martes, 21 de septiembre de 2021

Hostal Terminus y otros bares de la Plaza de España

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Hostal Terminus y otros bares de la Plaza de España

Hace unas semanas el columnista de este diario Miquel Pascual publicó un artículo titulado “Hostal Terminus, estado terminal”, en el cual se hacía eco del desastroso estado en que se encuentra tan emblemático y bien situado local. Acertadamente, atribuía tal desmesurado despropósito a la inoperancia del conjunto de las muchas administraciones que tenemos, o más bien, que padecemos los ciudadanos.

Ese escrito me recordó que durante un tiempo la Plaza de España, el epicentro de nuestra ciudad, fue como un auténtico "tubo de ensayo" de la experimentación económica. Su múltiple oferta de bares incluía algunos de renta (alquiler) libremente negociada, con criterios de mercado, que se distinguían por su pulcritud, su eficaz servicio, su correcta climatización e iluminación y por la calidad de sus productos. Junto a ellos están los que disfrutaban de una renta antigua, congelada por intervención gubernativa desde los tiempos de la legislación franquista y que, ahora, vuelve a pretender la neo izquierda populista. En estos la característica principal era una especie de equilibrio entre unos servicios aceptables por la experiencia acumulada y la tradición de sus nombres, aunque mostraban una evidente falta de puesta al día de los principales elementos que configuran las instalaciones del local, como, por ejemplo, pueden ser los aseos, la climatización u otros.

Por último, estaba el local del Hostal Terminal, de propiedad estatal, explotado en régimen de concesión administrativa. Su aspecto era muy similar al de los cutres locales de la Habana o de otros regímenes similares al cubano. Desangelado, sin gracia ninguna, con un servicio que dejaba tanto que desear que apenas contaba con clientes palmesanos.

Para un docente de economía era una prueba cercana y fácilmente palpable de cómo el sistema capitalista más genuino, de libertad económica de contratación, conducía a una mayor satisfacción de los usuarios, lo que, al fin y al cabo, es un objetivo bastante razonable. Pues, al mismo tiempo, y tal como predice la teoría económica, los precios de las distintas ofertas hosteleras eran muy similares.

Ahora, y mientras la neo izquierda lo permita, las rentas antiguas han ido desapareciendo de manera que en el corazón de nuestra urbe sólo encontramos dos modelos de oferta de bares, los ajustados a criterios de mercado y el Hostal Terminus que, como señala Miquel Pascual, se ha convertido en un evidente nido de degradación y de ratas (animales). Una prueba más de cómo diferentes tipos de gestión conducen a resultados diferentes.

El Hostal Terminus, por su situación, por la solera de su nombre e, incluso, por su arquitectura sería oro puro en manos de particulares. Sin ningún género de dudas se convertiría en uno de los locales más brillantes, relucientes y deseados de la ciudad. Pero su degradación se suma a la de Batería Avanzada de San Carlos y a otros locales (Castillo de Bellver, Parque Krecovic, etc.) que en manos públicas primero se cierran y luego se degradan.

Ciertamente, los actuales gestores municipales y autonómicos no se distinguen precisamente por su buen hacer, pero es necesario reconocer que el problema es más profundo al estar conectado con los incentivos de los diferentes agentes económicos.

Siempre he sostenido que menos mal que el Estado, con sus variados gobiernos, se ha abstenido de participar más activamente en el mercado alimentario y de restauración, tal como han hecho en otros sectores o como en el Hostal Terminus, pues, a buen seguro, no comeríamos demasiado bien.

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