Puente de plata a los rentistas
No son pocos los isleños que son titulares de un patrimonio que, bien gestionado, les puede permitir vivir sin trabajar. No se trata de gentes con enormes fortunas, sino una clase media que puede obtener unas rentas similares a un salario, o poco más, y que opta por ganarse la vida fuera del mercado laboral. Me inclino a pensar que se trata de una opción beneficiosa para el conjunto de la sociedad.
El rentista, al poner en valor su patrimonio, lo está ofreciendo al conjunto de los ciudadanos para que éstos lo puedan utilizar de la forma preferida. Por ejemplo, un fondo de inversión ofrece crédito a las actividades más valoradas por el público (coches eléctricos, paneles solares, etc.), o una vivienda ofrecida en alquiler contribuye a satisfacer una necesidad habitacional. La correcta utilización de los activos existentes evita, en cierta medida, la necesidad de producir otros nuevos, consumiendo recursos adicionales.
Lógicamente, la buena gestión patrimonial genera mayores ingresos fiscales para el Estado. Y cómo éste ostenta el cuasi-monopolio de servicios como la educación o la sanidad, buena parte de esos ingresos se destinará a tales servicios.
Por otro lado, el avance de la inteligencia artificial está haciendo inútiles muchos puestos de trabajo, por lo que puede ser una buena noticia el que una parte de la población decida abandonar voluntariamente el mercado laboral. Por si fuera poco, las personas que no tienen que acudir a un puesto de trabajo tienen menos necesidades de desplazamientos en horas punta, de manera que contribuyen a aliviar los problemas de congestión. Dicho en otras palabras, pueden paliar parcialmente atascos y embotellamientos a la vez que permiten ahorrar en la construcción de carreteras, trenes, metros, etc. aliviando los presupuestos públicos también por esta vía.
La hipotética disminución de las horas totales trabajadas tiene, como efecto secundario, la elevación de la productividad general del sistema. Lo que constituye la fórmula más eficaz para el incremento de los salarios. De esta forma también se mejoran las cuentas de la seguridad social.
Ciertamente, se podría argumentar que el rentista, al no trabajar, puede dejar de cotizar, lo cual resta recursos al sistema; aunque también es esperable que demande pensiones de menor cuantía en el futuro, al confiar en sus ganancias. De esta forma, al tener un efecto positivo en los salarios las cuentas del sistema pueden experimentar cierto alivio.
Cuando se puede dejar de trabajar de forma voluntaria, el talento no desaparece, sino que se transforma o incluso se potencia al liberarse de las restricciones que imponen los empleos. Es el fenómeno del otium cum dignitate de los antiguos
Por todo lo anterior, a la sociedad le conviene estimular el fenómeno del rentismo otorgándoles el prestigio que se merecen; más cuando éste puede estar lo suficientemente extendido como para haber dejado de ser un tema de minorías muy privilegiadas.
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