Reformar el día de la Constitución
Tras la
modificación de la celebración de la Diada de Mallorca, soy de la opinión que
también habría que cambiar el formato de los actos de conmemoración, en
Baleares, del Día de la Constitución. Pues me parece una anormalidad que la
aparente anfitriona de la fiesta sea la delegada del gobierno de turno en vez
de la presidenta de la Comunidad y del resto de autoridades locales.
Ciertamente, cada 6 de diciembre celebramos el evento de más alta relevancia política, recordando los consensos alcanzados en nuestra carta magna como fundamento de todas nuestras instituciones; además, por supuesto, de nuestro “Bill of rights” por el cual todos los españoles nos podemos considerar a resguardo del mayor peligro que tradicionalmente han padecido los ciudadanos de cualquier estado, esto es, del abuso de autoridad. Dicho de otra forma, el consenso constitucional básico que festejamos es el rechazo a cualquier forma de tiranía.
En Baleares la máxima autoridad del Estado la ostenta la presidenta de la comunidad. Es decir, personifica nuestro ordenamiento jurídico-institucional y social emanado, precisamente, de la Constitución Española. Es por ello, que es a ella a quien le debería corresponder el papel principal a la hora de recordar tan importante evento, con la participación, desde luego, de todos y cada uno de los representantes de las entidades ciudadanas que ese día quieren mostrar, con su presencia, una renovada adhesión a los fundamentales principios democráticos que inspiran nuestra ley de leyes.
La delegada del Gobierno desempeña un papel de segundo nivel, no sólo por carecer de una agenda política propia, sino, sobre todo, por tener únicamente rango de subsecretaria de estado, una categoría inferior a la de ministro. Un cargo casi de enlace entre el poder político, que varía de legislatura en legislatura, con el funcionarial más permanente. De ahí que sea una desconocida para la mayoría de la población. De manera que su excesivo protagonismo en el día de la Constitución viene a sugerir el mensaje subliminal de que la celebración es ajena a las principales instituciones políticas isleñas; algo así como que la arquitectura del estado le corresponde en exclusiva al gobierno central.
El bellísimo Palau Reial de l’Almudaina sin duda es un muy buen enclave para la celebración. Sin embargo, creo que resultan preferibles otros escenarios que pueden contribuir a vincular de una forma más clara a las actuales instituciones, precisamente, surgidas al amparo de la propia Constitución con la misma. En concreto, sostengo que el marco más adecuado para los actos centrales es el Consulat de Mar por ser sede de la Presidencia de la CAIB y lugar habitual de reunión del Consell de Govern. Además, en el mismo recinto está el magnífico espacio que ofrece Sa Llotja con un aforo que permite más comodidad a los asistentes a la recepción, tal como ocurre con las tomas de posesión de nuevos Presidents. Así mismo, pienso que Cort también tiene que tener también un cierto protagonismo propio ese día, en especial la figura del alcalde, al ser la autoridad de más larga tradición. Una figura previa a la ley fundamental que, sin embargo, encuentra en ella su plena justificación actual.
El alcalde podría ofrecer, a los pies de la fachada consistorial o desde el balcón, un sencillo parlamento reforzando su compromiso con las libertades y los derechos constitucionales. Recordando los amplísimos consensos alcanzados para plasmar la voluntad de dar cabida a todas las sensibilidades sin exclusión. Quizás el breve acto, podría finalizar con la audición del himno nacional y el autonómico rindiendo un sencillo homenaje a las banderas que allí lucen como símbolos genuinos que adquieren su pleno significado al representar el espíritu constitucional. También habría que encajar en este nuevo formato los presidentes de los cuatro consells insulares. Normalizar la presencia de los símbolos es otra de esas asignaturas pendientes.
En cualquier caso, habría que suavizar la, a mi juicio, excesiva relevancia de la delegada del gobierno, para reforzar el protagonismo que les corresponde a las figuras políticas más emblemáticas, cuya legitimidad emana de haberse sometido al escrutinio público que suponen las elecciones realizadas en el marco constitucional y estatutario.
Estos cambios en la celebración de los actos del 6 de diciembre, pienso, podrían contribuir a recordar, de forma más visible, que las constituciones son leyes fundamentales creadas para proteger la libertad de los individuos, salvaguardandolos de la tendencia natural a la extensión del poder, mediante su división a través del juego de pesos y contrapesos. Solo aquellas constituciones que son realmente sentidas por el conjunto de la ciudadanía tienen la capacidad de fortalecer las instituciones que preservan la democracia con la fuerza de una religión.
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