Evita Irene Montero
No lo puedo evitar, ver a nuestra ministra de Igualdad me activa el
recuerdo de Eva Duarte de Perón.
Quizás porque a pesar de sus estilos diferentes, comparten algunas destacadas
similitudes y una ilimitada ambición. Ambas llegan a elevadas magistraturas
políticas muy jóvenes, desde orígenes humildes y con cónyuges poderosos,
practicando un populismo muy centrado en el lenguaje y la imagen.
Con frecuencia, los discursos de Irene
recuerdan a los Evita que han pasado a la historia por contraponer
a los pobres descamisados, con los
que ella se identificaba, contra los poderes oscuros y ocultos de una oligarquía hipócrita y podrida. Aunque ambas
categorías siempre estuvieron pertinentemente indefinidas, esta forma de
utilizar el lenguaje le servía, ante la compleja realidad social de la
Argentina de su época, para crear una simplificada dicotomía de clases con la
cual una mayoría podía simpatizar. Justificando y legitimando la toma del poder
y su permanencia en el mismo.
La presidenta del Partido
Peronista Femenino, sostenía que un descamisado
es todo aquel que se siente pueblo, que lo importante era amar, gozar y sufrir
como pueblo. Lo que le permitía decirlo envuelta en los más sofisticados lujos
de su época, que entonces no era una gran casa ni un chalé, sino joyas y
ropajes. E igualmente, buscando siempre una imagen de mayor modernidad y
singularidad, no se definía con los conceptos clásicos de nacionalista,
socialista o comunista, sino como justicialista.
Como Irene, Eva fue propuesta como candidata a la
vicepresidencia, aunque -“el día del
renunciamiento”- declinó tal honor. Lo que no impidió que su imagen siempre
continuase ligada a acciones sociales bienintencionadas de fácil “venta” política, y con los consistentes
en incrementos del gasto público. El cual, con el tiempo, sólo se podría
financiar mediante una inflación, primero moderada y luego, poco a poco,
desbocada.
Otra forma que utilizó para aparecer en los "Nodos" realizando
iniciativas solidarias fue mediante la creación de la Fundación Eva Perón, dedicada al reparto de libros, ropa,
alimentos, máquinas de coser, juguetes, construcción de escuelas, etc. Su
financiación provenía de entregas obligatorias -por ley- de parte de los
salarios de los trabajadores, de actividades tales como las carreras de
caballos, y de donaciones de las empresas. Supuestamente voluntarias, porque en
realidad durante su mandato reinó un régimen
del expediente sin el cual era casi imposible cualquier actividad
económica. Un régimen intervencionista que se justificó por una política
económica con un nombre atractivo “la
industrialización por sustitución de importaciones” con la pretensión de
priorizar la producción nacional sobre la extranjera.
Pues bien, la combinación de la inflación y de proteccionismo empresarial
abocó al país de la plata a una decadencia económica de la que, a pesar del
tiempo transcurrido, no ha conseguido salir. Hasta tal punto que se puede
afirmar que parte de la diáspora y la pobreza argentina está fundamenta en la
mala calidad de las políticas sociales peronistas. Sin embargo, aquel régimen
supo utilizar las imágenes y el lenguaje de una forma tal que muchos añoran el
tiempo de Evita. Así, el peronismo continúa
penetrando en todos los poros de la nación.
Sin embargo, y a pesar de todos esos parecidos hay una diferencia
importante entre ambas mujeres y es que nuestra Evita reina en un país de la UE. Espero que sea suficiente para
cambiar nuestro destino económico; y de paso para desearle que pueda gozar de
una vida mucho más larga que la monarca americana.
Pep Ignasi Aguiló,
economista. mallorcadiario.com
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