jueves, 30 de abril de 2020

7 semanas de confinamiento

Ya llevamos siete semanas de confinamiento; ya casi nos subimos por las paredes de nuestros domicilios.

Muchos pensábamos que este tiempo tenía que servir para hacer acopio de las necesarias mascarillas profilácticas y dar tiempo a realizar los test que nos diesen una imagen más o meno precisa de por donde anda el virus.

Sin embargo, no ha pasado ni una cosa ni la otra. Así que ahora el gobierno presenta un pretendido plan de des-escalada que en realidad parece una forma encubierta de continuar con el confinamiento, aunque ahora de forma algo atenuada, pues se le permite abrir a las empresas con un volumen de trabajo que hace imposible su apertura. Y se establecen todo un cúmulo de restricciones poco claras que llevarán a que mucha gente considere que continuar en casa (aunque sea dando algún que otro paseo) es la mejor opción.

De esta forma, en vez de una nueva prórroga que hubiese irritado muchísimo a una población que ya no puede más; que está cansada y harta de ver como sus vidas se van al garete, el Gobierno gana tiempo. De hecho, el confinamiento real continua hasta, de momento, finales de junio.

Una vez más da la sensación de que el Gobierno está mucho más preocupado por el marqueting y el relato que por la correcta gestión de la lucha contra el virus. 

Quizás con independencia de las acciones del gobierno, no de tiempo a conseguir mascarillas y a realizar los test. Ojala.

Y a todo lo anterior hoy se suma el dato aportado por el INE, una caída intertrimestrasl del -5,2% e interanual del -4,1%. Muchos ya nos preguntamos cuando nos va a costar cada uno cada día de demás de confinamiento.




sábado, 25 de abril de 2020

La intervención del precio de las mascarillas colapsa el mercado Los importadores advierten de que los fabricantes asiáticos derivan las ventas a otros países

Yo las mascarillas las compro a 1,21 euros. ¿Cómo las voy a vender a 0,96? Ya no puedo. Me han bloqueado. No se entiende ese precio de referencia». Así se queja, con amargor, Miriam Gómez, que compra material sanitario desde hace años a los grandes distribuidores españoles, para suministrarlas a través de su empresa. «Son mascarillas que ya estaban en los puntos de venta, y con poco margen», pero ahora pasarán a generar pérdidas, por el nuevo tope de precios que ha establecido el Ministerio de Sanidad. «A mí no me importaría venderlas temporalmente sin beneficio, a precio de coste, pero por debajo no puedo», remata.
Su caso es uno de los muchos que se están sucediendo ahora que el Gobierno ha fijado el precio máximo de venta al público de las mascarillas quirúrgicas. Es algo que ha golpeado a los distribuidores y, también, a los fabricantes del sector textil que las producen en España. Denuncian que el precio fijado (0,96 euros) apenas les da para cubrir costes y que así no les compensa fabricarlas. «Con ese precio no vamos a llegar, no es rentable, y algunas empresas abandonarán», señalan fuentes del Consejo Intertextil Español.
Las mascarillas higiénicas, más baratas a partir del domingo
Las mascarillas quirúrgicas desechables tendrán, a partir de hoy, un precio máximo de 0,96 euros (IVA incluido), mientras que los geles hidroalcohólicos tendrán precios en función del volumen que se adquiera. Hasta los 150 mililitros serán 0,021 euros por mililitro, y entre 150 y 300 mililitros, costarán 0,018 euros. Fijar estos precios «es coartar la libertad de mercado, es como si fijaran los precios de la vivienda», denuncian desde el Consejo Intertextil.
«Controlar el precio de venta está bien, pero la gente ha comprado en el mercado por encima del precio de ahora, ¿qué pueden hacer?», critican en una de las grandes empresas distribuidoras. «Las empresas nos conformaríamos con no perder dinero, pero para eso necesitamos que el Gobierno cubra la diferencia, como con las recetas», agregan. Es una propuesta muy extendida en el sector: que el stock de mascarillas quirúrgicas desechables generase una especie de subvención, aunque fuera temporal, que les permitiera a las empresas cubrir costes ante una regulación «sobrevenida». Además, denuncian que el mercado chino de provisión ahora se desviará a otros países, como EEUU, donde el precio no es «problema».
Lo cierto es que el precio de las mascarillas se había multiplicado en las farmacias, de manera que ahora se evitarán los «abusos», como aplaude el Consejo de Colegios de Médicos. Pero el presidente del Colegio de Farmacéuticos de MadridLuis González Díez, considera que su aplicación «llega tarde y castiga a muchos farmacéuticos que se han aprovisionado de mascarillas y geles para prestar un servicio de primera necesidad a la población en un momento en el que no existía ningún abastecimiento». «Ahora se les obliga a vender a pérdidas al no regularse con un tiempo suficiente como para dar salida al stock disponible», afea.
Un caso claro es el de Ortosan. Esta empresa de suministros clínicos ha colgado el siguiente comunicado en su web, en las páginas de compra de mascarillas quirúrgicas: «Debido a la orden del gobierno de vender estas mascarillas a 0,96 euros, nos vemos obligados a retirarlas de la venta ya que los fabricantes nacionales e internacionales ofrecen este producto muy por encima del precio estipulado. Disculpen las molestias». De hecho, la empresa ha borrado el precio original de este producto.

"NO SALE RENTABLE"

Mensaje de la empresa de suministros Ortosan.
Un operador del sector que fabrica productos sanitarios y que ya ha parado de venderlas explica que «se ha tomado la decisión porque no sale rentable. Nosotros no vivimos de vender mascarillas, pero tampoco vamos a perder dinero».
Antes de la pandemia, España compraba mascarillas a China. En nuestro país hay algunas empresas que las fabrican, pero son pocas como para absorber el pico de demanda actual. El precio de las mascarillas importadas a China se ha multiplicado por seis, denuncian varias asociaciones del sector, pues toda Europa y EEUU las demandan: «No podemos fabricar al mismo coste».
Fabricar una mascarilla en una empresa de pequeño tamaño suele costar más de un euro, por los costes de material, mano de obra (el extra asociado al material de seguridad y de prevención del coronavirus), logística y transporte.
Desde Acotex, la patronal textil, lo tienen claro: «Un euro no cubre estos gastos». «Muchas empresas lo han hecho al principio de manera solidaria y han cambiado sus líneas de producción, pero si tienes que ponerte a fabricar mascarillas porque hay sobredemanda ya no te compensa, porque tienes que invertir en gente y en maquinaria y necesitas precios de venta más altos».
«A este precio los fabricantes no van a llegar y, además, las empresas tampoco pueden exportar», insisten desde el Consejo Intertextil, que añaden que «se está coartando la libertad de mercado» y esto perjudica a las pymes: «Nos cortan las alas».
Y fuentes del sector de la perfumería y la cosmética alertan: «Los precios que se han fijado hacen que, en el medio plazo, pueda peligrar la capacidad de suministrar geles».

viernes, 24 de abril de 2020

Lo "público" y la historia. Por Gabriel Tortella en El Mundo

En primer lugar, quería hacer una aclaración sobre el intervencionismo económico, frecuentemente designado como lo público, que tantos partidarios tiene y ha tenido en nuestra historia. Esta corriente de opinión, que muchos consideran como de izquierda, ha sido desde siempre patrimonio de la derecha, y en particular de la derecha extrema. El sistema económico y comercial de nuestra época imperial era intervencionista y prohibicionista hasta tal extremo que Adam Smith, su crítico severo, lo expuso como paradigma de lo que él llamó el "sistema mercantil", que hoy abreviamos como mercantilismo (intervencionismo en comercio exterior). Smith consideraba, no sin razón, que el mercantilismo había contribuido poderosamente a la decadencia económica de España, tan pujante en el siglo XVI y tan estancada comparativamente en el XVIII.
Las críticas de Smith al intervencionismo y su exposición de las virtudes del mercado como mecanismo de asignación de recursos fueron recibidas con admiración y entusiasmo por la izquierda ilustrada española poco tiempo después de la publicación en Gran Bretaña de La riqueza de las naciones (1776). Quizá su más distinguido admirador fue Gaspar M. de Jovellanos, pero distó mucho de ser el único. Su Discurso sobre la Ley Agraria, que es una brillante propuesta para desamortizar la tierra, es decir, para romper las trabas feudales que impedían su desarrollo, y para dotarla de los mecanismos de mercado, muestra la influencia del pensamiento de Smith en nuestro mejor economista y ensayista social de su época. El Discurso fue el catecismo de los liberales españoles del siglo XIX y la desamortización una de las piezas centrales del programa del Partido Progresista, que logró imponerla trabajosamente a lo largo del siglo contra la encarnizada resistencia de la derecha.
Hoy, gracias al trabajo de varios historiadores, entre los que destaca Richard Herr, sabemos que la desamortización fue un elemento clave en los comienzos del crecimiento moderno de la economía española, que arrancó a ritmo lento pero firme a mediados del XIX, precisamente cuando esta reforma entró en vigor.
La otra gran semilla de discordia económica en el XIX fue la cuestión arancelaria. Los conservadores eran proteccionistas, los progresistas (menos los catalanes) defendían el librecambio. Predominó el proteccionismo, pero a mediados de siglo los progresistas se cobraron algunas victorias; la más sonada, el Arancel de 1869, moderadamente liberal, cuyo autor, el economista catalán Laureano Figuerola, uno de líderes de la Gloriosa Revolución de 1868 y de los fundadores de la Institución Libre de Enseñanza, fue tachado de traidor y renegado en su tierra. La abolición del Arancel Figuerola se convirtió en uno de los objetivos de los conservadores de fines de siglo.
Cánovas, que fue librecambista en su juventud, adoptó el proteccionismo y apadrinó el Arancel de 1891-2, fuertemente mercantilista. El proteccionismo quedó instalado definitivamente en nuestra economía hasta la accesión de España a la Unión Europea en 1986. Hoy sabemos (gracias sobre todo a los trabajos de Leandro Prados de la Escosura y Albert Carreras) que las dos décadas largas en que estuvo vigente el Arancel Figuerola fueron un período de respetable crecimiento de la economía española y que el crecimiento continuó, con inevitables altibajos, hasta la Guerra Civil, en parte porque varias depreciaciones de la peseta, la Primera Guerra Mundial, y otros avatares del accidentado primer tercio del siglo XX, en parte anularon el poder restrictivo de los aranceles al comercio exterior.
El régimen dictatorial y totalitario que salió de la Guerra Civil fue el más intervencionista de nuestra historia. Seguía en esto tanto la tradición de la derecha extrema española como las enseñanzas de sus patrocinadores, los regímenes totalitarios de Mussolini en Italia y Hitler en Alemania. La intención de los primeros gobiernos franquistas era controlar toda la economía. Los ministerios eran agencias de intervención y control en sus respectivas áreas, y la organización sindical dominaba férreamente el mercado de trabajo. Las relaciones económicas exteriores se redujeron a mínimos históricos. No en vano el régimen se proclamaba abiertamente totalitario, y si no controló aún más fue porque la ineficiencia y la corrupción ponían cortapisas, erráticas pero reales, al voraz afán intervencionista de los políticos. La derrota de las potencias del Eje en 1945 sembró el desconcierto en las filas franquistas, y desarboló a su ala más filonazi. Pero la inercia y la resistencia de los jerarcas franquistas a soltar las palancas del poder económico (el ansia de poder es uno de los grandes atractivos del intervencionismo), hicieron que en la posguerra España se convirtiera en una isla de fascismo económico en una Europa occidental que adoptó la democracia y la economía mixta, y que creció de manera fulminante en la era de los milagros económicos. La economía española iba a la rastra, con serios problemas de inflación y mala asignación de los recursos hasta que, en 1959, abocado el país a la suspensión de pagos y al estancamiento, un grupo de políticos y economistas convencieron al dictador de que había que cambiar radicalmente de política económica y dar un papel mayor al mercado.
Franco accedió a regañadientes. "Hagan ustedes lo que les dé la gana", cuentan que dijo, arrojando con despecho los documentos que le habían dado a leer los ministros Navarro Rubio y Ullastres. Lo que siguió fue el famoso Plan de Estabilización de 1959, que liberalizó notablemente (no totalmente) la economía y que fue seguido de un decenio largo de crecimiento a ritmos sin precedentes (el milagro español). Franco luego se atribuyó los méritos del plan que tanto se había resistido a admitir, resistencia que costó años de retraso. Los políticos son así.
Franco murió en circunstancias domésticas e internacionales muy complicadas, pero los protagonistas de la Transición tuvieron la clarividencia y la firmeza no sólo de mantener el relativo liberalismo del Plan de Estabilización, sino de profundizar en él. Para esto fueron cruciales los Pactos de la Moncloa, hoy tan traídos y llevados, pero que entonces sirvieron para liberalizar más la economía y para evitar que las disensiones que podía causar la crisis que entonces azotaba al mundo, y a España especialmente, hicieran descarrilar la apertura. Entre otras razones para promover esta apertura estaba el ser requisito inexcusable para la entrada en la UE. "La única etapa consistente de liberalización económica en la historia de España coincide con los gobiernos socialistas", ha dicho Felipe González con poca exageración. Gracias a tal firmeza y clarividencia, a la crisis siguieron dos decenios largos de crecimiento (con altibajos, como siempre) que continuaron y consolidaron los logros del Plan de Estabilización y que sólo se interrumpieron en 2007.
En definitiva, una ojeada a nuestra historia económica demuestra que la desconfianza hacia los mecanismos de mercado, tan arraigada entre nuestra derecha extrema y nuestros fascistas, ha sido una traba constante al crecimiento económico, y que los períodos en que se ha dejado actuar al mercado han producido las más altas tasas de crecimiento. La economía española hoy, y esta situación subsistirá cuando termine la pandemia, tiene serios problemas; pero éstos son de los que requieren mercados más competitivos, no más intervenidos. El historial de las empresas públicas, con honrosas pero escasas excepciones, es pésimo: tienden a convertirse en refugio de burócratas, políticos retirados, y simples enchufados (Sánchez sabe mucho de esto), cuya productividad está por debajo de sus ingresos y que terminan por ahondar el déficit público y hundir la competitividad. Esto se vio palmariamente durante el franquismo, tras cuyo fin costó mucho a varios ministros socialistas (BoyerSolchaga) librarnos de los restos de la impedimenta intervencionista y de los dinosaurios de lo público que aquel régimen nos legó.
Unidas Podemos tiene gran fe en lo público en economía, pero sus líderes no son paradigmas de erudición. Sus lamentables currículos universitarios y científicos lo muestran bien a las claras. Ellos quieren traernos un nuevo franquismo con ribetes progres, sin tener conocimiento de lo que fue aquella economía. No debemos permitir más intervencionismo ni más empresa pública (aún queda demasiada), que ni funcionó en España, ni funcionó en la Unión Soviética, ni funciona (dios nos libre) en Venezuela y Cuba. Si realmente queremos que la economía se recupere en el futuro, lo que se necesita es infundir confianza en sus posibilidades y allegar grandes inyecciones de inversión. Las recetas de UP son exactamente lo contrario de lo indicado. Después de la pandemia del coronavirus, serían lo único que nos faltaría para hundirnos en la miseria.
Gabriel Tortella es economista e historiador. Entre sus libros se cuenta El desarrollo de la España contemporánea (coautora Clara Eugenia Núñez; Alianza).

miércoles, 22 de abril de 2020

Chibuto se ha ido

A primera hora de la mañana de hoy se nos ha ido mi tio Chibuto, una persona alegre y entrañable. Hace tiempo que a salud le fallaba, y en los últimos días el maldito bicho le ha encontrado debilitado.



En la foto, de principios de los años 60's, está divirtiéndose con un grupo de amigos. El que sostiene los palillos es Walter Klein. Con ambos he compartido muchos momentos. ¡Descansa en paz tio Chibuto!

martes, 21 de abril de 2020

Los Pactos de la Moncloa vistos por Lorenzo Bernaddo de Quirós

Este acuerdo se contempla hoy como una patriótica operación de Estado. Los partidos, la patronal y los sindicatos antepusieron sus intereses para salvar del desastre a la economía. Ahora, desde numerosos ámbitos de la opinión se aboga por una repetición de esa fórmula para afrontar la crisis derivada del covid-19. Ante esa iniciativa es importante recordar las implicaciones que aquel patriótico gesto tuvo.
Los Pactos de la Moncloa sirvieron para yugular una inflación galopante, pero no lograron iniciar una dinámica de reducción progresiva de ese desequilibrio y sentaron los cimientos de esa práctica perversa consistente en comprar la "paz social" a cambio de más gasto público. El coste presupuestario del acuerdo monclovita fue del 1% del PIB y se vio acompañado por una serie de medidas laborales que acabaron con cualquier expectativa de liberalizar el mercado de trabajo y fueron una causa eficiente del acelerado aumento del desempleo. El Estatuto de los Trabajadores de 1979, un subproducto de los Pactos, consagró unas instituciones laborales rígidas, responsables de la persistencia durante las casi cuatro décadas siguientes de una elevada tasa de paro.
En los años posteriores al acuerdo, España fue incapaz de superar la estanflación por culpa del keynesianismo macro y el intervencionismo micro, compartido por todos los partidos e inspirador del diseño y ejecución de las políticas socialdemócratas de la UCD. Así, se cuestionaba el origen monetario de la inflación y se atribuía su crecimiento a la evolución de otras variables, como el alza del petróleo y los salarios. En coherencia con esa concepción, el Banco de España, dependiente entonces del Ejecutivo, desplegó una estrategia monetaria acomodaticia entre 1977 y 1982. El aumento de la cantidad de dinero en circulación se mantuvo siempre por encima del de la economía, lo que explica la persistencia de una alta tasa de inflación (14,6%) durante todo ese período.
La política de rentas, piedra angular de los Pactos y sus secuelas, era el eufemismo empleado para designar el control de precios y sueldos. Sus resultados fueron los contrarios a los esperados. Ni sirvió para moderar la evolución salarial ni para combatir la inflación. Su principal aportación fue perpetuar la falta de flexibilidad del mercado laboral, distorsionar los precios relativos de la mano de obra y agudizar la rigidez salarial. Entre 1977 y 1982, los salarios reales por hora trabajada crecieron un increíble 85%. La remuneración por asalariado lo hizo un 26,8% en 1977 para, gracias a los Pactos, descender a la "moderada tasa del 24,8% en 1978. Esa brecha tan acusada entre el comportamiento salarial de la economía española y el que correspondería al nivel de equilibrio del mercado de trabajo provocó una escalada del paro y una crónica incapacidad de generar empleo. En los dos años posteriores a los Pactos, la tasa de crecimiento del empleo tuvo signo negativo y así persistió hasta 1986. Pero ahí no termina la historia...
Los Pactos de la Moncloa inauguraron y pusieron las bases para la gran expansión del gasto público y la presión fiscal que tuvo lugar en los años siguientes. El vertiginoso aumento de los desembolsos estatales nada tuvo que ver con la imagen de un Estado suministrador de bienes y servicios públicos, constructor de equipamientos sociales o inversor, sino con una máquina orientada a la redistribución, al consumo y a la compra de soporte sociopolítico para los Gobiernos de la UCD. Otra de las derivaciones de los Pactos fue la reforma fiscal de Fernández Ordóñez-Fuentes Quintana, inspirada en el Informe Carter, cuyos principios se basaban en las ideas de la fiscalidad keynesiana, que ya estaban en retirada en los países desarrollados, cuando se convirtieron en una realidad en Hispania.
En suma, la idea según la cual un gran acuerdo nacional entre el Gobierno, las fuerzas sociales y políticas fue y es una pócima mágica para superar la crisis no resiste el menor análisis teórico, empírico e histórico. En cualquier caso, un pacto de esas características puede ser bueno, malo o regular. No tiene valor intrínseco. Depende de sus contenidos. En las actuales circunstancias, ¿alguien en su sano juicio puede pensar que es posible llegar a un pacto capaz de poner en marcha la política económica que se necesita para salir de la crisis con este Gobierno? ¿Deben la oposición y la patronal dar su plácet a la estrategia de estatificación de la economía nacional o contentarse con moderar esa tendencia para evitar males mayores?
La respuesta a esas preguntas es negativa. Quien no sea consciente de que en el postcovid-19 habrá que optar entre un sistema sustancialmente colectivizado y uno de libre empresa no está entendiendo nada. Por añadidura, ni este PSOE es el de 1977 ni Unidas Podemos es el PCE de la Transición. Por tanto, quien esté dispuesto a convalidar un modelo insostenible, incapaz de sacarnos de la crisis y sentar las bases de la recuperación, cometerá un grave error de percepción e incurrirá en una enorme responsabilidad. España está en una encrucijada decisiva y la misión de la oposición no consiste en ser el compañero de viaje de este Gobierno, sino en plantearle una alternativa que permita superar la situación a la que su estrategia económica nos conduce. Esta tarea quizá sea ingrata y desagradable, pero es la que toca.

jueves, 16 de abril de 2020

Un mes de confinamiento por el coronavirus

Ayer se cumplió el primer mes de confinamiento para combatir la pandemia del coronavirus. Así que es un buen momento para hacer un pequeño resumen personal de lo más destacado:


  1. Cuando se produce un acontecimiento imprevisto, es muy notable la incapacidad de dar una respuesta rápida por parte de la sociedad. Lo que nos lleva a la conclusión que no existe algo así como "estado del bienestar" o "protección total desde la cuna a la tumba". La completa desorientación ha sido la característica más destacable de como se ha enfocado el tema desde los distintos estamentos. El resultado es que está siendo mucho más devastador de lo que podíamos imaginar.
  2. La gestión ha resultado extraña. Desde el principio se sabe que el virus se transmite de persona a persona por las gotículas que se expulsan por la boca y naríz, aunque también se mantiene vivo en determinadas superficies durante bastante tiempo. Por ello, resultó muy raro que al principio se dijese que las mascarillas profilácticas no servían y que no se pusiese énfasis de forma inmediata en que la población las consiguiese. En vez de eso se optó -al modo populista- por centralizar las compras en un único organismo del gobierno, que, como era de esperar está resultando del todo inoperante. Por otro lado, también parece obvio que es importante conocer quien es portador de virus y quien no, lo que requiere hacer test masivos. Sin embargo, como en el caso anterior el gobierno optó por a centralización de las compras. Con el resultado de que tampoco se han adquirido. Es más, en este caso, se nos enteramos del hecho bochornoso de que el Gobierno había comprado una partida de más de 650.000 test inútiles.Hoy todavía hay una carencia absoluta de ambo productos. Quizás se pueda pensar que si la propia población hubiese asumido la adquisición de ambos materiales, a día de hoy, la epidemia podría estar más controlada.
  3. El resultado de lo anterior es que el confinamiento se ha alargado por dos ocasiones y hay riesgo de que se tenga que alargar más por la falta de mascarillas y tests.
  4. No se entiende que la escusa sea que los mercados están tensionados. Pues es lógico que ante un brutal aumento de la demanda los precios suban, pero eso, cualquier estudiante de primero de economía sabe que permite que el material acabe en las manos más necesitadas.
  5. Ha resultado muy llamativo como este desgraciado hecho ha elevado la confrontación ideológica del debate político. Los sectores más radicales, con frecuencia ocupando puestos de poder, han aprovechado la ocasión para hacer prevalecer su relato, tal como ya paso en con la crisis económica de 2008. Por lo que todo hace pensar en una nueva escalada del mensaje populista. Por su parte, los elementos más moderados siempre muestran más dificultad para hacerse oír. 
  6. El confinamiento nos aboca a una aguda crisis económica, que como todas, puede desembocar en conflictos sociales. En este sentido, si ha sido una suerte haber superado la anterior, puesto, que en mayor o menor medida no nos coge tan de imprevisto. En algunas ocasiones porque se crearon instituciones que ahora nos protegen y, en otras, por el simple hecho de haber acumulado la experiencia. No obstante, la escalada del mensaje populista nos puede llevar a una situación mucho peor. 
  7. La ciencia necesita sus tiempos, por lo que no es esperable que se obtenga un tratamiento efectivo en menos de dos años.
  8. Esta crisis coincide con un repunte de capacidad de utilizar las tecnologías de la comunicación. De hecho, coincide con el inicio del despliegue del llamado 5G. Lo que hace prever que su mayor potencia se encontrará con una gran parte de los potenciales usuarios ya están entrenados y capacitados para utilizarla desde el primer momento. Todo indica que, en este sentido, los cambios serán acelerados y radicales.
  9. Ahora bien, el grueso de esa tecnología, por vez primera, no proviene de una democracia como los EEUU, sino de una dictadura con cultura de élite gobernante como es el caso de China. Es decir, la tecnología debilita el papel de la democracia como referente; y potencia el papel ejemplarizante de un estado autoritario..Además, de hacer posible muchos más controles sobre el conjunto de la población. Por ello, el miedo a que los populismos acaben debilitando a la democracia, con la contribución de la tecnología, es un miedo real que se refuerza con el transformación geopolítica.
  10. El populismo actúa construyendo un enemigo a batir (un chivo espiatorio): el neoliberalismo, el mercado y la globalización, y la promesa de un cielo: la república. Ambos elemento están siendo muy utilizados por los populistas, ahora con la ventaja de que emplean también el enorme poder del Estado.
  11. La crisis económica que ya tenemos encima, se podría superar de forma rápida dejando más margen a la creatividad y flexibilidad característico del capitalismo. Desde los poderes públicos la actuación que parece correcta es preservar esas características mediante los instrumentos que están bajo su control. No obstante, o dicho en el apartado anterior hace que el riesgo de que no sea así y que la crisis se prolongue el tiempo pueda ser considerado un riesgo real. Combatir el populismo con argumento es extremadamente difícil puesto que se aprovechan de la llamada "ignorancia racional". Una vez puesto en marcha el proceso es muy difícil pararlo. Ya lo hemos vivido en Cataluña, en donde no les sirvió de mucho ni tan siquiera su buen nivel cultural; ahora lo estamos viviendo en el conjunto de la nación.
  12. En definitiva, estamos palpando que el mito de la seguridad por la actuación del Estado, es sólo eso, un mito. Todo puede cambiar, se puede mover el suelo bajo nuestros pies, la seguridad sólo se puede alcanzar mediante una sólida escala de valores que nos proporcione más seguridad en nosotros mismos, tal como siempre ha ocurrido a lo largo de la historia. No deberíamos aceptar mayores pérdidas de libertad, ni tan siquiera en aras a ganar una sensación de seguridad, que, a buen seguro, será falsa.