El futuro de nuestros hijos y nietos
Como padre de una
niña pequeña, con frecuencia me pregunto cómo será la sociedad balear, española
y europea dentro de dos o tres décadas. Sin duda se trata de un ejercicio
inútil que sólo responde al hecho de ser ella mi prioridad. El futuro, por
definición, es imponderable. Sin embargo, hoy podemos observar algunas
tendencias que muestran claros indicios de estar arraigado, aunque, bien es
verdad que pueden surgir reacciones que cambien el rumbo de esos fenómenos sociales
que ahora parece que marcan un camino plenamente aceptado.
Para empezar, una parte mayoritaria de las nuevas generaciones se habrán criado con padres separados y, también, con frecuencia, sin contar con el apoyo de las familias extensas de otra época. Lo cual, por supuesto, no es ni bueno ni malo, tan sólo lo suficientemente diferente como para proporcionar una visión alternativa del mundo. De hecho, este es, quizás, uno de los motivos por los cuales está dejando de ser un anhelo personal el tener una pareja estable para todo el ciclo vital. Lo que, a su vez, puede estar influyendo en un cambio de prioridades con respecto al deseo de tener descendencia. Una tendencia que toma forma subliminal en la progresiva minusvaloración del concepto de “amor romántico” promovido por el feminismo actual.
Todo ello conduce a una sensación aparente de mayor independencia personal, con la cual se planifican los proyectos de vida personales. Aunque también a una mayor soledad ante las circunstancias adversas de la vida, que siempre existen. Esto último constituye un terreno abonado para la expansión sin límites de los estados del bienestar. De hecho, la progresiva sustitución de la familia por el Estado está, probablemente, en la raíz de una espiral por la cual lo colectivo asalta de cada vez mayores porciones del terreno personal, provocando una masiva adhesión forzada al pensamiento colectivo.
Un estado extremadamente poderoso, y controlador de los aspectos más personales de la vida, tiende a imponer sus propios mitos y dogmas para conducir la conducta de la población por él tutelada. Por ello es lógico que invada el terreno educativo, el cultural y el mediático al objeto de crear el marco mental que, siguiendo la espiral antes mencionada, refuerce su impersonal poder. Por supuesto, el hereje y el disidente es considerado un peligro tan pronto consigue un número determinado de potenciales seguidores, dificultando las propuestas alternativas. El pensamiento único se impone.
Por otro lado, para nuestra generación, el adquirir una vivienda y un automóvil supuso la motivación de algunos de nuestros grandes esfuerzos. Esto, tal vez también tiende a cambiar, pues abundan los hijos únicos o aquellos que tienen un único hermano. No serán pocos los que contarán con una casa, -o incluso con más de una-, recibida de alguno de sus progenitores. Así mismo, serán muchos menos los que tengan un vehículo en propiedad. De esta forma, sin hijos, y eliminando estos dos de los principales costes a afrontar durante la trayectoria vital, se produce un cambio de mentalidad a la hora de enfocar la participación en el mercado laboral. Se reduce la necesidad perentoria de contar con un puesto de trabajo que suponga un determinado grado de sacrificio, aumentando alternativamente el deseo de realizar únicamente tareas que produzcan satisfacciones en sí mismas.
Este fenómeno ahora ya se está dando, en parte, gracias a que los trabajos menos gratificantes los acepta, sobre todo, la población migrante. Pero es más que probable que los procesos de automatización, digitalización e inteligencia artificial lo refuercen. En cualquier caso, los empleos más cotizados, como ahora, continuarán estando en el sector público o en su entorno, por ofrecer mejores condiciones laborales; mientras que muchas de las personas sin capacidad de acceder a ellos dedicarán sus esfuerzos en un sector privado que ofrecerá empleos en condiciones cambiantes según las sucesivas regulaciones que se les impongan. Estas últimas serán las que pasarán temporadas desempleadas y, por tanto, con intentos de vincularse al Estado vía subvenciones, cursos de formación, bolsines de empleo, ventajas por ser víctimas sociales, etc.
Como la mayor parte de los recursos estará asociada, o condicionada, por los gobiernos muchos de los más creativos y emprendedores canalizarán sus esfuerzos a intentar crear instituciones o identidades que les permitan acceder a ellos en condiciones ventajosas. Un proceso que ya se ha iniciado coadyuvando a reforzar la senda aquí descrita.
Los cambios en el mundo laboral tienen consecuencias en el educativo. Aunque, en este sector, el cuasi-monopolio gubernamental del mismo impide los incentivos necesarios para adecuar su oferta a la demanda existente. De hecho, soy de la opinión que únicamente con una casi imposible mayor liberalización se podrían evitar las frustraciones personales que desembocan en un incremento del número de personas que se sientan excluidas. Por supuesto, las capas sociales mejor posicionadas, y más conscientes de la importancia de esta faceta de la vida, buscarán soluciones o en el extranjero o por otras vías.
La menor familiaridad y la mayor estatalización hará que los problemas asociados a la vejez estén, muy mayoritariamente, en manos del estado del bienestar. Se hablará de la cuarta edad, puesto que la tercera se identificará exclusivamente con aquella en la que todavía se goza de facultades físicas y psíquicas suficientes. Pues bien, puede ser que no sean pocos los que no estén dispuestos a atravesar esa última dura etapa. De hecho, me inclino a pensar que es más que probable que, a través del contundente dominio mediático gubernamental, se acabe creando el mito del buen ciudadano que prefiere irse antes.
Todos estos cambios, y muchos otros, se van orientando y produciendo, de forma gradual, gracias a la difusión de consignas masivas con apariencia de buenas intenciones y de logros sociales. Poco a poco están sustituyendo el clásico pensamiento liberal que hasta hace poco constituía el horizonte que deseábamos para nuestros hijos y nietos. Por ello, y aun sabiendo que no tengo ni idea de cómo será el futuro, personalmente, me hace ilusión pensar que estoy poniendo empeño en que mi hija sea capaz de pensar por sí misma con criterio propio.
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