martes, 17 de agosto de 2021

La enseñanza de la economía y Sísifo

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La enseñanza de la economía y Sísifo

La ciencia económica surge con el Estado-Nación, como un intento de dar respuestas a preguntas tales como: ¿En qué consiste verdaderamente la riqueza y la prosperidad?, ¿Se puede aumentar?, entonces sí es así ¿Cómo se puede hacer?, ¿Cuáles son los principales errores de los gobernantes? o, en definitiva, intentaba responder a la fundamental pregunta ¿Cómo gobernar? Es decir, se conformó como una ciencia que estudia las potenciales respuestas de la sociedad a la acción política. Por ello, los primeros tratados sobre la materia solían utilizar títulos como: “Principios de Economía Política”, o simplemente “Economía Política”. Es decir, la economía llevaba el apellido “política''.

Inicialmente, la nueva ciencia dio respuestas de tipo nacionalista, por ser estas más primitivas, simples e intuitivas, adecuadas a las preferencias de los monarcas absolutistas de los modernos estados-nación. Sin embargo, con el paso del tiempo, a medida que se profundiza en el estudio de la disciplina y la sociedad avanzaba, ésta se transforma, paso a paso, en más liberal. Luego, a finales del siglo XVIII con la triple revolución industrial, americana y francesa pasa a ser completamente liberal. Fijándose, sobre todo, en cómo en ambientes de libertad individual, los incentivos que tienen las personas para mejorar sus vidas devienen en mejoras colectivas. O, dicho de otra forma, la sociedad de hombres libres es una sociedad armoniosa en donde los distintos intereses de cada persona, o clase social, lejos de ser incompatibles entre sí, contribuyen al progreso común.

A pesar de los furibundos ataques que esta forma de pensar recibió desde las potentes trincheras marxistas, su éxito fue de tal magnitud que llegó a aceptarse como la “corriente principal” predicada desde los más importantes centros de difusión. Sobre todo, desde algunas cátedras de la Universidad de Cambridge, la gran cuna de los hombres fuertes. Una obra cuyo protagonista principal fue Alfred Marshall, quien decidió eliminar la palabra "política" de su prestigioso e influyente manual que bautizó como “Principios de Economía”. Situando así a la economía en un plano científico superior al político.

Sin embargo, a pesar de ello, los ataques al liberalismo no cesaron, sino que mutaron. Así, en los años treinta del siglo XX, el intervencionismo gubernamental antiliberal, es decir, las ansias de poder de los gobernantes y adláteres, contribuyeron a encumbrar al mediático J. M. Keynes con toda su estela de seguidores autodenominados macroeconómistas. Quienes optaron, sucesivamente, por la construcción de modelos matemáticos cada vez más complejos. Con ellos quedaron expulsados del debate los no iniciados, al tiempo que se convertía a los economistas académicos en algo así como en los hermanos menores de los genuinos matemáticos abstractos.

De esta forma, mientras una parte importante de las personas interesadas en los asuntos colectivos desea conocer los principios del pensamiento económico, con frecuencia, éste ha devenido en tan indescifrable que incluso son muchos los estudiantes universitarios de economía a los que les cuesta establecer el vínculo de sus carreras con la realidad. ¡Una auténtica lástima! De hecho, ahora es la sociedad entera la que está deseosa de conocer las respuestas que da la economía a muchas de sus cuestiones políticas del día a día. Pero como el mundo académico es incapaz de ofrecerlas, reaparecen charlatanes y embaucadores de todo pelaje que se enredan en discusiones que la ciencia zanjó hace mucho tiempo.

Por ello, desde hace tiempo sostengo, junto a las corrientes de pensamiento más genuinamente liberal, que la economía, o al menos una parte de ella, debería recuperar el apellido “política”. Quizás así dejaríamos de padecer el suplicio de Sísifo de tener que argumentar en contra de propuestas que han fallado una y otra vez a lo largo del tiempo, como es el caso de la constitución de empresas públicas de bienes básicos o el control de precios.

 

 

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