martes, 18 de enero de 2022

Hila: el punto más débil de Armengol

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Hila: el punto más débil de Armengol

A Armengol le ha tocado gobernar un período en donde los recursos públicos se han multiplicado como en el milagro de los panes y los peces, ha gozado de un crédito ilimitado fruto de un retorno a la vieja política monetaria de décadas atrás, tras el fiasco de tener un Euro que se pareciese al antiguo Marco. Eso le ha permitido incorporar, clientelar-mente, a su proyecto a mucha gente de muchos sectores, en especial, al de los periodistas. Además, ha desarrollado una política plana de tipo corporativista, limitando, en mayor o menor grado, la competencia empresarial, lo que le ha granjeado la amistad de los sectores económicos más poderosos. De esta forma, los errores y las torpezas, que evidentemente ha cometido a lo largo de seis años, los ha podido soslayar pasando de puntillas sobre ellos o endosando la culpa a terceros.

Por otro lado, sus socios de gobierno han demostrado, por activa y por pasiva, su bisoñez dejándose llevar por los lemas ideológicos con los que llegaron al poder. Ante lo cual la inquera, casi siempre, ha sabido aprovechar la ocasión. Demostrando maquiavélicamente que no tiene manías en utilizar los resortes de poder puestos a su disposición.

Sin dudas se trata de un tipo de política que cercena el desarrollo y creatividad de las potencialidades de los isleños, aunque, por fortalecer el statu quo, permite construir y difundir una narrativa edulcorada del gusto de los grupos más organizados, privilegiados e influyentes.

La farmacéutica, así mismo, se ha encontrado con una oposición todavía dividida, a la que a la que le cuesta encontrar el tono adecuado de su mensaje. Quizás por ello, desde la bancada opuesta, han preferido centrarse en las críticas del día a día, en vez de en las cuestiones de fondo, dejando pasar la ocasión de realizar auténticas propuestas alternativas con mayor capacidad de seducción.

Así que el escenario político que la presidenta tiene delante parece que le puede resultar bastante halagüeño. Sin embargo, tiene un punto débil: Hila, el alcalde de Palma. Ciertamente, a diferencia de los asuntos del Govern, los municipales son casi exclusivamente cuestión de gestión pura y dura. Es decir, temas tan cercanos, cotidianos y próximos al elector que ni siquiera un ejército de periodistas a sueldo puede tergiversar u ocultar. La gestión es la asignatura pendiente que se le resiste al primer edil de la ciudad. Y Palma, que es la mitad del cuerpo electoral balear, lo experimenta cada día.

Don José encontró un ayuntamiento que funcionaba porque, viniendo de una etapa catastrófica durante la gestión de Calvo y sus socios, -incluía a la Unión Mallorquina de triste memoria-, los muchos servicios municipales estaban mejorando su funcionamiento al compás del saneamiento de las cuentas públicas. Sin embargo, tras las elecciones de 2015, los nuevos mandatarios municipales pusieron en práctica una política que descuidó por completo la gestión municipal para centrarse en temas ideológicos que nunca habían estado en la agenda de los palmesanos, o en batallas judiciales con el ánimo de desprestigiar las alternativas. Me estoy refiriendo al énfasis puesto en el derribo de monumentos, el cierre de terrazas, la ralentización en las licencias, las moratorias, las sospechas lanzadas sobre determinados funcionarios, la paralización de la contratación, los cambios de nomenclatura por motivos erróneos, etc. Temas que, poco o mucho, han ido minando el tradicional dinamismo de una ciudad acostumbrada a ser trepidante.

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