martes, 30 de agosto de 2022

Sánchez, una presidencia para la decadencia nacional

Sánchez, una presidencia para la decadencia nacional

 mallorcadiario.com

Nuestro país, durante la presidencia de Sánchez, muestra muchos de los síntomas clásicos de haber entrado en una fase de decadencia, de la que difícilmente saldrá por un simple cambio de gobierno, si es que esto último llega a producirse. Si bien es cierto que muchos de ellos son previos a la actual legislatura se han agudizado, por su acción de gobierno, de una forma extraordinaria.

La economía nacional va a menos, acumulando descomunales deudas cada vez más difíciles de sostener, con una clara tendencia al estancamiento de la actividad y a la degradación del dinero (inflación), generando brechas que dividen a la sociedad. Esto ocurre en parte, porque en ausencia de un crecimiento robusto, la actividad económica deviene un juego de suma cero en el cual para que algunos ganen, otros necesariamente han de perder. Por supuesto, los que ganan son aquellos que están más cerca del poder. Es entonces cuando de forma natural, sin ninguna necesidad de que se fomente, aparece la polarización política, con el germen de la confrontación. Sánchez, sin duda, ha acelerado esta dinámica a fin de aprovecharla para mantenerse en el machito.

La clase media se bate en retirada, y con ella la savia por la que fluye toda posibilidad de prosperidad, pues es esta categoría social la que está constituida por aquellos grupos más dinámicos e independientes del poder, caracterizados por su anhelo de cultura y espíritu crítico. La familia es el puntal básico sobre el que se apoya, al ser el soporte que le otorga la independencia personal. Sánchez, siguiendo una línea ya ensayada en otros momentos decadentes, acelera la colocación de “palos en las ruedas” de esta institución nuclear, bien mediante un feminismo de confrontación, bien mediante un sistema educativo que la ningunea, bien mediante un sistema fiscal que la penaliza.

Al mismo tiempo Sánchez, intensifica la lucha por el control de medios de comunicación con el claro propósito de manipular las emociones del público mediante la construcción de un relato que, al tratar de justificar el propio fenómeno decadente, lo impulsa. De hecho, es el dominio mediático el que le facilita arrinconar o neutralizar a la oposición discrepante, bien empujándola a posiciones marginales, o bien haciendo que asuma muchos de los postulados gubernamentales.

Efectivamente, practicar la cultura de la cancelación con medios convertidos en justicieros dispuestos a arruinar la reputación del disidente, hace que no sean pocos los optarán por el exilio interior o, que incluso, si carecen de la fortaleza suficiente, acaben siendo asimilados, en un ambiente en donde es difícil distinguir la verdad de la mentira. Es típico de los tiempos de decadencia que la ausencia de confrontación intelectual desincentive a las personas más capaces a la hora de hablar en público u ostentar puestos políticos, produciendo un vacío que ocupan los menos cualificados, en una espiral en la que el proceso entra en una aceleración circular centrífuga.

Otro síntoma de declive es el aumento de complejidad administrativa y burocrática que no sólo desincentiva cualquier iniciativa privada, sino que incluso las paraliza, utilizando una maquinaria funcionarial, o para-funcionarial, que no deja de crecer, sustrayendo recursos a otras actividades públicas como la realización de inversiones en infraestructuras. Sin inversiones solo se puede aspirar a alargar los tiempos de lánguida amortización. La digitalización que en su origen es un fenómeno que simplifica la vida, en estas circunstancias se convierte en un simple, aunque completo, instrumento de control.

Por último, aunque no menos importante, el cumplimiento de las normas se hace laxo, pues estas o se aplican con más o menos rigor en función de la distancia que se tenga respecto al poder, o se buscan subterfugios para auto-concederse poderes especiales. Lo hemos visualizado en muchas ocasiones con el otorgamiento de indultos, con el incumplimiento de sentencias, o con los numerosos estados de alarma dictados y con las nuevas leyes a que han dado lugar. El desprestigio institucional es entonces inevitable y con él se retroalimenta el decadente espíritu de enfrentamiento y disputa. La democracia, como poco, funciona mucho peor en tiempos de mayor conflictividad.

Tristemente soy de la opinión que llevamos tiempo inmersos en este proceso, no solo como nación, sino también como miembros de la cultura occidental. Ahora bien, la presidencia de Sánchez, al aprovecharlo para mantenerse en el poder, lo ha acelerado de tal forma que va resultar extremadamente difícil de revertirlo, si es que se consigue. El factor determinante que lo desencadena es el empeoramiento de las finanzas públicas. Y ya sabemos que la mejora de tales finanzas resulta sumamente impopular. 

martes, 23 de agosto de 2022

Enseñar

 Enseñar

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Siempre se ha dicho que el ejercicio de la docencia requiere de un buen nivel de vocación. Pienso que es cierto, pues, tras más de treinta años de profesión, considero que existen un conjunto mínimo de requisitos que debe reunir un buen enseñante. Sin ellos se puede decir, con razonable seguridad, que la vocación no existe.

El primero, y sin duda principal, de esos requisitos es un conocimiento profundo y extenso de los temas a explicar, pues sólo el dominio de la materia otorga al maestro la seguridad necesaria para exponer los temas con el suficiente entusiasmo, como para vencer la resistencia que se genera a la entrada a cualquier disciplina.

Es el dominio de las asignaturas el que permite, al docente, llevar a cabo las simplificaciones y, en ocasiones, las exageraciones que faciliten la asimilación de los conocimientos. Trucos que visualizan con mayor claridad la forma de pensar propia de cada rama académica. De hecho, con frecuencia, la simplificación es la etapa previa a cualquier comprensión de los problemas más complejos. Un mapa escala 1:1 no tiene ninguna utilidad por no simplificar la realidad, lo que sí ocurre con mapas más pequeños en los que, por supuesto, se ha perdido parte importante de la información. La exageración didáctica es otra forma de simplificación.

También es importante que el docente sepa ponerse en la piel de los discentes, tendiendo puentes entre lo que estos saben y lo que tienen qué alcanzar a saber. Para ello resulta sumamente interesante contar con buenas colecciones de ejemplos que permitan acceder a los pensamientos más abstractos desde la realidad cotidiana. Esta labor no siempre es sencilla, pues a medida que pasan los años la experiencia vital del profesor, aunque se amplía, también puede correr el riesgo de distanciarse de la de sus alumnos. Los ejemplos compartidos clásicos siempre exigen adaptaciones para cada generación.

El docente también tiene que reunir el requisito de ser suficientemente ordenado, no sólo en las exposiciones verbales, sino también en su propio pensamiento. La organización de sus ideas se acabará haciendo evidente. El orden es la mejor forma, o incluso la única forma, de ayudar a subir peldaños en la escalera del conocimiento.

Como le ocurre al político que quiere introducir una determinada idea entre su electorado, el maestro debe construir una narrativa acerca de la meta que pretende lograr y del camino que va a intentar seguir para llegar hasta ella. Esto último, pienso que es especialmente relevante en las ramas científicas con contenido matemático en donde muchas veces, por desgracia, se ha dejado de lado su vertiente social, lo cual añade grados de abstracción a temas ya de por sí abstractos.

Las exposiciones orales preferentemente tienen que estar acompañadas de material escrito que facilite el pensar más despacio sobre los diferentes temas tratados. Este material, naturalmente, también tiene que estar bien ordenado de forma simplificada. Es un hecho que se asimilan mejor las ideas leídas que con las oídas.

Saber dejar, e incluso generar, el espacio necesario a las aportaciones de los estudiantes constituye un más de los requisitos a cumplir. Es normal que estos pueden tener ideas, sugerencias o preguntas equivocadas o poco coherentes que les hagan albergar un cierto miedo escénico. Por ello es importante evitar que por pereza o por vergüenza se queden en la mente del alumno. En definitiva, un buen profesor intentará, y pondrá mucha energía, en que sus estudiantes venzan la natural resistencia a hablar en público. Esta es una de esas tareas que no siempre resulta fácil de llevar a cabo, y que depende en gran medida del tipo de alumnado en cuestión. Es más fácil cuando éste más o menos homogéneo en intereses que cuando no es así, lo que obliga un sobreesfuerzo didáctico de adaptación.

El buen profesor tiene que saber plantear las preguntas que resulten sugerentes tanto a la hora de jerarquizar las ideas, como a la hora de que los propios estudiantes puedan explicarlas a los demás. Ejercitando la exposición de los diferentes temas es cuando la mente los asume como propios. Tras escuchar y leer los asuntos tratados, exponerlos equivale a coronar la primera cima del aprendizaje.

En definitiva, estas son algunas de las características que considero que constituyen la labor del docente. Como dije al inicio, el primero y principal de todos los requisitos a reunir pienso que es el conocimiento profundo y extenso de la materia del que deriva el entusiasmo, pilar fundamental donde se apoyan todos los demás. 

Por supuesto, no todos los profesores tendrán ni el mismo grado de vocación, ni el mismo grado de dominio de su materia, ni tan siquiera estarán en su mismo estadio vital. Por ello exigir uniformidades pretendidamente igualitarias, en donde se pone más énfasis en las formas didácticas que en el grado de conocimiento de los docentes es un completo error.

 

 

martes, 16 de agosto de 2022

Lobby funcionarial

 Lobby funcionarial

mallorcadiario.com

Si me preguntan cuál es el principal lobby que opera con éxito en Baleares, y por extensión, en el resto de autonomías y también en el ámbito nacional, diría que es el de los funcionarios. Lo hace con tanta destreza que nunca aparece en los medios, y en consecuencia, a diferencia de otros, consigue evitar cualquier crítica social.

Es cierto que los cuerpos de funcionarios son muchos y muy variados, por tanto, no es un colectivo con intereses homogéneos. Sin duda, las aspiraciones de un sanitario no son equivalentes a las de un bombero, ni estas a las de un empleado en la recogida de basura o de un profesor de universidad. Sin embargo, tienen los suficientes elementos en común como para que por encima de todos ellos pueda existir una élite capaz de autoerigirse con cierto poder de negociación social, un fenómeno que se potenció sobremanera con la creación de las comunidades autónomas.

Los políticos ocupan sus cargos de forma muy provisional, estarán en ellos una parte relativamente pequeña de sus propias carreras profesionales, con excepción de aquellos devenidos, precisamente, en funcionarios de la política. En el caso de la comunidad autónoma son esencialmente consellers y directores generales. Todos ellos dependen, para el desarrollo de sus programas de gobierno, del concurso de sus respectivos funcionarios quienes atesoran el conocimiento técnico e histórico del funcionamiento de la administración.

Pues bien, estos altos funcionarios tienen dos categorías, una obtenida por concurso oposición y otra, superior con un complemento salarial de cerca del cincuenta por ciento, resultado de su designación por el poder político. Estos últimos suelen mantenerse en sus elevados puestos incluso cuando los gobiernos cambian de color.

Se trata por tanto de compañeros de carrera con historias personales que, con frecuencia, guardan muchas similitudes, y que comparten no sólo la posesión de una completa formación, sino también mucha información, casi siempre muy superior a la del político que figura como su jefe. De esta forma, entre ellos se pueden establecer relaciones informales por las que circula aquello que se considera bueno y acertado y aquello otro que no tiene tal consideración.

Este colectivo podrá crecer si la administración, o el sector público, también lo hace. Es decir, los incrementos presupuestarios autonómicos suponen que más funcionarios de la primera categoría puedan aspirar a alcanzar la segunda, con su sustancioso complemento salarial.

En mi opinión, esta es una, entre otras varias, de las explicaciones del porqué los gobiernos autonómicos tienen tendencia a incrementar los impuestos (quejándose de la financiación en la elaboración de su narrativa) en vez de ajustar el mucho gasto superfluo y redundante existente. 

Como este esquema de funcionamiento se repite en la totalidad de las comunidades autónomas, pienso que también contribuye a explicar, en parte, la deriva independentista catalana. Es por esto que pienso que opinadores yerran cuando se preguntan acerca del liderazgo de la burguesía catalana en el inacabado proceso. Sería más acertado preguntarse sobre el posicionamiento de los altos funcionarios. De hecho, no es descabellado concluir que estos mandarines pueden pensar que su influencia y su situación personal puede mejorar prescindiendo de los controles que sobre ellos realizan sus homólogos ministeriales.

En definitiva, la actual acción gubernativa, y por motivos que hoy no vamos a analizar aquí, tiene dos componentes fundamentales. El primero es la comunicación que constituye casi la única variable que controlan realmente los políticos durante sus mandatos. La otra es la implementación administrativa y gerencial que recae, básicamente, sobre los cuerpos de funcionarios de élite. Pensar, como hacen muchos, que los políticos y los funcionarios, a diferencia de empresarios y particulares, son seres angelicales carentes de intereses propios, personales y de grupo, es uno de los grandes éxitos de este lobby.

También es el motivo esencial por el que resulta tan interesante, para la sociedad en su conjunto, limitar el poder y el tamaño de los gobiernos

martes, 9 de agosto de 2022

Tendencias de los gobiernos autonómicos

 Tendencias de los gobiernos autonómicos

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La acción de un gobierno autonómico puede ser bastante tranquila pues los incentivos que tienen los dirigentes públicos que participan en ellos están extremadamente marcados. Tan marcados están que una parte de la sociedad, de cada comunidad, se ha adaptado a este tipo de gobierno al calor de sus presupuestos.

Veamos, las principales funciones de los ejecutivos regionales están relacionadas, en primer lugar, con la gestión de servicios públicos muy estructurados, como es el caso de la sanidad, la educación, algunos servicios sociales, algunas modalidades de transporte, etc. En todos ellos los márgenes de maniobra para la acción política son relativamente pequeños, aunque se pueden establecer algunos cambios en las pautas a largo plazo, es decir, en periodos de tiempo que superan los de una legislatura. Así, en este ámbito la tendencia de los gobiernos autonómicos se limitará, fundamentalmente, a patrocinar incrementos presupuestarios que, lógicamente, intentarán que beneficien a los de las filas propias, bien sea excluyendo a la lengua común en los usos oficiales, o de cualquier otro modo.

Una segunda vertiente importante para este tipo de ejecutivos está referida a la ordenación, sobre todo territorial, aunque no exclusivamente, de los principales sectores económicos. Sin duda, un tema con mayores implicaciones ideológicas y, por tanto, políticas. Aquí la tendencia será a intentar elaborar leyes ambientales, sociales y de seguridad que, en el fondo, estén destinadas a proteger los intereses de las empresas, profesionales y agrupaciones locales frente a una potencial competencia foránea. De hecho, con las autonomías apareció una constelación de patronales y sindicatos que, básicamente, han tenido esta orientación.

Un tercer punto más peliagudo de la acción autonómica lo constituye la realización de inversiones en infraestructuras relevantes. Pues, a pesar de que con frecuencia éstas son necesarias para el progreso económico y social de la comunidad, al mismo tiempo pueden causar un impacto negativo sobre amplios sectores de electores, bien sea porque les afectan directa o indirectamente en sus propiedades, o, simplemente, porque no benefician a sus propios intereses inmediatos. Es decir, en estos temas siempre habrá quien considerará que soporta más costes que beneficios con respecto a otros conciudadanos. Por ello, con frecuencia gobierno y oposición tomarán posicionamientos encontrados a pesar de las grandes dificultades que puede comportar identificar con nitidez a quienes ganan y a quienes pueden perder con cada una de las diferentes grandes obras. De hecho, nadie nunca se ha planteado debatir un plan de inversiones a medio o largo plazo, aunque la legislación y la doctrina hacendística predique, por activa y por pasiva, su necesidad.

Además, desde el punto de vista de la rentabilidad electoral, al presidente autonómico de turno, le resultará más atractivo destinar recursos a incrementar el gasto corriente, utilizándolo al modo clientelar, que destinar esos mismos recursos a la realización de costosas, y siempre discutidas, infraestructuras. Este es el motivo por el cual, aquí en Baleares tenemos desaladoras, carreteras, depuradores, etc. que esperan el sueño de los justos desde hace décadas. Y este es también uno de los motivos por el cual está resultando tan difícil aprovechar, de verdad y sin márquetin, la llegada de los fondos europeos.

Por último, los ejecutivos autonómicos intentarán potenciar los signos culturales propios de su región. Pues constituyen formalmente, y en algunos casos realmente, el fundamento esencial de su existencia. Así se explica que estos gobiernos suelen preferir la “cultureta” a la gran cultura. Por supuesto, este es el campo mejor abonado para la actuación clientelar, por lo que a nadie le debería extrañar que las partidas dedicadas a estos menesteres crezcan y crezcan sin solución de continuidad. La normalización nunca se considerará alcanzada. Y lo mismo ocurre con la financiación.

Soy consciente de que estoy simplificando la realidad para entenderla, tal como ocurre con un mapa. Pero así, podemos concluir que casi todos (hay excepciones) los gobiernos autonómicos han seguido, en mayor o menor medida, las grandes pautas aquí descritas, por estar marcadas en sus estatutos de autonomía a través del sistema competencial, en la legislación electoral y en el sistema de financiación. De hecho, sólo una modificación de estas normas básicas o un liderazgo muy potente, capaz de proyectarse más allá de una o incluso dos legislaturas mediante la reunión de sólidos equipos capaces de elaborar, compartir y difundir propuestas propias, puede traer algo nuevo. Si ocurre, con facilidad será para mejor.

martes, 2 de agosto de 2022

La dimisión de Draghi como síntoma.

 La dimisión de Draghi como síntoma.

mallorcadiario.com

Personalmente no soy un fan de Mario Draghi, pues creo que cuando dijo aquello de “haré lo que tenga que hacer, y créanme, será suficiente” comenzó a transformar el cargo de Gobernador del Banco Central Europeo al llevarlo, desde la independencia técnico-funcionarial, al terreno netamente político. Una transformación que lamentablemente está completando su sucesora Christine Lagarde.

Sin embargo, debo reconocer, por evidente, que el exgobernador no forma parte del club político-populista, ahora tan de moda. Ese que cuenta con miembros tan destacados como Pedro Sánchez o Boris Johnson. Todo lo contrario, es un reputado economista técnico que ha tenido altas responsabilidades en muchas de las principales instituciones económicas nacionales e internacionales, tanto públicas como privadas. Un breve repaso a su currículum convence a cualquiera de que se trata de una de las personas mejor preparadas del ámbito mundial. Es pues, un profundo conocedor de los condicionantes que permiten impulsar el bienestar de una nación. De manera que, como muchos y por más que tuviera mis reticencias, recibí su designación a la alta magistratura italiana como una gran noticia. Sin embargo, y a pesar de su gran bagaje, este verano tras año y medio al frente del gobierno se marcha a su casa sin haber podido implementar las reformas más básicas y esenciales que su país necesita.

Cuando el presidente Mattarella le llamó para ocupar el elevado cargo, puso como condición ser apoyado por todo el espectro parlamentario. Algo que casi obtiene, pues todos los grupos le votaron a excepción de Fratelli d’Italia, que cuenta tan sólo con 33 de los 630 escaños del Congreso. Una mayoría tan amplia que hacía presagiar que, esta vez sí, Italia podría salir de su postración realizando las reformas estructurales que le devolvieran a su viejo esplendor. Para facilitar las cosas contaba, además, con una inmensa cantidad de dinero en concepto de Fondos Europeo otorgados a su debilitado país. Es decir, que desde los inicios de 2021 Italia pasó a estar gobernada por un nuevo César que reunía tres fundamentales virtudes, a saber: sobrada experiencia, grandes apoyos y enormes recursos. Unas circunstancias excepcionales para el éxito.

Pero, por increíble que parezca, la aventura del exbanquero ha terminado en fracaso, al perder el apoyo del grupo ecopopulista fundado por el cómico Beppe Grillo (Movimento 5 Stelle). Un triste final que nos puede llevar a preguntarnos sí las actuales democracias, infectadas de populismo, están capacitadas para realizar las transformaciones que les devuelvan el oxígeno que sus economías necesitan. Una pregunta especialmente pertinente también en nuestro país. Sobre todo, si pensamos que, por ejemplo, sólo pudimos recuperar los principales guarismos económicos de antes de la Gran Recesión en 2019 y que, por añadidura, no se espera que se vuelvan a alcanzar estos últimos hasta, nada más y nada menos, finales de 2024. Es decir, que como ocurre en otras naciones, estamos inmersos en un estancamiento económico de más de 15 años de duración. ¿Qué está pasando?

Pues bien, en mi opinión lo que ocurre -está claro- no es que no se sepa lo que se tiene que hacer. Draghi, independiente y apartidista, tiene las ideas muy claras a este respecto, sabe que es lo que hay que hacer, aunque no ha sabido cómo hacerlo. En parte, porque la actual configuración de la estructura política lo impide. Muchos de los dirigentes partidistas, y la mayoría de sus cuadros, priorizan su carrera personal sobre cualquier otra cuestión, incluida la reputación de su propio partido y, con ello, de toda la actividad política. De hecho, incluso pueden llegar a pensar que, si el nombre de su partido acaba por tener que desaparecer, siempre se puede fundar otro, al fin y al cabo, son agrupaciones poco arraigadas. La mismísima Italia o Cataluña, sin salir de casa, nos lo han mostrado en varias ocasiones.

El final de las ideologías está siendo sustituido por la creencia que el Gobierno o el Estado lo puede todo, y que por tanto todo debe estar legislado. De hecho, en cada campaña electoral, no faltan candidatos desaprensivos dispuestos a prometer cualquier cosa, y también simultáneamente su contraria, en un ejercicio de "cuadratura del círculo". Todo para alcanzar el poder al grito de “après moi, le déluge””. Tampoco faltan aquellos que consideran que todo lo personal es político, es decir, que el ámbito estatal no tiene límite alguno.

Por tanto, sostengo que la dimisión de Mario Draghi es una muy mala noticia que nos debería hacer reflexionar acerca de cómo mejorar nuestras democracias. Un buen gobierno no tiene porqué requerir de buenos gobernantes, pero los buenos gobernantes tienen que poder gobernar.

Tan sólo un improbable rearme cultural, en los genuinos valores occidentales, que tiene en su epicentro la limitación del poder del Estado, nos puede devolver creer en nosotros mismos como individuos, en vez de como grupo identitario o masa aborregada.