La sociedad dual de los socialistas
Es curioso como los
socialistas, que realizan machaconamente el discurso de la igualdad, acaban
generando una sociedad muy dual en la que los instalados (insiders) tienen
muchos más derechos y beneficios que los no instalados (outsiders). Un hecho
que, inicialmente, se puso de manifiesto con la legislación laboral al
distinguir entre las categorías de fijos y de eventuales.
La dualización que privilegia a los insiders sobre los outsiders se fue extendiendo, después, a otras materias y, ahora, vuelve a tomar carta de naturaleza con la nueva legislación sobre la vivienda. Pues, sin duda, la elevación de precios que va a provocar va a favorecer a aquellos que ya están “instalados” en la sociedad, dificultando el alquiler y la movilidad de los no-instalados. Es decir, los que tienen una vivienda en propiedad, en buenas condiciones, ya verán cómo se vuelve a incrementar su patrimonio, también se verán favorecidos todos aquellos que puedan contar con unos ingresos fijos, como es el caso de los funcionarios con plaza, pues este tipo de inquilinos se convertirán en la preferencia absoluta de los arrendadores.
Se puede decir, que las leyes educativas socialistas también ahondan en este tipo de dualidad, ya que rebajar los niveles de exigencia incrementa las diferencias entre los vástagos de los que disponen de un buen nivel cultural en casa, respecto de aquellos que carecen de él. De esta forma, además, la función de “escalera social”, que caracterizó a la escuela durante varias generaciones, parece condenada a su desaparición.
Las políticas socialistas medioambientales también tienen un efecto claramente dualizador, pues al estar basadas en el “mando y ordeno” gubernativo favorecen a unos a costa de poner dificultades a otros. Así, por ejemplo, la obligación de sustituir los vehículos particulares por eléctricos para circular por determinadas zonas (que a buen seguro se irán ampliando) facilita los desplazamientos de aquellos que, por sus características sociales, pueden adquirir un vehículo eléctrico a costa de aquellos otros que, seguramente, por su inseguridad laboral y de vivienda, no lo puedan hacer.
En materia territorial ocurre otro tanto de lo mismo, las políticas intervencionistas de la izquierda suelen poner mucho más énfasis en favorecer a las empresas ya existentes que a las que están por crear, apelando a la proximidad, al idioma o a cualquier otra argumentación justificativa. Es por ello que, en Baleares, el sector de las grandes empresas turísticas, ya instaladas, constituye el núcleo duro de los grandes beneficiarios de las actuaciones limitativas del tripartito.
Es cierto que, en las épocas de dinero fácil, la política clientelar, asociada con el recurso al déficit, tiende a ampliar la base de los insiders, al crear muchos puestos de trabajo en el seno del sector público y también en sus aledaños; así como por favorecer la adquisición de viviendas. Pero también lo es que la vida social y económica no puede desarrollarse únicamente con las capas de privilegiados con respecto a los que no lo están. Es decir, que sin los eventuales no habría fijos.
Así mismo ocurre que una vez se accede a la categoría de “instalado” el riesgo de perderla es moderado en un ambiente de mínimo crecimiento económico, sin embargo, ese mismo riesgo reaparece, e incluso se agudiza, en las épocas de estancamiento económico. Unas épocas, que, con frecuencia, están presididas por gobiernos socialistas. Es entonces cuando el número de no-instalados puede aumentar por encima del de los insiders, pudiendo acabar produciendo cambios electorales.
En definitiva, esta dualización social tan característica de los gobiernos socialistas puede explicar el fenómeno de porqué durante los años de abundancia de crédito, cuando más personas pueden aspirar a formar parte de la categoría social mejor posicionada se suele optar por partidos de izquierda, mientras que cuando las cosas vienen mal dadas, y aumenta el número de outsider, se recurre a la derecha. Dicho de una manera más simple y clara, en realidad, aquellos que sufren la desigualdad socialista prefieren gobiernos de derechas.
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