martes, 21 de noviembre de 2023

Analizando al votante socialista

 Analizando al votante socialista

 mallorcadiario.com

Aunque en tiempos remotos voté socialista, hace décadas que dejé de hacerlo, situándome desde entonces en el espacio político de la derecha liberal, que, para mí, es sinónimo, sobre todo, de tolerancia. Quizás por eso, de tanto en tanto, intento reflexionar acerca de las motivaciones electorales alternativas. Además, por mi afición a la tertulia distendida, tengo la suerte de poder confrontar con las opiniones del votante izquierdista. Por supuesto, no pretendo hacer un estudio sociológico, sino simplemente organizar mi opinión personal sobre las motivaciones que percibo.

Pues bien, descartados aquellos que tienen un interés directo en la victoria del PSOE (por ejemplo, por ir en listas o esperar un cargo o un contrato) y aquellos otros que votan socialista “porque es su partido”, de forma similar a aquellos aficionados al fútbol que son del Madrid o del Barcelona, la inmensa mayoría lo vota por considerarlo la opción política que creen que mejor representa.

Pienso que la principal idea que les caracteriza es la de considerar que la organización social no debe realizarse en función de consideraciones mercantiles. O, dicho de otra forma, que la economía tiene que estar supeditada a la voluntad del poder político. Es por eso que aceptan de buen grado las injerencias gubernativas, aunque éstas conlleven una disminución de sus márgenes de actuación y, por supuesto, de las posibilidades del crecimiento económico; tal como pudimos comprobar durante la gestión de la pandemia. Esa misma motivación también les lleva a poner menos atención, que otros, en la marcha de las principales macromagnitudes del tipo déficit, deuda, PIB, etc, tal como ocurrió con el emblemático debate Pizarro-Solbes. De hecho, hasta que el empobrecimiento se manifieste con contundencia tenderán a aceptarlo, tal como ocurre en muchos países socialistas.

Desde luego, piensan que la voluntad política se plasma en leyes jurídicas, pero estás no tienen que convertirse en limitadoras absolutas de la voluntad de quien las ha alumbrado. El poder político tiene que prevalecer. Sobre todo, cuando se dan circunstancias extraordinarias como ocurrió con el COVID o ahora con los necesarios votos de Junts. No obstante, son conscientes de que se trata de una esas contradicciones con las que no hay más remedio que bregar, sin plantearse qué ocurriría si lo hiciese el adversario.

Prefieren poner énfasis en grandes metas comunes aceptadas como mayoritarias. Pues, aunque éstas sean notablemente abstractas, juegan el papel de utopías colectivas similares a las que configuraron el nacimiento del prístino socialismo Así, detener el cambio climático, atajar la desigualdad, fomentar la diversidad, etc., son los objetivos que más les motivan, con independencia de sus repercusiones económicas y de otro tipo. Incluso, estas ideas les proporcionan el confort de lo compartido, y, así mismo, les sirven como guía relajante en su día a día personal. Conducir un coche eléctrico, montar en bicicleta, regalar una muñeca a un hijo varón, o ponerle zanahorias y pimiento blanco en la merienda escolar, son actuaciones que les resultan especialmente gratificantes por acercarles al deseado objetivo. De igual manera, también sienten una considerable satisfacción sí el gobierno se las impone coercitivamente a sus vecinos. De hecho, están convencidos que la libertad individual tiene que estar supeditada a tales fines.

Siguiendo esta misma línea, en materia de servicios públicos, con frecuencia, piensan que es más importante la titularidad de los mismos que los resultados obtenidos. Así, los medios de comunicación socialista, para juzgar una determinada gestión de los mismos, pondrán más énfasis en casos particulares elevados a la categoría de característicos, en vez de en los indicadores contrastados. De igual forma, la implementación del Salario Mínimo Vital genera más proporción de votos izquierdistas entre aquellos que no la perciben que entre sus destinatarios. La ley, del sólo sí es sí, y otras feministas, las perciben cómo avances con total independencia de sus consecuencias.

El que los gobiernos izquierdistas se autodenominen de progreso, no sólo es para atraer votantes, sino también porque muchos de ellos, sinceramente, creen militar en el avance de la historia. Con frecuencia valoran muy poco las tradiciones propias de la cultura occidental, prefiriendo aquellas vinculadas a nuevos nacionalismos o indigenismos, pues las sienten menos contaminadas. De esta forma, consideran que algunas de nuestras instituciones más básicas han de ser superadas, por muy arraigadas que estén. Tal puede ser el caso de la familia, de las fiestas religiosas, o del concepto de comunidad nacional, etc. Incluso pueden llegar a pensar que todo aquel no sigue sus pautas es una rémora en el camino hacia la utopía. Sus líderes, imbuidos de técnicas de marketing, optarán por calificarlos de negacionistas o, en el extremo, de fachas, términos que, gracias a Dios, son todavía poco utilizados por los simples votantes.

No obstante, aceptan de muy buen grado el énfasis puesto en la propaganda y el control de los medios de comunicación por parte de su partido, pues en cualquier caso son partidarios de remover el pensamiento de los discrepantes para poder alcanzar, con la urgencia requerida, sus elevados objetivos. Tampoco muestran rechazo a las técnicas de ingeniería social.

En definitiva, pienso que el votante socialista, -el que no está directamente involucrado en el triunfo del PSOE-, prefiere una sociedad ordenada por un líder que, a modo de rey-filósofo platónico, sea capaz de entender las preferencias sociales del momento, para así imponer el rumbo colectivo a seguir por todos. Rechazando, claro está, la idea de la mano invisible de Adam Smith, según la cual puede existir una armonía espontánea entre los distintos grupos sociales basada en la libertad de poder establecer cada uno sus objetivos individuales.

Por todo lo anterior, desde el respeto al votante socialista, aunque también desde la discrepancia, me inclino a pensar que los cambios de opinión de su actual voluble líder, no tendrán consecuencias electorales relevantes mientras éstas no modifiquen los utópicos objetivos que gustan perseguir.

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