martes, 26 de julio de 2022

La nueva política que ha traído la izquierda

 La nueva política que ha traído la izquierda

mallorcadiario.com

La nueva política que ha llegado de la mano de la izquierda ya no va de resolver conflictos entre los distintos intereses contrapuestos en la sociedad, sino de influir en la forma de pensar de los votantes. Una transformación que pone muy difícil la alternancia, a pesar de los negativos efectos sociales que se están produciendo.

Los partidos políticos tradicionalmente eran el resultado de organizar las corrientes de opinión de un país, tanto para la elección de los problemas como de posibles sus soluciones. Para ambos cometidos seleccionan, a través de una mezcla de méritos, lealtades y relaciones informales a sus élites dirigentes. Lo que los lleva a conformar programas electores completos cerrados y coherentes que se ofrecían como una especie de pacto con sus electores. Todo esto para la nueva izquierda ya no es así.

La crisis ideológica que han experimentado en las últimas décadas, así como su incapacidad para afrontar las crisis económicas, unida a las electoralmente exitosas experiencias populistas en términos de poder -como por ejemplo la del nacionalismo catalán- han acabado por alumbrar otro tipo de arquitectura política izquierdista.

Así, el poder, en buena medida, está dejando de ser un instrumento para conducir los anhelos sociales de una manera u otra, para convertirse en un modo de vida de aquellos que participan en el juego político. Las élites, poco a poco, se han convertido en funcionarios de partido capaces de defender y difundir las consignas partidistas elaboradas para cada uno de los momentos y auditorios a los que se dirigen, por muy contradictorias que estas puedan ser entre sí. Ahora los partidos de ese espectro político son organizaciones jerarquizadas y disciplinadas que, prietas las filas, pueden difundir y defender cualquier idea, por absurda que ésta sea, si ha sido elaborada por las cúpulas para el mantenimiento del poder.

En este sentido, el éxito electoral de los nacionalismos periféricos españoles que han podido conservar el poder durante todo el periodo democrático (incluso estando formalmente en la oposición), ha mostrado el camino a la nueva izquierda. Así, ahora, de lo que se trata es de, una vez conquistado el gobierno, utilizar la enorme maquinaria del Estado para crear, entre la mayor parte de la población, el marco mental que les permita seguir disfrutando de las moquetas. De ahí los nombres con los que actualmente se bautizan a los ministerios, las consejerías o, incluso, a las concejalías. De ahí, el asalto a los sistemas universitarios y educativos, a los medios de comunicación, a los elaboradores de estadísticas, al mundo judicial, al mundo artístico, etc. Saben que la comunicación es la variable política que proporciona mejores réditos y la más sencilla de implementar.

No se trata de un fenómeno exclusivamente español, más bien es una tendencia general que se está produciendo en todo el occidente cultural con consecuencias que se puede observar ya en los lugares en los cuales el populismo lleva más tiempo al mando. Divisiones y enfrentamientos sociales, inseguridad jurídica y, por tanto, escasísimos o nulos progresos económicos. En definitiva, frustración.

El encierro domiciliario decretado de forma generalizada durante la pandemia constituye el punto de inflexión hacia esta nueva forma de hacer política. Los dirigentes sintieron que tenían que hacer algo ante la amenaza del virus desconocido, así que la respuesta tenía que estar a la altura del miedo histérico y generalizado recién creado. El confinamiento fue su respuesta, sin importar ni su legalidad ni sus consecuencias. Y eso que muchos de esos mismos dirigentes nunca creyeron en la dura medida. De hecho, a más de uno de ellos se les pilló saltándose sus propias cuarentenas, y a todos cambiando casi a diario sus decretos.

El nuevo mundo, interconectado a través de todo tipo de redes sociales, favorece el pensamiento grupal, lo que facilita (o abarata en términos económicos) la construcción de marcos mentales, al tiempo que dificulta (o encarece) la construcción e implementación de pensamientos coherentes bien fundamentados elaborados como resultado de debates profundos.

En nuestros países el poder estatal controla, de forma directa o indirecta, la mitad de la actividad económica, lo que incluye los mejores salarios y las mejores condiciones laborales, y, sobre todo, los resortes generadores de las ideas que configuran los marcos mentales. Está claro que la conquista del poder se convierte en una auténtica golosina para los grupos con menos escrúpulos.

Por todo ello, soy de la opinión que corregir estas tendencias va a resultar muy difícil, sí que llega a conseguirse. Pues va a hacer falta mucho más el evidente deterioro social y económico que conlleva.

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