martes, 15 de diciembre de 2020

Desigualdad por matrimonio

 

Desigualdad por matrimonio mallorcadiario.com

Ahora que aquí está creciendo tanto la desigualdad, como consecuencia de las erráticas políticas llevadas a cabo para atajar los efectos de la Covid-19, puede ser un buen momento para ir un poco más allá e intentar visualizar algunos de los elementos de fondo que agravan la actual coyuntura.

Sin duda, uno de ellos es lo que se ha venido en denominar “desigualdad matrimonial” por la cual se están convirtiendo en tendencia los emparejamientos entre personas del mismo nivel educativo y laboral. Es decir, que entramos en esta crisis con un gran número de parejas compuestas sólo por ganadores o, alternativamente, sólo por perdedores en detrimento de lo que podríamos llamar parejas “mixtas”. Una desigualdad que, además, es cultural y de acceso a las redes de conocimiento, puesto que los titulados superiores suelen contar con ingresos más elevados que los demás colectivos. Mientras que, alternativamente, los que carecen de un mínimo nivel de formación cuentan con ingresos situados en las bandas más bajas.

Para empeorar la situación de partida, la escalera social asociada tradicionalmente al sistema educativo carece del empuje de épocas anteriores al haberse relegado el mérito y el esfuerzo a un segundo plano. Con estos mimbres, el parón de actividad provocado por los confinamientos ha dañado mucho más la posición de los que estaban en peor situación, sin apenas rozar al sector mejor posicionado, que incluso se ha visto potenciado.

A todo lo anterior hay que añadir que, con el mayor uso de las redes, la “prima educativa matrimonial” supone que las parejas con más estudios tenderán a transmitir a sus hijos el consumo de un entretenimiento más formativo y de fomento del espíritu crítico, en detrimento de la pura diversión más consumida en los hogares con menor nivel de estudios. Por lo que se puede pronosticar que la “diferencia por matrimonio” tenderá a incrementarse con el paso del tiempo traspasando la línea generacional.

Desde instituciones como la universidad de Wisconsin se sostiene que al inicio de la pandemia el 40% de las parejas en que ambos cónyuges trabajan tienen ingresos similares. Cuando esa proporción era sólo del 30% veinte años atrás. En democracias occidentales cada vez hay menos desigualdad salarial entre hombres y mujeres, sobre todo dentro del propio matrimonio.

Un ejemplo claro de este fenómeno, aunque hay muchos otros, lo constituye la pareja compuesta por el vicepresidente segundo del gobierno español y la ministra de igualdad que han visto catapultadas sus condiciones económicas y patrimoniales ganadoras. Una tendencia que a buen seguro transmitirán a sus hijos, compartiendo con ellos más juegos, películas o series informativas y formativas. De hecho, señalaron como uno de los motivos de la compra del chalet de Galapagar la disponibilidad de colegios reconocidos, aunque ahora quieran imponer un modelo educativo sin posibilidades de elección.

En definitiva, la posición social y económica de los matrimonios (pareja) de este tipo se está fortaleciendo con las medidas adoptadas para combatir la pandemia con respecto a quien no goce de estas condiciones y, por tanto, hayan quedado muy atrás. De hecho, y de igual forma, aunque sea objeto de otro artículo, también parece observarse un estrecho vínculo entre el menor número de matrimonios y el incremento de la pobreza.

Y es que el matrimonio siempre ha tenido, a lo largo de toda la historia, un papel fundamental en la estratificación social que parece que no se diluye con la extensión de la igualdad salarial entre hombres y mujeres. ¿Lo tendrá en consideración nuestra ministra de igualdad? ¿Y sus homólogas autonómicas, insulares, municipales, etc.?

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