martes, 21 de febrero de 2023

La mutación de la UE

 La mutación de la UE

mallorcadiario

Esta semana se ha aprobado, en el Parlamento Europeo, una de las normativas más intervencionistas de la institución. La prohibición de los automóviles de combustión. Personalmente, tengo la impresión que esta norma es la culminación de un proceso de transformación de los principios económico-sociales inspiradores de la UE.

Durante sus años iniciales, y hasta el mandato del italiano Mario Draghi en el Banco Central, la Unión Europea estuvo orientada a la promoción de la prosperidad de sus ciudadanos a través de una economía en la que éstos fueran sus auténticos protagonistas. Es decir, alejada del dirigismo gubernativo. Siguiendo esta senda, el Euro se creó con la intención de ser una moneda estable que permitiese el ahorro y, por tanto, el crecimiento futuro.

Es cierto, que, como cualquier otro proyecto político, la UE no ha estado exenta de contradicciones, como fue el caso del proteccionismo en materias de alimentos y otras. Pero en líneas generales los dirigentes europeos conocían y promovían el desmantelamiento de las trabas que impedían la libertad de empresa, evitando la concesión de privilegios tan característica del nacionalismo. Una ideología que se pretendía superar.

El ejemplo del milagro liberal alemán liderado por Konrad Adenauer y Ludwig Erhard que transformó en muy poco tiempo al derrotado, avergonzado y devastado país en el líder económico, capaz de superar con rotundidad a los vencedores de la terrible guerra fue la luz en la colina que actuaba como faro a seguir. De esta forma, cuando nuestro país se incorporó al Club lo hizo desmantelando los restos de la economía intervenida típica del franquismo. Así, en tiempos del socialismo de González se llevaron a cabo las dolorosas reconversiones industriales que tenían por objetivo alcanzar una actividad productiva menos subsidiada y más orientada al mercado.

Una vez incorporados a la Unión, los distintos gobiernos, elaboraban los “Planes Nacionales de Reformas” guiados por la misma filosofía. Aunque, poco a poco, los dirigentes nacionales y, sobre todo, los locales fueron dificultando y desvirtuando el contenido de dichos documentos. En política, si hay algo difícil de hacer, es llevar a cabo un proceso de reformas auténticas, ya que éstas afectan al tranquilo statu quo que tantos beneficios otorga quien ocupa un cargo de poder.

Cuando llegó la crisis de 2008, Europa todavía confiaba en sus principios fundacionales y fundamentales, de manera que pretendió que los distintos países miembros afrontasen las dificultades del momento siguiendo las líneas programáticas del equilibrio fiscal y la eliminación de barreras entre sectores, regiones y países con el objetivo de alcanzar una actividad económica robusta. De hecho, incluso el propio presidente populista Zapatero, aunque a regañadientes, inició en mayo de 2010 un programa que luego profundizó Mariano Rajoy en sus primeros años como presidente. Un programa que, a pesar de su tibieza y de sus titubeos, tendría un notable éxito, como lo demuestra el crecimiento de los años posteriores.

Sin embargo, las palabras mágicas de Draghi en 2012, aquello de “haré lo que tenga que hacer” y sus actuaciones a partir de 2015 denotaron que la “ley del péndulo” se acabaría imponiendo. Tan pronto el dinero recién impreso del BCE comenzó a fluir, los gobiernos nacionales renunciaron a llevar a cabo las reformas a las que se habían propuesto. Así, aunque los “Planes Nacionales de Reformas” se han continuado elaborando, año a año se han ido transformado en el papel mojado, destinado al consumo interno de para la propaganda electoral.

En este ambiente los lobbies empresariales han encontrado el terreno abonado ideal para conseguir privilegios que les eviten la ardua tarea de tener que competir por el favor de los consumidores y clientes. De hecho, se han aliado con la nueva generación de líderes políticos quienes, a base de promesas de poder ilimitado, han dejado de creer en la economía ortodoxa que tanta prosperidad proporcionó a nuestro continente, para abrazar un descarado intervencionismo que ya está mermando los efectivos de la otrora pujante clase media europea.

A pesar de que una parte del arco parlamentario ha votado en contra de la normativa comentada, lo cierto es que el dirigismo, y con él la melancolía del recuerdo de los tiempos mejores, se están apoderando del panorama social en un proceso de transformación institucional que desgraciadamente parece que durará en el tiempo.

 

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