martes, 8 de noviembre de 2022

Limitar la compra de pisos a no residentes

 Limitar la compra de pisos a no residentes

 mallorcadiario.com

El pobrismo es el recurso natural de aquellos políticos incapaces de promover una sociedad que gane en prosperidad y bienestar. El nacionalismo de todos los partidos y, también la izquierda actual, se caracteriza por considerar que la armonía social, descrita por la “mano invisible” de Adam Smith, no es posible. Así, permanentemente identifican grupos sociales contrapuestos y antagónicos, ricos versus pobres, nacionales versus foráneos, rurales versus urbanos, hombres versus mujeres, etc. Este es el fundamento profundo de la propuesta de volver a limitar la compra de viviendas a los no residentes que ya existió en tiempos de la dictadura.

Ciertamente, las políticas antiliberales desarrolladas en los últimos años, principalmente por las coaliciones de nacionalistas y comunistas con socialistas, han desembocado en un escenario económico declinante, en el cual los distintos grupos sociales sólo pueden aspirar a mejorar su posición si empeora la correspondiente a algún otro grupo.

El rampante intervencionismo gubernamental nos ha conducido a un tipo de economía en el cual las perspectivas de un crecimiento sostenido no se alcanzan a vislumbrar. Pues, por un lado, han supuesto una fuerte expansión del sector público más improductivo, que está lastrando al resto, al tiempo que se coarta el potencial imaginativo y creativo típico del genuino capitalismo.

Este triste panorama contiene el caldo de cultivo que puede activar la conflictividad social, pues, por supuesto, con tales políticas junto a algunos grandes beneficiados, otros resultan notablemente perjudicados. Así que para evitar esos posibles estallidos hay que crear una narrativa según la cual la pobreza contenga algún elemento de superioridad moral. Eso es el pobrismo.

Sin duda, la alternativa a la propuesta realizada estos días podría haber consistido en hacer de las Islas una tierra de oportunidades que crease las condiciones para liberar el talento de cualquiera que decidiese que esta es su tierra, contando con excelentes servicios de educación y otros, de tal forma que, razonablemente, se pudiese aspirar no sólo a la compra de una vivienda aquí, sino en cualquier lugar del orbe. Una visión que parecía que se podría haber abierto paso en los años en que el Parlament no acumulaba la actual montaña legislativa. Sin embargo, poco a poco, las posibilidades económico-creativas se han ido cercenando sepultadas bajo un creciente número de páginas del BOCAIB.

Ahora estamos donde estamos. El tiempo de pagar las deudas acumuladas, vía inflación y empobrecimiento, ha llegado. Lo ha hecho, además, en un complicado momento de desglobalización que, lógicamente, conlleva mayores costes productivos para todos, también para los baleares. Por ello no debe extrañar que resurjan propuestas que creíamos olvidadas, tal como la aquí comentada.

No será la última ocurrencia que nos evoque los años cincuenta del siglo XX, a pesar del propagandístico antifranquismo de los actuales dirigentes. De hecho, ya conocemos otras iniciativas en esa línea como la limitación de los alquileres, los subsidios cruzados, etc.

En cualquier caso, también hay que recordar que el último año de aquella década, trajo consigo grandes cambios que alteraron por completo la visión pobrista dominante, y el horizonte de los baleares, con el Plan de Estabilización de 1959.

 

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