martes, 22 de marzo de 2022

Impuestos caídos del cielo

 mallorcadiario.com

Impuestos caídos del cielo

La inflación es un fenómeno monetario que se produce cuando se “imprime” demasiado dinero por parte de los bancos centrales. Lo que ocurre cuando el gobierno ha agotado otras fuentes de financiación. Esto, a su vez, provoca efectos redistributivos que tienen siempre al propio gobierno como principal beneficiario. De hecho, en una economía de trueque no se puede producir inflación.

Uno de esos efectos podría denominarse “impuestos caídos del cielo”, pues al incrementarse los precios -y las rentas en segunda ronda- los impuestos se incrementan, tanto si éstos se expresan como porcentajes sobre la base, como sobre todo si lo hacen con escalas progresivas. Es decir, que la inflación supone un, todavía, mayor sangrado del sufrido contribuyente.

Feijóo, como flamante jefe de la oposición in péctore, ha dicho que “el gobierno se está forrando con las subidas de precios de la luz y las gasolinas”. Y la verdad es que tiene razón, si con ello quiere decir en lenguaje mitinero, que el gobierno es el beneficiario del proceso inflacionista. Acto seguido, el experimentado líder, añadió que “no se puede pedir a los españoles que no caliénten sus casas sin antes bajar los impuestos que rondan la mitad de la factura energética”. Nuevamente tiene razón al considerar que los tributos, al ser el principal gasto de cualquier familia, son los principales causantes de las dificultades que estas tienen, no sólo para prosperar, sino incluso para mantenerse en las clases medias.

Sin embargo, lo que no dijo el gallego es que para que esa reducción tributaria sea eficaz para aliviar las pesadas cargas familiares tiene que estar acompañada de una reducción del gasto público. Efectivamente, una reducción de los ingresos manteniendo el gasto supone mantener la necesidad de emitir más deuda. Deuda que como ya nadie la quiere comprar sólo la adquirirá el BCE mediante la “impresión” de más billetes y, por tanto, acelerando el proceso inflacionista.

Y es que, en última instancia, el verdadero responsable de la destructiva inflación es el exceso de gasto gubernamental. Un exceso de gasto que tiene, en buena parte, su origen en unas campañas electorales convertidas en una especie de subasta en la que, a cambio de los votos, se ofrece más gasto.

Así que llegados a este punto se puede observar como el problema de la inflación es mucho más profundo y difícil de abordar de lo que se nos dice. Pues, por un lado, Sánchez con sus correligionarios autonómicos, incluida la presidenta Armengol, y sus extremistas socios han hecho bandera de la gestión pública derrochadora, prometiendo más gasto a diestro y siniestro como si el mañana no existiera.

Pero, así y todo, estamos viendo cómo incluso desde la oposición resulta extremadamente difícil decir la verdad, es decir, que ni el Estado, ni el gobierno, lo puede todo, sino que la economía tiene sus propias reglas de funcionamiento. ¡Prometer y gastar lo que no se tiene es destructivo, pero también y sobre todo inmoral!!

Estamos sentados sobre un volcán, pues si la actual dinámica gubernamental continúa seguiremos deslizándonos por la pendiente económica y social; mientras que un hipotético nuevo gobierno, que quiera poner remedio a esta indeseable situación, se encontrará con un estallido social, al continuar creyendo una mayoría de electores que el gobierno lo puede todo.

Así que, por el bien de todos, es mejor que los políticos con aspiraciones comiencen a tratar a sus electores como adultos capaces de afrontar los tiempos difíciles que se avecinan.

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