martes, 2 de junio de 2020

Un error de Martí March


Un error de Martí March

March es un tipo agradable de risa amplia que utiliza para desengrasar los problemas serios, generando empatía y complicidad en sus interlocutores. Hasta ahora, le ha tocado ocupar el cargo de Conseller de Educación en unas condiciones en las que la abundancia de recursos económicos no hacía prever ninguna dificultad importante. Además, al incorporar a su equipo a algunos de los miembros más activos de los movimientos nacional-corporativistas del sistema, la paz del sector parece haber estado asegurada.

Quizás por ello, su mandato ha ido pasando sin gran pena ni gloria con el coste que eso significa para una agrupación gubernamental de izquierdas que considera la educación un coto propio, del que hay que mantener alejados a los partidos de la derecha, sobre todo si muestran actitudes más liberales y abiertas. Seguramente por eso, y mientras las normas de Rajoy estaban vigentes, decidió elaborar una ley educativa autonómica que le proporcionará el protagonismo que le faltaba a su paregórico mandato. Una ley que, por supuesto le dejó de interesar cuando, de forma sorpresiva, otra coalición afín se hacía con el gobierno de la nación anunciando también otro nuevo código más.

Pues bien, aparte de otros temas de desigual relevancia, un punto del borrador de la no nata ley, redactado de modo algo confuso, señalaba que la educación balear debía “blindar” su financiación mediante una vinculación férrea y directa al PIB. Cuando en noviembre se presentó el anteproyecto, ese vínculo hubiese supuesto un incremento del presupuesto educativo de una enorme magnitud, sin que la norma indicara que otras partidas debían disminuir su participación porcentual. Por lo para lograrlo se auto-concedían un largo plazo de ocho años, evitando que el actual equipo, al frente de la Conselleria, asumiera ninguna responsabilidad.

Sin embargo, correlacionar financiación y PIB tiene sus grandes peligros. Dejando de lado, sin que el borrador lo mencione, que lo más recomendable es maximizar la transparencia, calculando y publicando el “coste efectivo” de cada servicio con la finalidad de mejorar en eficiencia actuando donde se detecte mayor necesidad. Pues el éxito de las políticas educativas, a partir de un determinado nivel, depende mucho más de cómo se gaste que de cuánto se gaste.

Efectivamente, si la ley-March hubiese tenido vigencia plena en esta crisis sanitario-económica, las partidas destinadas al sistema educativo se hubiesen visto disminuidas en la misma proporción del PIB, que según el Govern será de un -31%. Es decir, el presupuesto de la Conselleria tendría que disminuir en una cantidad tan descomunal que resultaría, a día de hoy, aproximadamente equivalente a la mitad de las retribuciones del profesorado. Dicho en otras palabras, la broma supondría un ajuste similar a la mitad del salario de los docentes.

Con tal bomba de relojería, sin duda, el mandato del Conseller hubiera dejado de ser tranquilo y anodino. Incluso es posible que él mismo hubiese prefiriese irse y refugiarse en las bellas tierras pollensinas antes que gestionar tal despropósito. O tal vez, como el presidente Sánchez, tendría que haber montado una compleja estrategia para decir “digo” en donde dije “Diego”. Y es que el crecimiento económico nunca está asegurado, son muchos los condicionantes que requiere, aunque algunos los den por supuestos.

Pep Ignasi Aguiló, economista.



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