martes, 2 de mayo de 2023

Sánchez o el fracaso de las facultades de economía

 Sánchez o el fracaso de las facultades de economía

 mallorcadiario.com

Las facultades de economía han tenido la misión principal de mostrar a sus discípulos como la materia que estudian es contraintuitiva, esto es, que en ella opera la “teoría de las consecuencias no intencionadas”, pues los distintos agentes sociales tienen múltiples interrelaciones entre ellos siguiendo sus propios intereses, y generando una estructura en la cual la modificación de un sólo elemento cambia, o afecta, a todos los demás.

El ejemplo más palmario de esa contraintuitividad lo constituye como el exceso sostenido de gasto gubernativo acaba, indefectiblemente, generando inflación. Una inflación que, los mismos gobiernos causantes, intentan contrarrestar mediante la instauración de algún mecanismo de control de precios cuyos efectos serán invariablemente la disminución de la oferta, es decir, la escasez. El siguiente paso suele ser el diseño de alguna regulación para reparto de ese desabastecimiento, como, por ejemplo, las cartillas de racionamiento.

Este esquema se enseña tanto en los cursos iniciales de la carrera de económicas, como también, en los cursos más elevados. Lógicamente modificando el grado de sofisticación del razonamiento. Los textos, y los docentes, suelen centrar su énfasis en prevenir de las consecuencias negativas del control de precios, utilizando aparato gráfico y matemático para conseguir mayor coherencia en los razonamientos. Concluyen que, en cualquier caso, se acabará incentivando la creación de “mercados negros”, o ilegales, con precios muchos más elevados que los del mercado no intervenido.

Sin duda, uno de los motivos declarados por los fundadores británicos de las primeras facultades de economía, a inicios del siglo XX, era que el conocimiento contraintuitivo de este tipo secuencias políticas puede utilizarse para prevenir la pobreza implementando mejores y más prudentes actuaciones.

En España las facultades de economía comienzan su andadura, un poco más tarde, tras la Guerra Civil. De esta forma, cuando los cuadros de dirigentes comienzan a nutrirse de sus egresados, se produce un cambio de política cuyo primer, y más significativo, paso es el Plan de Estabilización 1959. La Transición a la democracia también está muy influida por los licenciados en economía. A partir de ahí, con más o menos éxito e intensidad, se implementan muy mayoritariamente políticas derivadas de sus enseñanzas. De hecho, hasta ahora, el conjunto de los países europeos ha tenido como estrella polar, que guía sus políticas, las ideas emanadas de esos centros educativos superiores.

Pues bien, Sánchez ha roto con lo que, a buen seguro, aprendió durante sus años de formación académica. Lo ha hecho con contundencia propiciando una política de excesos de gasto que, necesariamente, tenía que acabar contribuyendo a generar un proceso inflacionista, continuado por el perverso guion de la instauración del control de precios.

Pero lo peor del caso es que lo hace en un contexto europeo que, tras la crisis del 2008 y la mala gestión de la pandemia, es incapaz de diseñar una hoja de ruta acorde a los principios fundamentales de la ciencia económica. Y, sobre todo, cuando apenas queda un rincón de España sin facultad de economía. La normalidad con la que se aceptan las normas que van en la dirección contraria de lo laboriosamente aprendido y rigurosamente argumentado debería ser un motivo de preocupación mayor que el de tener un mal gobierno.

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