martes, 8 de junio de 2021

Impuestos y seudo impuestos sobre la electricidad

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Impuestos y seudo impuestos sobre la electricidad.

Los precios de la energía a nivel internacional, y situaciones de escasez o de conflicto, por sí solas llevarían a la sustitución de las fuentes no-renovables por otras, es decir, sin ninguna intervención llevarían al abandono de los combustibles fósiles. De hecho, Elon Musk, prototipo de personaje netamente capitalista, está haciendo más por la transición energética que muchas de las abundantes agencias gubernamentales.

Sin embargo, la lucha contra el cambio climático, y su consideración de “estratégico” supone la aceptación de elementos del sector energético que son un “bien público” que no pueden ser financiados por el mercado. Así, las restricciones a las emisiones de CO2, la fijación de objetivos de energía renovable, la prohibición de determinadas fuentes, el mantenimiento del empleo minero ineficiente, la igualdad tarifaria en todo el país de forma independiente de las condiciones geográficas, o el monopolio de las principales líneas de distribución de electricidad, las primas a las renovables, la moratoria nuclear, etc., tienen que financiarse por formas diferentes a las de mercado, básicamente con unos seudo tributos denominados "costes regulados". En definitiva, el energético es uno de los sectores más intervenido, junto con la educación y la sanidad, de toda la actividad económica.

Es por ello, que una correcta política para este fundamental sector debe elaborarse conociendo muy bien su estructura, mecanismos y funciones. Algo que no resulta nada sencillo, pues el debate político y mediático predominará sobre el técnico, generando posturas extremas. De esta forma, se mencionan sólo los beneficios y nunca los costes de cualquier actuación sobre el mismo. Se anuncia hoy un buen objetivo, en la seguridad de que la factura no llegará hasta mañana.

Por otro lado, los energéticos, junto con los laborales y los tributarios, son unos de los principales costes a los que tiene que hacer frente cualquier empresa. De manera que una desviación en las decisiones tomadas respecto a las del mercado, suponen un lastre para la competitividad empresarial en relación con otros países. De hecho, esta es una de las varias causas que explican los movimientos de deslocalización.

Efectivamente, si los precios de los bienes y servicios que se producen en un país se forman en los mercados internacionales y se quiere que los salarios de esa economía sean elevados, hay que buscar la competitividad en la diferenciación del producto y en la reducción de los costes no-salariales, incluidos los energéticos. Dicho en otras palabras, la competitividad más allá de la diferenciación del producto, se obtiene mediante impuestos, precios energéticos y otros costes (financieros, etc.) moderados.

Ahora bien, como en España, y en buena parte de la UE, los precios de la energía son elevados por los tributos que soportan, se puede concluir que la competitividad con salarios elevados sólo se alcanzará con una política de contención de los tributos. Sin embargo, la electricidad está gravada con el tipo elevado de IVA, con un impuesto especial, y por los "costes regulados," (que es otra forma de imposición).

Así que, si a alguien le llama la atención que un bien tan básico soporte tal tributación, la respuesta hay que buscarla en lo que los economistas llaman la rigidez de la demanda. Es decir, como precisamente se trata de un bien necesario carente de sustitutivos un incremento de la imposición apenas disminuye su consumo, tal como ocurre con las gasolinas, lo que les confiere una gran potencia recaudatoria.

Por todo ello, no debería extrañar que un gobierno que considera que el gasto público, no solo es intocable, sino que debe seguir incrementándose, no le quede otro remedio que explotar al máximo todas las figuras impositivas y seudo-impositivas a su alcance.

 

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