martes, 31 de agosto de 2021

La Batería Avanzada de San Carlos

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La batería avanzada de San Carlos

Se trata de una de tantas vergüenzas provocadas por un "fallo de gobierno" en toda regla, uno de esos que no se suelen explicar en los libros de texto de economía. Otra costosa inversión fallida que aguarda una solución circulando lentamente por las estanterías de algún juzgado. Nuestra administración cuenta con tantos niveles que, con frecuencia, como en los casos vinculados al litoral, es difícil saber quién es el auténtico responsable.

Según reza un cartel, firmado por Ports de Balears y por la Autoritat Portuaria de Balears emplazado in situ, mediante un convenio entre distintas administraciones fechado en 2003 se aprobó un proyecto para rehabilitar las edificaciones y la zona denominada Batería Avanzada de San Carlos con el objetivo de recuperar la fisonomía original de 1762, añadiendo soluciones actuales en temas de accesibilidad. El proyecto fue encargado al arquitecto Juan González de Chaves y se llevó a cabo a lo largo del año 2010.

El mismo cartel nos recuerda que San Carlos fue el resultado de la demanda de los comerciantes palmesanos del siglo XVII que deseaban contar con una defensa para resguardar nuestro importante puerto de cualquier tipo de incursión. Así, inicialmente se construyó el Castillo y, más tarde la Batería Avanzada para poder abrir fuego a modo “de tenaza”. Por este motivo, ambas fortificaciones están situadas en los mejores emplazamientos que enlazan la ciudad con el mar.

En 2012 la Autoridad Portuaria saca a concurso el aprovechamiento y mantenimiento de las ya renovadas instalaciones consistente en un bar, cafetería y restaurante que incluye una piscina y un solárium. Ese mismo año elige a la empresa que considera más ventajosa, contando -según señalan- con el visto bueno del Ayuntamiento de Palma y demás administraciones implicadas (Consell, Ministerio, etc.).

Todavía circulan en Internet fotografías del magnífico espacio que se pretendía ofrecer a la ciudadanía. Una terraza con inmejorables vistas a la bahía y al mar abierto que, se decía, adoptan la forma de chill out mediante instalaciones provisionales y desmontables. Así, no resultaría difícil subsanar cualquier incumplimiento en materia de protección del patrimonio. Finalmente, en 2015 abrieron el local al público, contratando a 19 trabajadores.

Sin embargo, en mi opinión, el concesionario cometió el gran error de rebautizar el lugar con el frívolo nombre de “Lolita Club” de reminiscencias novokovianas. No fueron conscientes de que los políticos acostumbran a dar más importancia a las apariencias que a la realidad. Y aunque, desde luego, cambiar un nombre es más fácil que modificar cualquier tipo de instalación, el enigmático reparto de competencias entre administraciones unido a la tipología de nuestros políticos, lo hacía prácticamente imposible. Así, inmediatamente se ordenó, por parte de una de las innumerables administraciones con competencias en el litoral, el cierre del impresionante enclave. En concreto fue el alcalde Noguera.

Desde entonces, tras diversos avatares, el lugar no sólo permanece cerrado, sino que ofrece un espantoso, deplorable y terrible aspecto de degradación con abundante acumulación de suciedad que, en parte, puede acabar cayendo al mar.

En definitiva, una vez más, la falta de claridad en cuanto a las competencias del litoral (un claro fallo de gobierno) provoca un nuevo foco de degradación y contaminación, sin importar tan siquiera que el lugar sea patrimonio histórico.

¿De verdad, esperamos que sea la Administración quien solucione la catástrofe del Mar Menor?, ¿Cuál de ellas?

martes, 24 de agosto de 2021

Neocorporativismo

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Neocorporativismo

En general todos tenemos dos papeles económicos relevantes y claramente diferenciados, el primero es como trabajadores o productores y el segundo como consumidores. Por el primero, deseamos una sociedad corporativista que nos proteja de la dura competencia que empuja a los costes y, por tanto, a los salarios a la baja; mientras que por el segundo deseamos una oferta muy competitiva que nos permita adquirir los productos y servicios que consumimos con la máxima calidad y a precios ajustados. Dicho en otras palabras, mientras que como productores deseamos restricciones a la competencia o, mejor aún, que nuestro puesto de trabajo se enmarque en un sector monopolístico; al mismo tiempo, como consumidores deseamos beneficiarnos de la máxima rivalidad empresarial.

En los sectores regulados con poder monopolístico apenas se produce ningún tipo de innovación, así que ese statu quo proporciona, a quien se gana la vida en él, una placentera sensación de seguridad. Un terreno conocido y seguro con unos ingresos estables y, posiblemente, elevados. Pero a la hora de comprar, independientemente de cuáles sean nuestras ocupaciones laborales, siempre preferimos adquirir productos novedosos fruto de la energía creativa puesta en no quedarse atrás con respecto a los competidores. en tensión de quien dedica sus energías productivas a un sector altamente competitivo.

Una vez explicado lo anterior, la pregunta es ¿Desde cual de nuestros dos papeles económicos decidimos nuestro voto?, ¿Votamos como consumidores demandando preservar o incrementar la competencia empresarial? o ¿Lo hacemos desde nuestra perspectiva de trabajadores deseosos de obtener los privilegios de la regulación? Se trata de una cuestión relevante, pues además de que la mitad de la economía de un país se inscribe en su sector público, la otra mitad se configura en función de las reglas del juego que marquen las leyes.

Pues bien, si consideramos que la forma de actuar de los partidos políticos consiste en identificar a grupos sociales con interés definidos con el fin de poderles ofrecerles “promesas electorales”, podemos concluir fácilmente que, como casi nadie se identifica como consumidor y si como perteneciente a un sector productivo, las ofertas políticas potenciarán el corporativismo. Lo que tendrá como consecuencia una regulación de la actividad económica que la conduzca a la rigidez y a la pérdida de competitividad.

Esta dinámica corporativista, en la actualidad, se está desarrollando en el contexto de la economía muy vinculada con el exterior a través de una compleja red de interrelaciones comerciales. Lo que se traduce en una pérdida de posiciones en los correspondientes rankings.

Sin embargo, lo más grave es que para estimular la actividad y recuperar posiciones los gobiernos en lugar de afrontar las necesarias reformas que eliminen o reduzcan el paralizante corporativismo, optan por regar con fondos públicos la economía. Con lo que el resultado puede, perfectamente, convertirse en un fuerte estímulo de las importaciones que dificulte aún más el despegue de la actividad. Los fondos se dedicarán preferentemente a adquirir bienes y servicios producidos de una forma más eficiente y, por tanto, en el extranjero.

En definitiva, cuando la dinámica política lleva a contentar a las personas por su vertiente productiva en vez de por su papel como consumidores se acrecienta un corporativismo que dificulta la actividad económica por la pérdida de productividad y competitividad que lleva asociada.

 

martes, 17 de agosto de 2021

La enseñanza de la economía y Sísifo

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La enseñanza de la economía y Sísifo

La ciencia económica surge con el Estado-Nación, como un intento de dar respuestas a preguntas tales como: ¿En qué consiste verdaderamente la riqueza y la prosperidad?, ¿Se puede aumentar?, entonces sí es así ¿Cómo se puede hacer?, ¿Cuáles son los principales errores de los gobernantes? o, en definitiva, intentaba responder a la fundamental pregunta ¿Cómo gobernar? Es decir, se conformó como una ciencia que estudia las potenciales respuestas de la sociedad a la acción política. Por ello, los primeros tratados sobre la materia solían utilizar títulos como: “Principios de Economía Política”, o simplemente “Economía Política”. Es decir, la economía llevaba el apellido “política''.

Inicialmente, la nueva ciencia dio respuestas de tipo nacionalista, por ser estas más primitivas, simples e intuitivas, adecuadas a las preferencias de los monarcas absolutistas de los modernos estados-nación. Sin embargo, con el paso del tiempo, a medida que se profundiza en el estudio de la disciplina y la sociedad avanzaba, ésta se transforma, paso a paso, en más liberal. Luego, a finales del siglo XVIII con la triple revolución industrial, americana y francesa pasa a ser completamente liberal. Fijándose, sobre todo, en cómo en ambientes de libertad individual, los incentivos que tienen las personas para mejorar sus vidas devienen en mejoras colectivas. O, dicho de otra forma, la sociedad de hombres libres es una sociedad armoniosa en donde los distintos intereses de cada persona, o clase social, lejos de ser incompatibles entre sí, contribuyen al progreso común.

A pesar de los furibundos ataques que esta forma de pensar recibió desde las potentes trincheras marxistas, su éxito fue de tal magnitud que llegó a aceptarse como la “corriente principal” predicada desde los más importantes centros de difusión. Sobre todo, desde algunas cátedras de la Universidad de Cambridge, la gran cuna de los hombres fuertes. Una obra cuyo protagonista principal fue Alfred Marshall, quien decidió eliminar la palabra "política" de su prestigioso e influyente manual que bautizó como “Principios de Economía”. Situando así a la economía en un plano científico superior al político.

Sin embargo, a pesar de ello, los ataques al liberalismo no cesaron, sino que mutaron. Así, en los años treinta del siglo XX, el intervencionismo gubernamental antiliberal, es decir, las ansias de poder de los gobernantes y adláteres, contribuyeron a encumbrar al mediático J. M. Keynes con toda su estela de seguidores autodenominados macroeconómistas. Quienes optaron, sucesivamente, por la construcción de modelos matemáticos cada vez más complejos. Con ellos quedaron expulsados del debate los no iniciados, al tiempo que se convertía a los economistas académicos en algo así como en los hermanos menores de los genuinos matemáticos abstractos.

De esta forma, mientras una parte importante de las personas interesadas en los asuntos colectivos desea conocer los principios del pensamiento económico, con frecuencia, éste ha devenido en tan indescifrable que incluso son muchos los estudiantes universitarios de economía a los que les cuesta establecer el vínculo de sus carreras con la realidad. ¡Una auténtica lástima! De hecho, ahora es la sociedad entera la que está deseosa de conocer las respuestas que da la economía a muchas de sus cuestiones políticas del día a día. Pero como el mundo académico es incapaz de ofrecerlas, reaparecen charlatanes y embaucadores de todo pelaje que se enredan en discusiones que la ciencia zanjó hace mucho tiempo.

Por ello, desde hace tiempo sostengo, junto a las corrientes de pensamiento más genuinamente liberal, que la economía, o al menos una parte de ella, debería recuperar el apellido “política”. Quizás así dejaríamos de padecer el suplicio de Sísifo de tener que argumentar en contra de propuestas que han fallado una y otra vez a lo largo del tiempo, como es el caso de la constitución de empresas públicas de bienes básicos o el control de precios.

 

 

martes, 10 de agosto de 2021

Poder, Franco y la izquierda

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Poder, Franco y la izquierda.

El régimen nacionalista de Franco en materia económica estuvo orientado a organizar un enorme sector público que contemplaba ferrocarriles, minas, telecomunicaciones, distribución de petróleos y energía, transporte marítimo, aéreo y por carretera, además de varios sectores industriales relevantes. De hecho, para impulsar la industrialización en 1941 creó el Instituto Nacional de Industria que construyó, de forma directa, fábricas de aluminio, de nitrato, de camiones, de automóviles, grandes siderurgias, astilleros, refinerías, etc.

Controló, y limitó, los precios de muchos bienes básicos, congeló los alquileres y aceptó subidas salariales más allá de los incrementos de la productividad, como las promovidas por su populista ministro de trabajo Girón, quien también impulsó la institucionalización "paga doble" del verano. Utilizó lemas como el “ni un español sin hogar”, creando el Instituto Nacional de Vivienda y la Obra Sindical del Hogar, que se embarcaron en intensos programas de construcción de viviendas sociales. También instituyó un sistema de seguros sociales de tipo asistencialista. Y, lógicamente, nunca le hizo ascos a la inflación.

El corporativismo, le llevó a establecer una política netamente prohibicionista, en donde cada sector económico estaba cerrado y protegido de la competencia mediante claras, o sutiles, barreras de entrada.

Evitó, por todos los medios, cualquier intento de liberalización de la actividad económica.  Sólo aceptándolo cuando no le quedó más remedio por la quiebra del sistema. De hecho, inicialmente, para evitar el malestar que cualquier estancamiento económico conlleva utilizó profusamente la propaganda a través de unos medios de comunicación puestos a su servicio. Hasta 1960 España fue uno de los países más pobres de Europa.

Cuentan que cuando, ante la catástrofe económica que esa política estaba propiciando, Alberto Ullastres y Navarro Rubio presentaron al dictador el plan liberalizador de 1959, éste los despreció diciéndoles “Hagan ustedes lo que les dé la gana”. Como cuando el 12 de mayo de 2010 Zapatero anunció ante el Congreso, circunspecto y cabizbajo, el programa de ajustes y recortes más duro de nuestra generación, que dejaba de lado su buenísimo electoral.

¿Cuáles son las diferencias con las políticas económicas de los actuales gobiernos de coalición izquierdistas-nacionalistas de España o de Baleares? Ciertamente, las del franquismo guardan algo más que un parecido razonable con las predicadas por los aliados en el poder. De hecho, si no fuera por nuestra pertenencia a la UE serían casi como dos gotas de agua.

Y es que el intervencionismo tiene una larga trayectoria en España, mientras que en Baleares es un fenómeno más reciente por haber tenido una tradición algo más liberal, que se está perdiendo. Se trata de una corriente de opinión que históricamente ha sido promovida por las élites más próximas al poder. Los intelectuales intervencionistas eran los conservadores que defendían el statu quo que les beneficiaba. Sin embargo, desde la caída del Muro de Berlín y el consiguiente hundimiento del llamado socialismo real, la actual izquierda es la que ha abrazado esta forma de pensar y actuar, atrayendo a una parte importante de los capitanes empresariales y funcionariales ya instalados. El ansia de poder es el gran atractivo del intervencionismo.

Definitivamente, el poder es el poder, por lo que para los actuales dirigentes de las coaliciones izquierdistas-nacionalistas gobernantes Franco es sin duda una obsesión, pero en cuestiones económicas, por sus cuarenta años en el machito, es también una fuente de inspiración.

martes, 3 de agosto de 2021

No veo los telediarios

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No veo los telediarios

Desde pequeño mis padres me acostumbraron a que, a las nueve de la noche, la familia se situaba delante del televisor a ver las noticias, con cena o sin ella. Un hábito que, sin pensar demasiado, he mantenido hasta hace relativamente poco tiempo. Pues el telediario era esa ventana que te permitía ver los grandes acontecimientos colectivos. Era una forma de sentirte parte de la comunidad, de la nación o, incluso, de la humanidad.

Lógicamente sabíamos que las televisiones, públicas y privadas, tienen sus propios intereses. Que cuando cambia el gobierno también lo hace el director general de turno. Así que, igualmente de forma casi automática, también descontamos ese sesgo. Sin embargo, eran la única alternativa para ver la “foto del día”, tanto si se trataba de un terremoto, un golpe de estado, un accidente aéreo, un atentado, o la firma de un tratado de paz, o el ataque de risa de un líder mundial. Sabíamos que muchas de esas imágenes acabarían formando parte de una memoria compartida.

Pero ahora, con la difusión de Internet, hay muchas otras alternativas. Hay periodistas que, en vez de trabajar en un gran medio, con una determinada línea editorial, optan por montar el suyo propio y personal. Hay profesores universitarios que deciden compartir sus opiniones sobre los temas que conocen en profundidad. Hay abogados que analizan la producción legislativa y las principales sentencias con todo el rigor que les exige la exposición pública. Hay médicos relevantes capaces de argumentar, de forma comprensible, su particular punto de vista. Y, por supuesto, la “foto del día” está disponible desde distintos ángulos. En definitiva, en la red de redes si existe confrontación de opiniones. Y saltando de un canal a otro te sientes mucho más a salvo de cualquier tipo de manipulación.

Curiosamente, cuando ocurre esta explosión de oferta informativa, la mayoría de los telediarios de las grandes cadenas de comunicación han optado por transmitir básicamente la versión oficial, gubernamental, o políticamente correcta de los acontecimientos, utilizando una impostada neutralidad ideológica que, sin embargo, no llegan a camuflar. Es decir, han optado por intentar conformar una opinión favorable al poder y a la corrección política. Una fórmula que, de momento, les permite generar los ingresos necesarios para el mantenimiento de sus pesadas estructuras a pesar de la pérdida de espectadores, pues ciertamente es el poder quien tiene los grandes recursos.

Sin embargo, lentamente, parece que cada vez son más los telespectadores familiarizados con Internet a los que le puede ocurrir lo mismo que me está ocurriendo a mí, esto es, que ya apenas me interesan los telediarios. Prefiero buscar la información y la opinión a través de los nuevos medios alternativos. Me gusta más, me entretiene más, y, por fin, puedo ver puntos de vista diferentes, aunque los programas están realizados con unos presupuestos tan pequeños que no bastarían ni para el primer minuto de un noticiero oficial.

Todo esto me lleva a pensar que, tarde o temprano, esta situación resultará muy difícil de mantener. Las nuevas generaciones de nativos de red ya no esperan a las nueve de la noche para recibir información. Y, como el tiempo pasa, cada vez son numéricamente menos aquellos que continúan con la vieja costumbre.

Desde luego, a nadie le puede extrañar que los gobiernos y el poder ya estén intentando controlar la información que fluye por Internet, pero tengo la sensación que se trata de una tarea sumamente complicada a pesar de que puedan obtener algunos éxitos parciales.

En definitiva, un nuevo mundo está naciendo a pesar de que el viejo se resiste a morir. Ya están cambiando muchas cosas en la percepción de la realidad, tal como ya ocurrió con la irrupción de la radio o la televisión. La forma en cómo se jerarquiza y comparte la información y la opinión constituye uno de los pilares fundamentales de cualquier sociedad.