martes, 25 de enero de 2022

El lobby político-funcionarial y los autónomos

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El lobby político-funcionarial y los autónomos

A propósito del importante incremento de las cotizaciones a los autónomos planteado por el Gobierno, y la falta de respuesta por parte de estos, quizás se deba tener en consideración que si hay un lobby poderoso en nuestro país ese es el político-funcionarial. La “industria política-funcionarial” no deja de crecer, con independencia de crisis o pandemias. En ningún otro sector se pueden obtener las rentas suficientes para multiplicar el propio patrimonio de una forma similar a lo ocurrido con Irene Montero. Además, al estar desconectado la productividad, puede generar más empleo, mejor remunerado y estable que cualquier otro, al ser suficiente la voluntad del mandamás de turno.

Las élites político-funcionariales copan la inteligencia de la nación. En ningún otro ámbito hay tantas personas con formación superior, lo que les convierte en el colectivo con mayor capacidad de influencia. Por eso, a nadie le debe extrañar que, de forma directa o indirecta, también ejercen el control de muchos medios de comunicación, de la mayoría de los teatros, de numerosas manifestaciones artísticas, y de muchos de los creadores de cultura, e incluso de la producción científica. El sector del saber es, en un elevado porcentaje, estatal.

Por ello no es descabellado pensar que incluso pueden existir problemas genuinamente nacionales que tengan su origen en este desigual reparto de poder. Así, por ejemplo, si tenemos un nivel de paro muy superior al de los países de nuestro entorno puede deberse, al menos en parte, a haber generado, nucleada por el sector público, una “industria del desempleo” de la que muchos viven con notable estabilidad y holgura. De igual manera, se han ido creando otros organismos que, con el tiempo, devendrán en nuevas industrias. De hecho, el tablero político está más inclinado hacia la izquierda por proclamar, -a diferencia de la derecha-, que hay que hacer crecer al Estado a costa del mercado.

Por descontado, muchos funcionarios son auténticos servidores públicos que ganaron su plaza a pulso. Y también muchos son conscientes del origen de los fondos que financian sus departamentos: el mercado libre. Así mismo muchos votan a partidos liberales. Pero más Estado significa mayores posibilidades de ascenso, de contar con más colaboradores, en definitiva más poder para su negociado.

De hecho, a Zapatero lo abandonaron sus votantes con cajas destempladas, no por errar con su política, sino por traicionarla con la rectificación del 12 mayo de 2010. Por supuesto, y a pesar de la reducción sin precedentes de los salarios públicos que se decretó ese mismo día, la crisis entonces generada fue mucho más llevadera para los empleados estatales.

Al manejar los presupuestos públicos, que debemos recordar, que rondan la mitad de toda la actividad económica, este estamento puede tener la tendencia de ir arrinconando, poco a poco, a los sectores que permanecen independientes. Y sin duda, uno de ellos es el de los autónomos, los dentistas, los fontaneros, los tenderos, los youtubers, los pintores, los de mantenimiento, los que sirven cafés en el barrio, etc. gente que se gana la vida ofreciendo sus servicios a los demás de forma directa, asumiendo riesgos sin la protección estatal del resto de los trabajadores. Son los generadores de riqueza que admiraba Adam Smith y que consiguieron sacar a Inglaterra primero, y después al resto del mundo de la pobreza secular.

Ahora bien, aunque comparten el hecho de que sus actividades están sometidas a la disciplina productiva que impone el mercado, son tan heterogéneas que difícilmente podrán convertirse en un grupo de presión capaz de arrancar privilegios regulatorios compartidos. Lo que los convierte en el “objeto del deseo” de cualquier hacendista ávido de más recursos para sostener a la creciente masa del poderoso lobby que comentamos. Por ello, aún siendo un colectivo con un peso electoral similar al de los que está en la nómina gubernamental tienen todas las de perder.

Por mi parte, estoy meditando comenzar a recomendar a mis alumnos orientar sus carreras a conseguir un puesto cualquiera en las administraciones públicas, en vez de esforzarse en servir al conjunto de la sociedad en el sector del mercado ofreciendo cosas útiles. Tal como están las cosas, vivirán mejor aunque el país se vaya empobreciendo paulatinamente.

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