Si subimos al Castillo de Bellver, o a cualquier otro enclave que nos proporcione cierta perspectiva, podremos percibir el rugido urbano. De entre ese magma sonoro quizás podamos identificar el origen de algunos de los decibelios, como pueden ser los provocados por algún camión o por algunos autobuses urbanos con muchísimo servicio a sus espaldas. Ahora bien, a determinadas horas del día, los ruidos más estruendosos, sin lugar a dudas, provienen del Puerto.
Se trata de otro de esos problemas claramente identificados desde hace décadas a los que nunca se les da solución contundente y definitiva. Tal vez sea porque los políticos de turno, hace tiempo que consideran que las inversiones en infraestructuras generaban menos votos que los gastos corrientes y, por tanto, prefirieron contratar personal o subvencionar, o anunciar que subvencionan, a mejorar los equipamientos públicos.
Los ferris que nos comunican con las otras islas y con la península hacen un ruido espantoso, mucho mayor que el de los enormes trasatlánticos que asiduamente atracan en nuestro puerto. Además, muchas de las operaciones de carga y descarga se hacen con vehículos diésel con motores sobre-revolucionados a los que además se les añade algún tipo de pitido acústico para advertir al personal estibador de su presencia. También las pasarelas metálicas retumban, mientras las grúas eléctricas brillan por su ausencia.
En ocasiones, ante las permanentes quejas de los vecinos más próximos, se promete que la solución pasa por conectar los buques a la red eléctrica general, para que, de esta manera, no tengan la necesidad de utilizar sus ruidosos motores. Si es así, se trataría de una operación aparentemente sencilla, sobre todo para una autoridad portuaria que siempre ha hecho gala de abultados superávits monetarios, aunque es más que posible que la red eléctrica general también tenga que adaptarse incrementando notablemente su capacidad de servicio.
En cualquier caso, lo extraño y contradictorio del asunto es que mientras se anuncian restricciones al tráfico para particulares en aras a conseguir una ciudad más sostenible y, por tanto, habitable, parece que la solución a los problemas sonoros, y otros, del puerto duermen el sueño de los justos.
Es cierto que este verano está resultando especialmente desagradable a la hora de disfrutar de la ribera urbana de Palma, sobre todo, por las interminables e insufribles obras del Paseo Marítimo, que, por supuesto, también resultan muy ruidosas. En definitiva, no es de recibo es que un organismo con el músculo económico de la Autoridad Portuaria y con acceso a los cacareados y fondos europeos no sea más ambicioso a la hora de ofrecer a la ciudad unas instalaciones del máximo nivel, un puerto modélico desde cualquier punto de vista. Es más, desde mis tiempos de modestísimo navegante he sostenido que, entre otros, uno de los varios objetivos a conseguir es el de la transparencia de las aguas en todos los puntos portuarios. De hecho, pienso que el reto debería incluso ir más allá para conseguir que Ca’n Barbarà retornará a ser zona de baño, aunque hubiese que reubicar a las pequeñas embarcaciones del enclave o modificar el contundente puente que separa sus aguas (en vez de unirlas) a las del resto del puerto, o realizar cualquier otro tipo de actuación.
Así mismo, sería fantástico que el periodismo insular (que pena la falta de independencia ante todo tipo de poder) estuviese atento observando, sin sectarismos, cómo se disminuyen los decibelios marinos, o cómo se gana en transparencia para observar las profundidades portuarias. Ciertamente, el del puerto es solo uno más de los muy variados problemas a los que se enfrenta nuestra urbe, sin embargo, este uno de lo nos puede poner en el mapa de los enclaves destacados por tecnología y ciencia, pues con la colaboración de los organismos de investigación de titularidad balear, y de los reputados científicos que los dirige, estas metas son posibles.
La Autoridad Portuaria es un organismo autónomo que no está sometido a la rendición de cuentas propia de los procesos electorales. Depende del Estado, pero a su presidente lo nombra la CAIB, aunque también hay un director. Además, su consejo de administración está compuesto por un conglomerado de representantes de múltiples administraciones y otras instituciones receptoras de subvenciones, lo cual contribuye a diluir responsabilidades.
Quizás la recién creada Consellería del Mar, aunque no tenga las competencias necesarias, tal vez sí pueda ejercer una labor de liderazgo sobre las otras instituciones que efectivamente tienen en sus manos la capacidad de actuación. Es por ello que, desde este mismo diario digital, ya me pronuncié como partidario de su creación en julio de 2021 (https://www.mallorcadiario.com/conselleria-del-litorial-pep-ignasi-aguilo). Palma se merece, no sólo un Paseo Marítimo que esté a su altura, sino también y, sobre todo, que su puerto sea líder en belleza, eficiencia, seguridad y valores ambientales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario