martes, 11 de agosto de 2020

LA DERECHA Y LOS MITOS DE LA IZQUIERDA

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LA DERECHA Y LOS MITOS DE LA IZQUIERDA.

Quien controla la máquina de fabricar mitos tiene en su mano la palanca del poder. Y en estos momentos, en España, sólo los nacionalistas, y la izquierda identitaria son los únicos capaces de crearlos. Por su parte, la derecha española ha dejado este terreno abandonado, bien por confiar en la importancia de centrarse en la gestión eficaz de los asuntos públicos con sus tecnócratas, bien por considerar que determinados sectores (cultural, educativo, intelectual, artístico, etc.) son votantes típicos de la izquierda.

 Un monumental error, ya que la política es, sobre todo, gestión de emociones. Pues la emoción es la técnica que empleamos los seres humanos para simplificar las cuestiones complejas. Seguramente, la ilusión es la más importante de todas ellas. No es ni el ser, ni el saber, ni tampoco el tener lo que otorga felicidad a los hombres, sino la esperanza de evitar los males y alcanzar mejores situaciones futuras.

Los nacionalistas, con paciencia, han ido tejiendo, entre otros, el mito de la independencia con ese ánimo de hacerse portadores de esperanza por muy falaz que sea. La izquierda identitaria, con más ansiedad, está priorizando crear ahora la fábula de la república como en otros tiempos ya lo hizo con el de la revolución.

La fabricación de mitos requiere de la existencia de redes que compartan la información argumental mediante nodos que tengan los incentivos oportunos para hacerlo. De ahí la importancia que los nacionalistas otorgan a las subvenciones a entes culturales, sindicales, empresariales, tv's, museos, certámenes, festivales, premios, hinchas de fútbol y de cualquier otro tipo, con la única condición de la promoción del idioma como gran seña de identidad. Y lo mismo se podría decir de las grandes cantidades que la izquierda destina a los colectivos identitarios, como feministas de hoy en día, los colectivos LGTB afines, los ecologistas primarios, etc. Con ello consiguen una capilaridad social que decanta el llamado “pensamiento grupal” hacia donde desean.

Para recuperar terreno desde la derecha en la oposición, no se puede contar con los ingentes recursos que otorga el ocupar puestos de mando, por tanto, tendrían que ser mucho más eficaces con partidas mínimas, aunque con la gran ventaja de que muchas de sus ideas liberales están engarzadas en la esencia más profunda del pensamiento occidental. Además de tener de aliada la teoría económica más exitosa, así como a la gran cultura con mayúsculas y la propia ética de la libertad.

Por supuesto, la labor de oposición consiste en denunciar los errores del gobierno. Pero si no se es capaz de manejar el cincel de la mitología, nunca se alcanzará de verdad el poder. Reduciendo la labor de la Derecha a convertirse en el taller de reparaciones de la deficiente gestión de aquellos que practican el arte de eludir la realidad.

En definitiva, los propios partidos de derechas tienen que reconvertirse en canales de comunicación, ofreciendo a sus seguidores no sólo contenidos netamente ligados a la propia actividad política, sino también enlaces a conferencias, debates, e incluso entretenimiento, aprovechando el talento de todos sus militantes y simpatizantes. De manera presencial y remota han de reforzar su carácter de "club social", de forma que sus miembros se sientan parte de esos nódulos con capacidad de generar y transmitir la ilusión y la esperanza en un mundo más humano, justo, seguro, próspero, más auténtico, que vuelva a permitir el funcionamiento de los ascensores sociales y, que en suma y por paradójico que parezca que sea plenamente capaz de distinguir con nitidez entre mito y realidad.

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