A pesar de su formación y experiencia, “La levedad del Alcalde” que observamos en abril, se va transformando, poco a poco, en mengua. A medida que discurren los meses se sigue sin poder vislumbrar cuál es su rumbo, y por tanto, sin saber si realmente coincide o no con el de su propio colorido equipo.
La figura de un alcalde de capital, en nuestro imaginario colectivo, se corresponde con una persona que aúna la autoridad que le otorga el bastón de mando que usa en los más solemnes actos, con la authoritas de una personalidad destacada por sus ideas y criterio de entre todos los vecinos de una municipalidad.
Sin embargo, al alcalde socialista, que no consiguió ganar las elecciones que incluso ha perdido el segundo puesto tras meses de actuaciones erráticas, ocurrentes, desorientadas o directamente poco útiles, le está sucediendo como al protagonista de aquella película de finales de los cincuenta titulada “El Increíble Hombre Menguante”. Quien tras verse envuelto por una extraña nube empieza a notar cambios extraños en su cuerpo que, poco a poco, va perdiendo peso y altura hasta hacerse casi invisible.
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