Palma sin fuentes
Los
palmesanos de barrio amamos el agua tanto como los del Centro. Igual que amamos
los encuentros y las tertulias de terraza, las paredes limpias; comprar y hacer
gestiones sin atascos o sin coger el coche, o acercarnos al mar caminando. El
atractivo de Palma se debe a este típico carácter a la vez mediterráneo e
internacional de sus habitantes.
Ciertamente,
el agua es un elemento esencial para hacer de nuestra Ciudad un ejemplo de
calidad de vida y emblema de atractivo turístico. Seguramente por eso los
diseñadores de muchos de nuestros parques incluyeron alguna lámina de agua, o
algún refrescante surtidor, o un canal, o una acequia o cualquier otro motivo
ornamental con protagonismo del líquido elemento. Pues el agua es vida, alegría,
reflejos de luz, color, rumor sosegado, temperatura templada, fuegos de
artificio y pulcritud; un placer para los sentidos.
Pero
algo está ocurriendo de un tiempo largo a esta parte, no hay agua en muchas de las fuentes de Palma. Efectivamente, las
del inicio y final de las Avenidas, las del parque Krakovian, las de Son
Dameto, la del Conservatorio, las de Sa Quarentena, la de Sa Fertilizadora de
Son Costa, la de la biblioteca del Portixol, etc, o incluso las de Ses
Estacions se desangran sin su vivificante líquido. Permanecen secas y
polvorientas, incluso en algunos casos, sucias y con bochornosas pintadas; como
abandonadas, sin que estemos en emergencia hídrica.
Entonces,
¿Qué está ocurriendo? ¿Acaso una fuente no es un circuito cerrado que apenas
consume? ¿Por qué no podemos disfrutar de nuestra ciudad con su brillo
acuático? ¿Por qué se ha promulgado esta nueva la ley seca? ¿Esconde alguna cuestión ideológica tal como ocurrió con
las terrazas?
Aunque
sea difícil de entender, quizás una explicación se encuentre en la pasada
legislatura, cuando se quería destruir el monumento de Sa Faixina. Una decisión
que, sorprendentemente, conllevaba el daño colateral de la supresión del
estanque en donde se ubica para convertirlo en una explanada dura.
Desde
luego, hasta ahora no se ha debido a una falta de recursos municipales; pues
los presupuestos de Cort no han dejado de crecer año tras año. Todavía no ha
vuelto aquel tiempo de cuando comenzaron los primeros ayuntamientos
democráticos que con frecuencia optaron por los denominados “parques duros”, como la Plaza del Tubo y
otros, al objeto de reducir costes de mantenimiento. Desde entonces muchas
cosas han cambiado, se han realizado mejoras en las infraestructuras hídricas,
y se han abaratado los precios de bombas y material necesario para el
funcionamiento de los surtidores, reduciendo a la insignificancia el consumo de
agua.
Las
crisis pasan y lo esencial permanece. Palma entera seguirá siendo la “gran bala en la recámara” para recuperar
el turismo y también para vencer a la estacionalidad. Nuestra capital ha de
seguir siendo el potente motor del conjunto de la economía balear. Continuar en
el pelotón de cabeza de las ciudades que atraen población, alejándonos de la
decadencia de otras que la pierden, requiere que los palmesanos de extramuros
no dejemos de amar el agua y recuperemos su esplendor, tal como ya hemos hecho
con las terrazas.
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