lunes, 2 de junio de 2014

Ayer escribí esto. Hoy gana actualidad

Razones y emociones para la libertad.

Durante estos difíciles años hemos podido volver a comprobar, una vez más, como hasta los más marginales incrementos de libertad económica generan impulsos hacia la prosperidad, a la vez que la tiranía del statu quo nos impide avanzar. Lo cual nos debería guiar en el todavía largo camino que todavía por recorrer.

Y a pesar de la evidencia, quizás por el cansancio de la dura crisis que se ha prolongado al no avanzar de forma más decidida en la dirección correcta, las ofertas de soluciones mágicas aparecen una y otra vez. Suelen ser las mismas de siempre, planes de crecimiento, devaluar, inflación, más control, menos libertad, no pagar las deudas  o que paguen los de Merkel, y, en un alarde de imaginación que paguen los ricos. No importa que la historia nos muestre que cada vez que nuestro país opta por la liberalización y la reducción del gasto público, la economía avanza y se incrementa el bienestar.

Para algunos magos el que las políticas de estímulo y similares no funcionasen cuando se implementaron no importa, incluso pueden afirmar que no fueron suficientes. Otros van más lejos y muestran una clara añoranza por la dictadura del proletariado.

Bajo la excusa social, nos venden las políticas que han resultado más antisociales. Demonizando a los que no han creado ningún problema, y en especial a aquellos de los que estamos más necesitados: los ahorradores, sean grandes, pequeños o medianos, y de los empresarios schupeterianos que arriesgan e innovan. Es la superioridad moral de la cigarra frente a la hormiga.

Siempre proponen lo mismo, más poder en manos de gobiernos y élites extractivas, y menos en manos de la gente. Lo que contribuye a convertir el sano capitalismo basado en la competencia empresarial en capitalismo de amigos. Se genera así un clima social que impide el avance de las necesarias reformas, y mantiene en la desesperanza y el temor a aquellos a los que se induce a creer que sólo pueden esperar que sean otros quienes solucionen sus problemas, sin que puedan hacer nada por sí mismos. Azuzan el miedo de la gente con el ánimo paralizarla y controlarla.

A pesar de que las soluciones nunca provienen de placebos elaborados por herederos de Merlín, este clima alentado por socialistas de todos los partidos, requiere de un rearme intelectual, y sobre todo sentimental, de los defensores de la libertad individual y la propia responsabilidad.

El mayor reto ya no lo tenemos en el campo de las teorías, en donde la batalla se decanta a nuestro favor, sino en el de los sentimientos. Pues no se pueden combatir las emociones con razones. Es el momento de proclamar con fuerza nuestra pasión por no estar sometidos al dictado de colectividades guiadas por salvadores, y la emoción de ser libres para poder administrar nuestro presente y nuestro futuro sin miedo.

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