martes, 3 de agosto de 2021

No veo los telediarios

 mallorcadiario.com

No veo los telediarios

Desde pequeño mis padres me acostumbraron a que, a las nueve de la noche, la familia se situaba delante del televisor a ver las noticias, con cena o sin ella. Un hábito que, sin pensar demasiado, he mantenido hasta hace relativamente poco tiempo. Pues el telediario era esa ventana que te permitía ver los grandes acontecimientos colectivos. Era una forma de sentirte parte de la comunidad, de la nación o, incluso, de la humanidad.

Lógicamente sabíamos que las televisiones, públicas y privadas, tienen sus propios intereses. Que cuando cambia el gobierno también lo hace el director general de turno. Así que, igualmente de forma casi automática, también descontamos ese sesgo. Sin embargo, eran la única alternativa para ver la “foto del día”, tanto si se trataba de un terremoto, un golpe de estado, un accidente aéreo, un atentado, o la firma de un tratado de paz, o el ataque de risa de un líder mundial. Sabíamos que muchas de esas imágenes acabarían formando parte de una memoria compartida.

Pero ahora, con la difusión de Internet, hay muchas otras alternativas. Hay periodistas que, en vez de trabajar en un gran medio, con una determinada línea editorial, optan por montar el suyo propio y personal. Hay profesores universitarios que deciden compartir sus opiniones sobre los temas que conocen en profundidad. Hay abogados que analizan la producción legislativa y las principales sentencias con todo el rigor que les exige la exposición pública. Hay médicos relevantes capaces de argumentar, de forma comprensible, su particular punto de vista. Y, por supuesto, la “foto del día” está disponible desde distintos ángulos. En definitiva, en la red de redes si existe confrontación de opiniones. Y saltando de un canal a otro te sientes mucho más a salvo de cualquier tipo de manipulación.

Curiosamente, cuando ocurre esta explosión de oferta informativa, la mayoría de los telediarios de las grandes cadenas de comunicación han optado por transmitir básicamente la versión oficial, gubernamental, o políticamente correcta de los acontecimientos, utilizando una impostada neutralidad ideológica que, sin embargo, no llegan a camuflar. Es decir, han optado por intentar conformar una opinión favorable al poder y a la corrección política. Una fórmula que, de momento, les permite generar los ingresos necesarios para el mantenimiento de sus pesadas estructuras a pesar de la pérdida de espectadores, pues ciertamente es el poder quien tiene los grandes recursos.

Sin embargo, lentamente, parece que cada vez son más los telespectadores familiarizados con Internet a los que le puede ocurrir lo mismo que me está ocurriendo a mí, esto es, que ya apenas me interesan los telediarios. Prefiero buscar la información y la opinión a través de los nuevos medios alternativos. Me gusta más, me entretiene más, y, por fin, puedo ver puntos de vista diferentes, aunque los programas están realizados con unos presupuestos tan pequeños que no bastarían ni para el primer minuto de un noticiero oficial.

Todo esto me lleva a pensar que, tarde o temprano, esta situación resultará muy difícil de mantener. Las nuevas generaciones de nativos de red ya no esperan a las nueve de la noche para recibir información. Y, como el tiempo pasa, cada vez son numéricamente menos aquellos que continúan con la vieja costumbre.

Desde luego, a nadie le puede extrañar que los gobiernos y el poder ya estén intentando controlar la información que fluye por Internet, pero tengo la sensación que se trata de una tarea sumamente complicada a pesar de que puedan obtener algunos éxitos parciales.

En definitiva, un nuevo mundo está naciendo a pesar de que el viejo se resiste a morir. Ya están cambiando muchas cosas en la percepción de la realidad, tal como ya ocurrió con la irrupción de la radio o la televisión. La forma en cómo se jerarquiza y comparte la información y la opinión constituye uno de los pilares fundamentales de cualquier sociedad.

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