viernes, 25 de septiembre de 2020

Fracaso

FRACASO

"Fracaso" es la palabra que mejor describe la actuación gubernamental de la protección contra el covid-19. Un fracaso con tasas comparativas elevadas de contagios y muertes, que ha dado rienda suelta al miedo colectivo, a la supresión de derechos civiles, al abuso del “mando y ordeno”, al incremento abismal de la desigualdad, y a la ruina económica. Se ha manipulado la información desde instancias de poder y se ha hurtado el debate científico y la duda razonable. No ha habido lugar relevante ni para la discrepancia democrática ni para la científica. La Unión Europea no ha podido realizar una coordinación eficaz entre las naciones que igualase actuaciones y resultados. Los fallos del Gobierno español y del Govern autonómico han desembocado en unas asimetrías que hacen de España y de Baleares el país y la comunidad respectivamente más dañados en conjunto.

Este oscuro episodio sanitario-económico ya está provocando un sufrimiento humano varias veces mayor que el de la anterior Gran Recesión. Y eso que no se puede considerar que una pandemia sea un “cisne negro” (un acontecimiento imprevisible), puesto que todas las especies animales -los humanos somos una más- padecen alguna en algún momento. Por lo que no es del todo cierto que nos haya cogido tan de sorpresa, y lo es mucho menos en cuanto en los últimos años ya habíamos tenido varias amenazas serias.

Sin duda, una parte del espectro político dirá que han faltado recursos, pero eso es solo una excusa de mal pagador incapaz de desarrollar una gestión eficaz. Sobre todo cuando no han escaseado recursos, aunque sí escrúpulos, para convertir el gasto público en gasto político. Si en la bonanza el ahorro es siempre prevención, el déficit es imprevisión. A todas luces esta es una de las causas de la asimetría de resultados entre países y regiones.

El menosprecio ideológico hacia las reglas de la economía conduce a la falsa dicotomía que la contrapone con la salud. Una mala idea que está en el origen de algunas actuaciones de trazo grueso, torpe y en ocasiones contradictorio que han acabado dañando gravemente, aunque de forma muy desigual, al tejido productivo empresarial y laboral. Tan cierto es que las economía tiene que fortalecer el sistema de salud, como que el sistema de salud tiene que hacer lo propio con la economía. Son dos dovelas de un mismo arco.

En cualquier caso, la actual coyuntura crítica nos vuelve a poner sobre viejas disyuntivas: ¿Queremos un sistema político con representantes preparados o de cuota?, ¿Una educación que promueva la excelencia con autonomía intelectual o que fomente la igualdad también de pensamiento?, ¿Unos gobiernos que pongan más énfasis en el crecimiento inclusivo o en reivindicar más fondos a instancias superiores?, ¿Unos medios de comunicación de masas independientes o seguidores de dogmas?, etc. Desafortunadamente, quizás, ya hemos elegido.


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