martes, 19 de diciembre de 2023

CopagoBus

 

CopagoBus

Modestamente sostengo que la decisión del alcalde Jaime Martínez de volver a pagar, una parte del coste, en los viajes en autobús es una decisión muy acertada. Entre otros motivos porque, como la mayoría de profesores de economía, he dedicado gran parte del tiempo de mi vida docente a enseñar las ventajas asignativas del sistema de precios frente a cualquier otra alternativa (colas, cartillas de racionamiento, sorteos, regalos, robo, piratería, etc.). Todos esos profesores realizamos nuestra labor sin salirse de los planes de estudio en vigor, por estar avalados por casi dos siglos de doctrina fundamentada en la experiencia.

Lo primero que hay que decir es que volver a las tarifas de 2019, significa continuar subvencionando fuertemente el transporte colectivo urbano, aunque repercutiendo un porcentaje sobre el viajero, salvo bonificaciones y excepciones. De esta forma, con las tarifas re-introducidas, el usuario de la EMT percibirá un precio por trayecto inferior a los costes variables de utilizar su automóvil (los costes fijos no se han de considerar por pagarse tanto si se utiliza el vehículo propio o como si no es así), pero no un coste cero. Así, el trayecto en bus tendrá, pues, un precio ligeramente superior a los desplazamientos a pie o en bicicleta, o a los no-desplazamientos.

Dicho en otras palabras, recuperando el sistema tarifario, no desplazarse (utilizando, por ejemplo, medios telemáticos para realizar gestiones), o desplazarse a pie o en bicicleta supone un precio cero. Hacerlo en bus tendrá un precio ligeramente superior, y notablemente más caro continuará siendo el moverse en coche.

Repitiendo el argumento, recuperar las antiguas tarifas incentiva los desplazamientos a pie o en bicicleta (también los no-desplazamientos) sobre los realizados en autobús, manteniendo el incentivo a dejar el coche en casa. Además, se dice que la medida supondrá unos ingresos de entorno a los 25 ó 30 millones de euros para la empresa municipal encargada (desde hace años no cuelgan sus cuentas en la web). Ingresos que pueden destinarse tanto a mejoras de la flota, como de las frecuencias, o, lo pienso resulta más urgente, al sistema de recarga de la tarjeta ciudadana y al buen funcionamiento del sistema de información a través de paneles o apps. Es decir, a hacer más competitivo el transporte público más allá de su precio.

Sin duda, volver a establecer tarifas es una decisión valiente desde el punto de vista político. Pues, como no puede ser de otra manera, los concejales populistas, que ahora se sientan en los bancos de la oposición, se rasgarán las vestiduras con aspavientos y echarán mano de las estadísticas las cuales, lógicamente, mostrarán una disminución de los usuarios. Su sueldo requiere tal actitud, por lo que resulta inútil intentar convencerlos. También lo harán los periodistas, siempre dispuestos a no perder un titular sencillo, aunque sea incierto. No obstante, en este caso, se les puede emplazar a visitar las aulas de la facultad de economía. ¡Quizás cambien de opinión!

De cualquier manera, la realidad es que la gratuidad no ha servido para disminuir el número de trayectos realizados en automóvil particular, por lo que el aumento de viajes en autobús se debe atribuir, básicamente, a antiguos caminantes, ciclistas o personas que no se desplazaban. Lo cual, muy probablemente, se debe a la falta de competitividad del autobús en términos de comodidad y, sobre todo, de rapidez. Un hecho coherente con la teoría aquí expuesta.

Desde hace tiempo, me inclino a pensar que Palma necesita volver a debatir y la planificación su segunda línea de metro, pues éste es el medio de transporte colectivo que, no sólo resulta más competitivo con respecto al automóvil, sino que es el único que logra evitar los costosísimos embotellamientos típicos de cualquier gran urbe de más de medio millón de almas. Pues bien, siguiendo esta misma lógica, me parece evidente, que es mucho más importante aumentar la eficacia operativa del bus que reducir o eliminar (salvo excepciones) los precios repercutidos a los diferentes usuarios.

Sin duda alguna, la EMT tiene ante sí desafíos tremendamente importantes y de enorme magnitud, tanto por el incremento de población, y aumento de la densidad urbanística, de nuestra capital y municipios adyacentes, como por los nuevos retos ambientales. Por eso, una actitud verdaderamente valiente, por parte del Alcalde, podría ser comenzar a introducir en el debate la posibilidad de dar reentrada a la iniciativa privada en algunas líneas, -más allá del bus turístico-, a fin de centrar los esfuerzos públicos en aquellas que, por sus características, proporcionan un mayor valor social que económico.

En definitiva, tanto en materia de transporte urbano, como en otros servicios, gestionar aproximándose a los criterios de mercado, aunque reduciendo los precios percibidos mediante subvenciones de aquello que se quiere incentivar parece el camino correcto para alcanzar los objetivos deseados.

 

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