martes, 28 de noviembre de 2023

Sin inflación Sánchez no sería el presidente

 mallorcadiario.com

Sin inflación Sánchez no sería el presidente

El populismo clientelista necesita más recursos de los que se obtienen por medio de la recaudación tributaria ordinaria. Los políticos nacionalistas catalanes han sido unos maestros aventajados en esta materia, favoreciendo con generosidad a todo aquel que secunda su relato, gracias a la “restricción presupuestaria blanda” que permite el sistema de financiación autonómico. La Argentina, partidaria del ideario de Juan Domingo Perón, se resistirá con algo más que con uñas y dientes, a las iniciativas anti-inflacionistas anunciadas por su nuevo flamante presidente, seguidor de la Escuela Austríaca de Economía. En el País de la Plata la “restricción presupuestaria blanda” se materializa, precisamente, mediante el recurso a la emisión monetaria una vez agotadas sus posibilidades de crédito.

En este sentido, no es casualidad que Pedro Sánchez imite, y pacte, su acción política con el nacionalismo secesionista catalán, ni que simultáneamente apoye públicamente al candidato peronista Sergio Massa. Pues la forma de gobernar, del renovado presidente español, -una mezcla de clientelismo populista con corporativismo empresarial-, también necesita de una “restricción presupuestaria blanda” para crear la sensación de contar con un líder capaz de manejar un estado omnipotente.

Efectivamente, la inflación es un fenómeno monetario que otorga un poder inmenso, casi ilimitado, a quien posee la capacidad de crear dinero, o de recibirlo en primer lugar. Pues, permite que los gobiernos gasten más y más sin necesidad de tener que incrementar los tributos en magnitudes equivalentes. Con la inflación el gobernante puede esquivar uno de los controles parlamentarios más esenciales: el presupuestario-tributario.

Es cierto que, en el caso de los países miembros de la Unión Europea, el poder de crear dinero está en manos del Banco Central Europeo. Un organismo que estatutariamente goza de independencia con el objetivo declarado, precisamente, de evitar la inflación en refuerzo de la democracia más genuina. Sin embargo, ante la inestabilidad social experimentada con la crisis de 2008, poco a poco, la institución emisora ha ido dando preferencia efectiva al apoyo a los gobiernos nacionales, con independencia del tipo de política que éstos realizan. La siguiente crisis, derivada de la forma en que se gestionó la pandemia, no ha hecho sino corroborar esta línea de actuación del instituto monetario.

Por todo ello, sostengo que, si bien no se puede afirmar que Sánchez haya recurrido a la inflación, sí que la ha aprovechado para convertirse en el tipo de presidente que es. O, dicho de otra forma, sin la inflación Sánchez no sería presidente. Sin los ingentes recursos que el Banco Central Europeo detrae a los ciudadanos comunitarios en forma de degradación del Euro (sin ningún tipo de control parlamentario), los gobiernos se tendrían que haber ajustado sus respectivos presupuestos, es decir, a sus posibilidades reales, que por supuesto son limitadas.

Sin inflación el peronismo, sencillamente, no es posible. Y sin un sistema de financiación autonómica, que cree la ficción de una “restricción presupuestaria blanda”, el nacionalismo catalán tendría que ser mucho más responsable. Por cierto, esta blandura ahora se agranda muy notablemente con amnistías, rebajas de penas y condonaciones de la deuda.

En definitiva, como el sueño dorado de cualquier populista es poder saltarse los controles democráticos, incluido el principal encarnado en el propio parlamento, y como la inflación es el elemento que lo permite, al convertir en papel mojado cualquier restricción presupuestaria, se puede concluir que este fenómeno económico socava el correcto funcionamiento de las instituciones democracias.

Concluyo, por tanto, inclinándome a pensar, como ya he señalado, que Sánchez no es la causa del deterioro de nuestras instituciones políticas, sino el resultado de una trayectoria de las altas instancias europeas mucho más complacientes con las demandas de los gobernantes que con las de sus ciudadanos.

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