico con la alternativa política está ganado de antemano.

Para los colectivos que no aspiren a una plaza funcionarial se puede implementar un reparto de cheques que faciliten el consumo de aquellos bienes que en condiciones normales no se alcanzan a adquirir. Sin duda, un porcentaje de los receptores de esos talonarios estarán agradecidos por ello. Ante tal evidencia los aspirantes de la oposición, quizás se ciñan a intentar poner el foco en otras cuestiones diferentes de las económicas.

Por supuesto, el acceso ilimitado al crédito permite implementar todas las actuaciones anteriores sin apenas incrementar los impuestos, de manera que el público no tiene porqué llegar a ser consciente de que, tarde o temprano, todo se tiene que pagar. ¡Los Reyes Magos con sus almuerzos gratis parece que sí son reales!

Sin duda, hay muchos motivos para no votar a los actuales gobernantes, muchos no son económicos, aunque en líneas generales los que sí lo son requieren cierta elaboración. Por ejemplo, se puede razonar que el exceso de gasto público-político constituye la verdadera causa de la empobrecedora inflación que, no sólo equivale a una injusta disminución salarial, sino que pone palos en las ruedas en el futuro de nuestros hijos. O lo mismo se podría decir del intervencionismo que ha dado nuevas alas a la asfixiante burocracia.

Así, a pesar de que la crítica es menos intuitiva que el eslogan publicitario, muchos de esos motivos más razonados estarán presentes en buena parte de aquellos que se acerquen a depositar en su papeleta en la urna correspondiente. Sin embargo, ninguno de ellos tendrá la capacidad de influencia que está teniendo Christine Lagarde y Úrsula von der Leyen, con su peculiar forma de dirigir el Banco Central y la Comisión Europea.

Lo cierto y verdad es que, tengo la sensación, que a estas dos altas damas les preocupa tanto la estabilidad social que la están confundiendo con la estabilidad política, lo que puede tener graves consecuencias en el devenir democrático. 

martes, 3 de enero de 2023

Mis escalofríos con las externalidades del cambio climático

 Mis escalofríos con las externalidades del cambio climático

 mallorcadiario.com

PIgou fue un notable economista, profesor de Cambridge hacia principios del siglo XX. Eran los inicios académicos de una materia con una enorme influencia en los dirigentes políticos de un gran imperio comercial.

Esa época se caracterizó, hasta el verano de 1914, por un crecimiento sin parangón impulsado, en buena medida, por los grandes prodigios alumbrados tras la Guerra Civil estadounidense un puñado de brillantes emprendedores, como los Vanderbilt, Morgan, Carnegie, Edison, Tesla, Ford y otros, llevaron a la economía de su país a cotas jamás vistas. Provocando un cambio tan radical en los estilos de vida que muchos países europeos se sintieron amenazados. Unos respondieron con movimientos nacionalistas, comunistas otros.

Inglaterra seguirá un camino propio al que contribuyó el maestro Pigou, desde su privilegiado púlpito universitario, al introducir el concepto de “externalidad” o “fallo de mercado” para justificar la intervención gubernamental en una nación hasta aquel momento muy reticente. El influyente profesor, básicamente, consideraba que, en determinados campos, la economía de mercado no funciona correctamente porque los agentes (empresarios y familias) no consideran los efectos externos (externalidades) de sus acciones.

Inicialmente identificó externalidades positivas. Por ejemplo, consideró que las familias tendían a invertir insuficientemente en la formación de sus vástagos, justamente por carecer de la formación suficiente. Lo mismo ocurría en materia de sanidad la sanidad y con el sistema de protección al declinar de la edad, pues en un caso los sanos no valoran suficientemente la salud, mientras que los jóvenes suelen pensar que la vejez nunca llega.

Como el lector se puede imaginar, ese razonamiento justificaba la intervención directa del gobierno en tales materias. Abriendo, de esta forma, una puerta que con el tiempo y con la ayuda de su discípulo Keynes daría lugar a los elefantiásicos estados modernos.

Por su parte la externalidad negativa por antonomasia consideró la contaminación que se produce como efecto colateral o externo al producir. Así, siguiendo el criterio del catedrático de Cambridge, se podía combatir la polución mediante impuestos desincentivadores además de otras formas de intervención. Es por ello que a los tributos medioambientales los conocemos como “impuestos pigouvianos”. De esta forma, en definitiva, las externalidades fueron la primera piedra en el camino teórico a la justificación en la liberal Inglaterra la intervención estatal que más tarde seguría medio mundo.

Desde aquellos tiempos ha llovido mucho, y también han llovido las regulaciones que tienen por objetivo acotar y controlar las actuaciones que producen externalidades de empresas y particulares por parte de gobiernos y burócratas.

El cambio climático identificado por los diferentes paneles de expertos al servicio de la ONU es una forma de externalidad extrema que, siguiendo a Pigou, permite justificar todo tipo de intervenciones y controles gubernamentales sobre los ciudadanos no sólo en materia económica, sino de todo tipo. No es raro, pues, que a los más ambiciosos gobernantes abracen con fuerza estas ideas. Nunca podrán encontrar una mayor legitimidad para aumentar su poder.

Por todo ello, tengo que confesar que, como amante de la libertad personal, me suele recorrer la espalda un ligero escalofrío cuando oigo pronunciar, por cualquier persona, la palabra “externalidad”. Me sucede lo mismo cuando escucho en boca de un político la expresión "cambio climático".

domingo, 1 de enero de 2023

Pronóstico para el año que hoy comienza

 "El incremento de los conocimientos de todo tipo -que se acumulan e interrelacionan con mayor rapidez que nunca gracias a la digitalización- los convierte en instrumentos de control en vez de ser liberalizadores"

Siempre es difícil imaginar lo que sucederá en el futuro, aunque sea tan cercano como el año que comienza, pues los “cisnes negros” de Nassim Taleb ya nos han acostumbrado a constante presencia. Ciertamente, desde que el investigador y financiero libanes publicó su libro, hace poco más de una década, sobre los acontecimientos imprevistos e imprevisibles de gran impacto, estos se han sucedido sin solución de continuidad (la gran recesión, la forma china de gestionar la pandemia en Occidente, la guerra de Ucrania, etc.)

No obstante, hay tendencias de fondo que se mantienen impertérritas a pesar de las sorpresas del camino. Por ejemplo, la pulsión de muchos gobiernos por gastar por encima de sus posibilidades, tanto si están viviendo un año electoral como si no es así, los llevará a continuar presionando a los bancos centrales para que mantengan la política monetaria lo más laxa posible. Motivo por el cual es previsible que la inflación continúe dañando a la economía productiva con mayor o menor intensidad.

Por los mismos motivos, los precios de las viviendas continuarán situados a gran distancia de las posibilidades de compra de una parte creciente de la población, con sus negativos efectos sobre la cohesión social. Al mismo tiempo los salarios reales no podrán crecer al mismo ritmo que los precios, por la falta de las necesarias reformas estructurales que la dinámica política imposibilita. La consecuencia conjunta de ambos efectos continuará siendo la merma de la dimensión de las clases medias.

El envejecimiento de la población unido al declive demográfico y la crisis de la familia convierte, de forma paulatina, a la cultura social en más refractaria a las innovaciones. Así, a pesar del incremento de los conocimientos de todo tipo -que se acumulan e interrelacionan con mayor rapidez que nunca gracias a la digitalización- los convierte en instrumentos de control en vez de ser liberalizadores".

En política, la izquierda global, desde sus potentes, y dominantes, medios de difusión ideológica, continuará promocionando el victimismo ligado a la división identitaria de la sociedad. Lo que contribuye una excusa perfecta para la creciente intervención gubernamental en cada vez más ámbitos que hasta ahora de la vida. La máxima “lo personal es político” combinada con las más modernas tecnologías continuará el avance que ya ha emprendido, erosionando la libertad individual.

Es cierto que el año que viene es electoral en nuestro país, pero las tendencias que aquí menciono van más allá de quien ostente los cargos de poder en un determinado momento. Sin embargo, no se puede negar que un gobierno diferente puede tener un cierto impacto.

Por último, en el ámbito de la geopolítica, el crecimiento de la economía mundial previsiblemente será menor que el experimentado hasta ahora. Mientras que la rivalidad por el liderazgo global entre la superpotencia actual (EEUU) y la ascendente (China) también se verá incrementada. La combinación de ambos efectos, moderación del crecimiento y lucha por la hegemonía, aumenta los riesgos de conflicto.

En definitiva, el 2023 comienza mostrando un panorama complicado, aunque siempre puede hacer aparición un nuevo “cisne negro” que, a diferencia de los últimos conocidos, tenga un fuerte impacto positivo.

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