La única línea de metro de Palma se inauguró en 2007, justo el mismo año en que comenzaba a tener vigencia la llamada Ley de Capitalidad, por la cual el Govern debería llevar a cabo una inversión anual de 30 millones de euros, a fin de compensar al Ayuntamiento por los costes que supone ofrecer sus servicios al conjunto de residentes insulares.
En aquel momento la población de Palma se acercaba ya a los cuatrocientos mil habitantes, a los que había que sumar los propios de las conurbanizaciones en los municipios colindantes de Calviá, Llucmajor, o Marratxí, además de todos aquellos residentes de otros enclaves que diariamente se desplazan a la capital para realizar sus tareas laborales, visitas sanitarias, y todo otro tipo de gestiones.
Por lo general los planificadores urbanos, consideran que cuando las urbes alcanzan el medio millón de habitantes, es el momento para comenzar a pensar que el Metro como medio de transporte ineludible, y, por tanto, de iniciar la planificación de su construcción. Así lo hizo la alcaldesa de Palma con apoyo del president del govern de entonces. Aprovechando la necesidad de soterrar la estación del ferrocarril, para que los viajeros estuvieran lo más cerca posible al centro neurálgico de la ciudad, decidieron iniciar la construcción de una soterrada red metropolitana.
Sin embargo, ese mismo 2007 hubo elecciones locales, provocando cambios en ambos gobiernos municipal y autonómico. Lo primero que hizo la izquierda, con el recién conquistado bastón de mando, fue abandonar por completo el proyecto de desarrollo del suburbano. No tan sólo eso, sino que además que intentó desprestigiar ese eficaz medio de transporte. Aunque para compensar la desacertada decisión que tomaron, fue entonces cuando anunciaron el absurdo proyecto de diseñar y construir una única línea de tranvía que atravesaría las Avenidas, como medio para solventar los graves problemas de movilidad de nuestra gran urbe. Un despropósito de alternativa tan evidente, que nunca llegaron ni siquiera a conectar la ley de capitalidad con la financiación necesaria para el proyecto.
Desde entonces ha pasado mucho tiempo y los problemas de congestión de tráfico y falta de transporte público no han hecho sino crecer de forma exponencial. También ha crecido la población y con ella las necesidades de desplazamientos. La inacción de entonces nos ha llevado al colapso actual. No obstante, el que ya hayan pasado ni más ni menos que 16 años le permitió a la izquierda política palmesana, esbozar un intento frustrado de rectificación al anunciar, hace unos meses y sin apariencia de reparo, la prolongación de la única línea existente hasta el ParcBit. Supongo que consideraron que aquellos acontecimientos de 2007 ya están olvidados en la mente de sus electores.
Por ello, el nuevo consistorio, con la ayuda de un nuevo govern, más pegado a la realidad, y por tanto, más sensible a las necesidades reales de los ciudadanos, podrían replantearse retomar el viejo proyecto de que nuestra capital cuente con el medio más habitual de transporte de cualquier gran ciudad.
La principal característica del metro es ser el único medio de transporte colectivo rápido. Tanto que incluso puede superar a los propios automóviles privados, una ventaja importantísima para reducir la saturación del tráfico. Además, por supuesto, no es contaminante. Tan eficaz es, que se suele decir que un convoy de metro puede sustituir el uso de unos 600 coches, mientras que un autobús se tiene que conformar con unos 40.
Es evidente que la construcción de una red de metro lleva mucho tiempo y requiere de una gran inversión. Como cualquier infraestructura de red, puede parecer inapropiada hasta que ésta alcance una dimensión y densidad que la convierte en adecuada. Por ello es interesante pensar en qué situación estaríamos si el proyecto inicial hubiese tenido algún tipo de continuidad. Pues, seguramente, algunas de las escasas obras realizadas con posterioridad podrían haberse diseñado para facilitar la construcción de estaciones y otros elementos asociados, ahorrando costes y molestias a los ciudadanos. Es decir, que los palmesanos podríamos contar ya con alguna línea más con la suficiente entidad como para gozar de una mejor calidad en nuestros desplazamientos. Y, sobre todo, veríamos de una forma mucho más optimista el futuro de la movilidad en nuestra ciudad.
El metro no es la única solución a los problemas de los desplazamientos urbanos, hay otras que también se han de implementar, pero es la que requiere de mayor determinación política por parte del alcalde, en necesaria complicidad con el govern. Quizás esté sea un buen momento para desempolvar, hasta ahora, olvidado proyecto.
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