martes, 11 de mayo de 2021

Madrid, la brillante ciudad en la colina

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Madrid, la brillante ciudad en la colina

¿Son extrapolables los resultados de la Comunidad de Madrid al conjunto nacional? ¿Marcan un cambio de tendencia bajo el que subyace un nuevo tipo de preocupaciones sociales? ¿Por qué Sánchez se ha apresurado a ordenar a los suyos la consigna de aislar el resultado de estos comicios regionales? El siguiente análisis pretende tratar una perspectiva relacionada con el mundo del trabajo en España.

La legislación laboral de nuestro país, fuertemente apoyada por los sindicatos, está en el origen de la más flagrante desigualdad social que nos aqueja; aquella que divide la sociedad entre insiders y outsider. Es decir, entre aquellos que pueden tener una vida plena porque tienen un panorama estable de futuro, y aquellos otros que tienen que tienen que vivir, más bien, a salto de mata. Los primeros son a los que la normativa laboral les concede ventajas y protección en su empleo, al contar con un contrato de trabajo fijo. Mientras que los segundos, se ven abocados a salir y entrar de las ocupaciones, o darse de alta como autónomos, según sean las condiciones del ciclo económico, o las sustituciones temporales de los protegidos. Por añadidura, mientras unos pueden contar con una jubilación más o menos suficiente, al cotizar de forma estable, los otros no lo tienen del todo claro, además de concentrar las dificultades de acceso a la vivienda.

Sin esa división seríamos más iguales. Los problemas de unos y de otros se parecerían más, y, por tanto, las soluciones para alcanzar mejores cotas de bienestar serían mucho más fáciles de implementar. Dicho de forma metafórica, al cortar la tarta en trozos más parecidos hay más gente dispuesta a hacerla más grande, por el simple hecho de los incentivos generados. Sin embargo, los insiders, prefieren el statu quo (la tarta del tamaño de ahora), para lo que, están dispuestos a pagar los impuestos suficientes con el fin de generar los subsidios que desmovilicen al mayor número posible de outsiders.

Pues bien, en parte lo que ha pasado con las elecciones madrileñas, realizadas cuando ya llevamos casi año y cuarto de una extraña crisis pandémica, es que han sido muchos los que han temido abandonar las filas de los instalados para formar parte de aquellos que son candidatos a un subsidio. De esta forma, la disyuntiva electoral ha adoptado subliminalmente la siguiente forma: por un lado, la izquierda sólo promete defender los subsidios de los outsiders mediante mayores controles burocrático-gubernamentales, aunque con la escasa credibilidad del “ingreso mínimo vital” y del “escudo social”. Mientras que Ayuso propone, no tan solo que nadie tenga que abandonar las filas de los instalados, sino incluso hacer más fácil el acceso a esa categoría. Y su método es el propio de los países más prósperos: mayores grados de libertad.

Ciertamente, la gestión de la crisis a través de restricciones a la libertad y más controles estatales, llevada a cabo por Sánchez con sus socios y seguidores, ha supuesto un fuertísimo incremento de la eventualidad laboral. Lo que cambia la relación de fuerzas electorales entre fijos y eventuales al generar, lógicamente, que aumente el número de personas que se sienten amenazadas por la precariedad, de tal forma que resulta difícil evitar su enfado mayoritario con el modelo económico que el gobierno va dibujando. Un miedo que no sólo se está experimentando en la capital, sino en toda España, con especial incidencia en aquellas comunidades, como la nuestra, en donde el riesgo de pérdida es mayor.

Es por eso que Madrid puede que se esté convirtiendo en la Ciudad Luminosa de la Colina, observada por el resto del mundo, atrayendo, de una u otra forma, al resto de la nación a seguir un camino similar. Una ciudad en donde la armonía social puede ser un objetivo posible con tan solo no dividir la sociedad entre “malos” y “buenos”; una nueva Jerusalén en la que sus variadas gentes acogen con fraternales brazos abiertos a los que llegan atraídos por su luz.

Es cierto que todas las comunidades autónomas tienen sus peculiaridades, su tradición y su historia. Pero la potencia de la luz encendida en Madrid, fundamentada en los valores del republicanismo cívico más básico, tiene la fuerza suficiente como para que tenga una importante trascendencia en el resto del país.

La libertad, la igualdad y la fraternidad son deseos genuinamente occidentales, muy arraigados, que casan mal con el dirigismo mentiroso del populismo embaucador. Una vez más parece que Sánchez, con sus socios y seguidores, nos vuelven a intentar engañar a todos, y en especial a los suyos, al circunscribir únicamente a aquella comunidad el resultado de las elecciones del pasado martes.

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