martes, 7 de noviembre de 2023

El crecimiento económico fue un empujón para la democracia

 El crecimiento económico fue un empujón para la democracia

 mallorcadiario.com

En nuestra historia común más reciente hay una efeméride de gran importancia que, sin embargo, no se quiere recordar por haber ocurrido durante el franquismo. Me refiero al Plan de Estabilización de 1959 que cambió el rumbo de nuestro país, y, por descontado, el de nuestro archipiélago. Alberto Ullastres, Mariano Rubio, López Rodó y otros tecnócratas de la época imprimieron un giro crucial a la maltrecha economía del momento. Lo hicieron a pesar de la resistencia de buena parte del régimen y de las reticencias del propio General, pues fueron esas reformas las que generaron una creciente demanda de más libertad y participación que acabaría desembocando en la actual democracia.

La liberalización que entonces se puso en marcha, -inspirada en las actuaciones alemanas de Ludwig Ergard en 1948-, promovió una clara mejora de las condiciones de vida materiales de la sociedad española. Europa se convirtió en el horizonte hacia el que navegar. El crecimiento del PIB alcanzó guarismos que ahora consideraríamos asiáticos, sacando de la pobreza a amplias capas de la población y permitiendo un ascenso social colectivo que, lógicamente, se tradujo en un deseo de más cultura y participación política.

El cambio de régimen se produjo en medio de la tormentosa crisis inflacionaria de los setenta, en buena medida, porque nadie estaba dispuesto a volver atrás. Así, los miembros de los primeros gobiernos de la nueva democracia siguieron impulsando más reformas económicas, en la misma dirección de aquellas anteriores capitaneadas por los viejos tecnócratas que habían sido sus maestros. Paralelamente el sistema democrático se continuó afianzando a medida que el PIB prolongaba su etapa de crecimiento, aunque, lógicamente, de forma más moderada.

El nuevo siglo, con la crisis de 2008, acabaría desviando esa trayectoria virtuosa de más crecimiento y más democracia. Es cierto que la rectificación del presidente Zapatero, su posterior sustitución por la mayoría absoluta de Mariano Rajoy y los principios básicos que todavía guiaban la política económica UE, a muchos nos hicieron pensar que el desvío era sólo momentáneo. Ingenuamente creímos que las reformas pertinentes se podían llevar a cabo, sobre todo porque compartimos un buen acervo de experiencias acumuladas. No fue así.

El famoso “whatever it takesde Mario Draghi sirvió para que los gobiernos de la Unión abandonaran sus pretensiones reformistas. Europa, con el único y extraño liderazgo del gobernador italiano del BCE, poco a poco fue recuperando las viejas fórmulas monetarias que favorecen el poder de los ministros y primeros ministros en detrimento de la gente. Por ello, seguramente, la Unión también fue dejando de ser aquel horizonte hacia el que fijar el rumbo nacional, el Brexit parecía confirmarlo.

A partir de 2015, la irrupción de nuevos partidos de corte más extremista, socavó mucho más el binomio crecimiento y democracia. No tan sólo fue así, sino que incluso se inició un proceso de cambio en el mismísimo concepto de democracia. De esta manera, las fórmulas para alcanzar el crecimiento económico, lentamente comenzaron a salir fuera del centro del debate público; el propio objetivo solo se menciona para ser cuestionado. Al mismo tiempo la democracia va dejando de basarse en los fundamentos de la libertad individual.

Pienso que no es casualidad la simultaneidad de ambos fenómenos. Los objetivos de la Agenda 2030, loables en principio, se utilizan a modo de dogmas religiosos que impiden el debate y permiten marginar al disidente calificándolo de negacioncita, y facultando a la política, y a sus dirigentes, a invadir más y más áreas que la democracia genuina antes consideraba privadas.

El estancamiento económico hace aflorar los intereses antagónicos de los distintos grupos sociales, lo que lleva a que cada uno de ellos intente imponer su narrativa en beneficio propio. El debilitamiento de las instituciones democráticas convierte la lucha en un peligroso juego en el que el perdedor corre el riesgo cierto de salir del tablero.

En definitiva, la novedad que nos ha traído la segunda década del siglo XXI es la ruptura del binomio crecimiento-democracia, así como la pérdida de los contornos definidos en el horizonte europeo, dificultando fijar el rumbo. El viejo impulso económico de 1959, que se convirtió en el primer paso hacia la democracia en España, está desvaneciendo.

No hay comentarios: