Kowtow, la antigua ceremonia china
Esta semana hemos visto como Pedro Sánchez se ha desplazado hasta el corazón de Pekín para realizar la antigua ceremonia del kowtow, es decir, el reconocimiento de la superioridad del emperador. Efectivamente, Xi Jinping, emulando a sus históricos antecesores imperiales, se está dedicando a repetir el solemne ritual por el cual los enviados de los países remotos tienen que postrarse completamente, ante su persona, tocando tres veces el suelo con su frente. Es la señal de la ampliación de los límites de “Todo bajo el cielo”, es decir, de los dominios influenciados por el “poder blando” chino. A Xi “Hijo del Cielo”, como pináculo de la jerarquía política universal se le debe este reconocimiento, equivalente a la aceptación de un determinado tipo de vasallaje.
Está previsto que, en las próximas semanas, otros dirigentes europeos también se postren en idéntico ritual. Aunque quizás alguno prefiera una reunión por videoconferencia para suavizar el impacto visual de la escenografía. En cualquier caso, algunos dirigentes de países ex-URSS ya han realizado su kowtow. Así que luego, para compensar a Putin, Xi fue quién se desplazó a Moscú.
A pesar de que el potente aparato propagandístico sanchista nos venda el encuentro como un éxito diplomático de su gobierno, en realidad no es más que el resultado del reconocimiento de la nueva (o vieja) realidad geopolítica mundial, por la cual China vuelve a ostentar el “mandato celestial” de preservar la “Gran Armonía”. Por ello resultan irrelevantes los temas allí tratados, lo importante es que los dirigentes ya no corren al Despacho Oval, sino el Gran Salón del Pueblo.
Decía Confucio que todos los imperios se han creado por medio de la fuerza, pero ninguno puede mantenerse sin traducirla en una obligación, es decir, sin que la represión de paso al consenso. No se puede agotar la energía del emperador en el mantenimiento de la sumisión, sino que debe centrarse en la tarea de configurar el futuro.
Efectivamente, mientras Estados Unidos, heredero de las esencias cristianas, intenta difundir sus valores por todo el mundo; China no hace proselitismo, ni reivindica que sus instituciones tengan validez fuera de su territorio, pero es heredera del del “Reino Medio” (zhongguo), o país central, que clasificó de manera formal al resto de estados en distintos niveles tributarios según su distancia a sus formas culturales y a su geografía.
No deberíamos olvidar que no existe ningún otro país que pueda reivindicar una civilización tan antigua, continuada en el tiempo, que carezca de fecha inicial. Efectivamente, por muy atrás que nos remontemos China ya existía. Su extenso territorio y la gran influencia ejercida entre sus vecinos se debe, sobre todo, al conocimiento de los principios de la estrategia y habilidad política recogida en las obras de Confucio. El gigante asiático ya era la mayor civilización humana cuando todavía no habían surgido las ciudades-estado griegas, que alumbraron nuestro pensamiento occidental.
Efectivamente, la amplitud y la variedad del territorio imperial reafirmaba la idea de que China era el centro del mundo y, por tanto, su máximo mandatario, el “hijo del cielo”, era de la mayor trascendencia para todo el universo, al presidir el tian xia, es decir, “Todo bajo el Cielo”. Durante milenios China no tuvo que tratar con ningún otro país que se le pudiese comparar en magnitud o complejidad, por lo que nunca tuvo necesidad del concepto de equilibrio de poderes. La India, la otra gran nación, ha pasado la mayor parte de su historia dividida. Además, el muro del Himalaya siempre ha constituido una formidable frontera. Japón, por su parte, se caracterizó por su tradicional aislamiento. Europa fue considerada un territorio lejano, y muy dividido, incapaz de asumir la importancia de la cultura del Reino Medio.
Hasta la Revolución Industrial, China siempre estuvo en el primer puesto del ranking mundial de PIB. Su la economía era la más próspera, en buena parte, gracias sus importantes redes comerciales que constituían el incentivo esencial para la innovación. Ahora ya ha recuperado su posición mundial, por lo que su objetivo estratégico va a ser evitar que los Estados Unidos continúen diseñando un nuevo escenario de bloques geopolíticos. El viaje de Sánchez no es más que un movimiento más en esa estrategia. Ciertamente, el kowtow ahora consiste en una foto y un apretón de manos, pero… ¡Nada nuevo bajo el sol!
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