El opúsculo que los jueves se encarta en diariodemallorca.es informa que en el recinto del Campus de la UIB sólo se puede beber café de comercio justo.
Tal como está redactada la noticia no se acaba de entender si las empresas concesionarias tienen o no la obligación de dispensar este tipo de café de forma exclusiva o no. Sin embargo, tanto del titular como de algunas de las respuestas del Vicerector parece derivarse que la obligación se irá haciendo efectiva a medida que se renueven las concesiones, lo cual ocurre cada tres o cuatro años.
Si la UIB acaba imponiendo un determinado tipo de café, estamos, sin duda, ante una mala noticia que puede significar el inicio de un retroceso en el difícil camino hacia la calidad de los servicios de bar y restauración.
Cualquier política en donde los incentivos no vengan directamente de la mano de los propios usuarios está condenada al fracaso, pues es evidente, que la Rectora no tiene ni tendrá capacidad para poder controlarla.
Por otro lado, la denominación de "comercio justo", no parece la más adecuada, pues da a entender que el otro comercio no es justo, lo que en sí mismo es una injusticia en la que, al menos, los economistas de verdad no deberían caer.
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4 comentarios:
Volvemos a la historia despótica habitual.
No me sorprende en absoluto, esas son las formas que imperan en relación a esta Rectora.
¿Qué será lo próximo? ¿Más medidas basura?
Muy interesante lo del comercio justo. Justo ¿para quién?
Ahm... la "universidad valiente"... sí... "Justicia" de cara a la galería. No es más que eso.
Mientras, los alumnos andamos mendigando durante una media de ¿7 años? gracias a la "ineficiencia" del sistema universitario. Además cada vez estamos menos valorados, a que aspiramos ¿a cobrar menos de lo que cobra un barrendero o un repartidor de pizzas?... Y encima les pagamos las sillas y los cafés "justos".
La nueva UIB ahora, "solidaria" y de cara al tercer mundo.
Tienes razón Annie, es demasiado frecuente que se apele a un ideal superior para cercenar la libertad. Basta recordar las apelaciones a la patria, a los valores supremos que transcienden a la propia vida o últimamente a la construcción nacional de determinados enclaves.
La idea de ayudar a los demás es bonita, pero no por ello debemos caer ni en imposiciones ni mucho menos en dirigismo.
Sin duda, es mucho mejor formar personas líbres de espíritu crítico capaces de actuar en el mejor sentido por propia convicción.
También es cierto que hay que ser justo y comedido, y a esta actuación se la puede calificar de desacertada, de autoritaria, pero despótica parece algo excesivo.
Para terminar siempre hemos de recordar aquello que dijeron los padres fundadores de los EEUU: Qué el precio de la libertad era la vigilancia permanente.
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