viernes, 18 de diciembre de 2020

Incertidumbre y miedo

 

Incertidumbre y miedo

 

En esta segunda crisis de la década, la incertidumbre y el miedo han reaparecido con tal energía que revivimos experiencias que creíamos enterradas en un pasado muy remoto.

La incertidumbre y el miedo nublan la racionalidad de las mentes, lo que puede provocar, no sólo poner fin al proceso de convergencia entre países que se venía experimentado, sino incluso iniciar un proceso de divergencia creciente. Pues, por un lado, aquellas naciones que cuentan con instituciones más cuestionadas, y por tanto más débiles, pueden optar fácilmente por abrazar ideas populistas alejadas de la realidad, y nucleadas en torno a una nueva visión benigna del autoritarismo (iliberalismo), que tiende a agravar los males derivados de la Covid-19, en un proceso de retroalimentación que seguramente desemboque en una pérdida de posiciones en términos de prosperidad, bienestar y libertad.

Al tiempo que, en aquellos otros, en los cuales los derechos individuales, la propiedad privada, la prensa libre, y la división de poderes sean más respetados, serán capaces de aprovechar la propia incertidumbre y el miedo en beneficio del conjunto de la sociedad acelerando la consecución de más logros y prosperidad.

Una pandemia de dimensión planetaria como la actual, sin duda, es un acontecimiento crítico que puede poner en marcha tendencias diferentes dependiendo de la situación y la salud de las instituciones previamente existentes. Así, por ejemplo, a partir de los rastros de la peste negra, en la mitad occidental de Europa surgieron pueblos y ciudades más fuertes, y los campesinos dejaron de estar atados a la tierra liberados de sus obligaciones feudales, lo que puso las bases para la llegada del renacimiento como primer paso hacia el crecimiento económico que terminó conduciendo al despegue de la revolución industrial. Pero en la otra mitad oriental de Europa las pequeñas diferencias institucionales existentes en el momento en que llegó la pandemia les llevaron a reforzar el sistema servil. Es decir, mientras que en occidente la escasez de mano de obra supuso mejoras en las pagas a los trabajadores poniendo en marcha una espiral virtuosa, en oriente supuso una vuelta de tuerca al servilismo.

Efectivamente la peste negra transformó los equilibrios sociales, económicos y políticos en una dirección u otra dependiendo de la situación y fortaleza del sistema institucional previo. A unos les allanó el camino hacia la prosperidad, mientras que a otros les devolvió a los tiempos más oscuros.

Este maldito bicho llega a España justo cuando muchas de nuestras más importantes instituciones están muy cuestionadas y desgastadas. Lo que pone a nuestro país en una situación de clara debilidad, convertido en presa fácil del populismo empobrecedor, incluso a pesar de estar cubiertos con el paraguas europeo. ¿Seremos capaces de tomar la bifurcación correcta?

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