martes, 14 de marzo de 2023

La utilización política del victimismo

La utilización política del victimismo

mallorcadiario

En un ambiente encuadrado en el marco mental buenista en el que lo nominal tiene más importancia que lo real, se puede despreciar la “teoría de las consecuencias no intencionadas” de las decisiones públicas. Pues, precisamente, la intención es más importante que los resultados. De esta forma, ante cualquier conflicto o fenómeno social no se tienen porqué analizar los problemas desde óptica completa y global, sino que basta con ponerse en el lado de las víctimas para no equivocarse nunca.

La víctima, por el mero hecho de serlo y más allá de como sea la compleja realidad, tiene prestigio, porque de alguna manera se convierte, a los ojos de los demás, en una especie de luchador contra el mal. Un mal que, por supuesto, subliminalmente se puede atribuir siempre al adversario político, sobre todo si no se concreta en ninguna persona con nombres y apellidos. Al mismo tiempo, la ofensa destacada produce la unión entre todos aquellas que se puedan situar a este lado de la raya imaginaria establecida. Es por esto que la utilización del victimismo es uno de los instrumentos más utilizados por el populismo, esto es, por aquellos políticos con afán de poder permanente.

En España el populismo tuvo en Jordi Pujol ha su líder más emblemático y reconocido. Auténtico maestro en la creación de un marco mental victimista. Por su parte el nacionalismo vasco hizo lo propio, aunque la utilización de la violencia llegó a poner en riesgo la estrategia. La izquierda post-socialdemócrata ha encontrado en el victimismo de las mujeres un maná electoral, con menor éxito también prueba con las víctimas del régimen político de hace cincuenta años. La izquierda radical, por su parte, intenta hacer lo propio con los animales, con la infancia y con otros colectivos de diferente orientación sexual.

La utilización política del victimismo, una vez ganadas las elecciones, se traduce en la creación de una red clientelar para la defensa del idioma y los valores considerados nacionales o para la promoción del feminismo o de la memoria, o para los cursos para poder tener mascota, etc. Cada vez más profesionales pueden encontrar su razón de ser en los nuevos campos laborales de ayuda a las víctimas de su especialidad. Más gente trabajando estos nuevos sectores tienen a identificar nuevos agravios que antes pasaban desapercibidos.

Por otro lado, este tipo de populismo rompe con el concepto genuinamente occidental de igualdad ante ley para pasar a legislar otorgando algún tipo de privilegio (ley privada) a las víctimas identificadas. Por supuesto, en la sociedad estos colectivos señalados pueden ser víctimas reales, aunque también lo pueden ser otros que no se quieren utilizar. De hecho, cuando el colectivo en cuestión no interesa electoralmente esas víctimas son invisibles. Se convierten en trasparentes. Es lo que ocurre con las víctimas del terrorismo cuando a los atentados se les rebautiza con “accidentes”. O con los constitucionalistas catalanes o con los varones que sufren denuncias falsas, etc.

La creación de instituciones para la defensa de los colectivos victimizados asegura a sus promotores dos cosas: en primer lugar, un refugio laboral para cuando se pierdan las elecciones, y también una plataforma de influencia mediática para cuando eso suceda.

Así, por ejemplo, cuando el nacionalismo pierde el poder resulta imposible revertir sus políticas. Llegando al extremo que ni tan siquiera se pudo hacer con la aplicación del artículo 155 de la constitución. En cualquier caso, el problema que dicen pretender resolver, nunca se resuelve, pues lo fundamental es el mantenimiento del discurso y no la resolución del problema denunciado.

La utilización de la victimización algunos de los últimos procesos electorales han llegado al paroxismo exhibieron cartas con balas o ensangrentadas en un intento de auto-convertirse en víctimas de supuestos poderes ocultos, que, por supuesto, nunca se desvelarán, a pesar de que quien las exhibe ostente el poder suficiente para hacerlo.

La trampa de esta utilización torticera, parcial y demagógica del victimismo está horadando los principios fundamentales de las democracias occidentales y, claro está, también de la española, sin que se vislumbre ningún tipo de alternativa, pues, como decíamos al principio, quien apoya a las víctimas identificadas nunca se equivoca.

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