CONJURAR EL VIRUS DEL MIEDO
martes, 25 de agosto de 2020
CONJURAR EL VIRUS DEL MIEDO
martes, 18 de agosto de 2020
DECRECIMIENTO BALEAR
DECRECIMIENTO BALEAR mallorcadiario.com
Los datos económicos del próximo trimestre mostrarán un rebote de la actividad, es decir, volveremos a ver crecimiento. El Govern, seguramente, aprovechará la ocasión para activar sus terminales mediáticos atribuyéndose un éxito que en realidad no será tal. La matemática simple esconderá una realidad muchísimo más dura. Pues, Baleares ya ha empezado a perder población, y la tendencia previsiblemente durará en el tiempo. Decenas de miles de baleares que se han quedado atrás, poco a poco, se irán de forma definitiva. Un fenómeno desconocido para las últimas generaciones.
El decrecimiento demográfico mantenido nos conducirá a reducción del valor de muchos activos, sobre todo de los equipamientos empresariales (locales, instalaciones, etc.), ya que nadie estará interesado en volverlas a poner en funcionamiento. Además, con menos actividad y habitantes las empresas que continúen trabajando también verán disminuida su facturación y, como consecuencia, los salarios se ajustarán de una u otra forma.
El sector público se convertirá en el gran refugio para guarecerse del temporal, serán muchos los que intentarán formar parte de sus plantillas. Sin embargo, la recaudación tributaria se reducirá drásticamente por lo que el Govern, de forma abierta o soterrada, se verá abocado a una fuerte reducción de sus gastos. Este desequilibrio llevará a elaborar presupuestos en los que la inversión pública -ya muy mermada desde la anterior crisis- roce el cero más absoluto, de forma que también los proveedores habituales igualmente se verán afectados.
Se deteriorarán, todavía más, las cifras de nupcialidad y natalidad. Pues muchas parejas aplazarán sus planes de vida, optarán por realizarlos en otros lugares o sencillamente desistirán. La prosperidad de Palma, como gran motor del archipiélago, siempre ha estado correlacionada directamente con el número de extranjeros que la habitan, por lo que pasará a vivir una época insólita de falta de empuje.
Se acelerará la pérdida de puestos en el ranking de CCAA. Lo que llevará a que el sistema de financiación autonómica se revierta, de manera que la Comunidad pasará a ser receptora de fondos autonómicos, aunque de forma escasa dada la situación del conjunto de la nación. Mientras que España, a su vez, también descenderá posiciones en el concierto internacional consecuencia de la fracasada gestión realizada.
Es cierto que pueden llegar fondos europeos, y también inversionistas privados, ya sean colectivos o individuales, o incluso se podrían movilizar recursos locales, pero eso requerirá la introducción de importantes reformas liberalizadoras y flexibilizadoras de la economía, sin las cuales solo se puede invertir en lo que ya existe que es justamente lo que está perdiendo valor. Sí, sólo iniciando un potente proceso reformista, transparente y seguro, que permita la adaptación, modernización y el trasvase de recursos entre sectores y subsectores, así como crear otros nuevos atractivos para el capital, se puede revertir el negro panorama descrito.
Sin
embargo, no invita al optimismo el que haya que comenzar reformando la dinámica
del actual Govern de regular y prohibir primero, para controlar y sancionar (o
no) después. Ese va a ser el principal escollo para permitir volver a recuperar
el tradicional pulso empresarial creador de la comunidad. Si la política no se
enfrenta con decisión y claridad a lo real, estamos abocados a revivir tiempos
que hasta ahora considerábamos muy remotos.
martes, 11 de agosto de 2020
LA DERECHA Y LOS MITOS DE LA IZQUIERDA
LA
DERECHA Y LOS MITOS DE LA IZQUIERDA.
Quien controla la máquina de fabricar mitos tiene en su mano la palanca del poder. Y en estos momentos, en España, sólo los nacionalistas, y la izquierda identitaria son los únicos capaces de crearlos. Por su parte, la derecha española ha dejado este terreno abandonado, bien por confiar en la importancia de centrarse en la gestión eficaz de los asuntos públicos con sus tecnócratas, bien por considerar que determinados sectores (cultural, educativo, intelectual, artístico, etc.) son votantes típicos de la izquierda.
Los nacionalistas, con paciencia, han ido tejiendo, entre otros, el mito de la independencia con ese ánimo de hacerse portadores de esperanza por muy falaz que sea. La izquierda identitaria, con más ansiedad, está priorizando crear ahora la fábula de la república como en otros tiempos ya lo hizo con el de la revolución.
La fabricación de mitos requiere de la existencia de redes que compartan la información argumental mediante nodos que tengan los incentivos oportunos para hacerlo. De ahí la importancia que los nacionalistas otorgan a las subvenciones a entes culturales, sindicales, empresariales, tv's, museos, certámenes, festivales, premios, hinchas de fútbol y de cualquier otro tipo, con la única condición de la promoción del idioma como gran seña de identidad. Y lo mismo se podría decir de las grandes cantidades que la izquierda destina a los colectivos identitarios, como feministas de hoy en día, los colectivos LGTB afines, los ecologistas primarios, etc. Con ello consiguen una capilaridad social que decanta el llamado “pensamiento grupal” hacia donde desean.
Para recuperar terreno desde la derecha en la oposición, no se puede contar con los ingentes recursos que otorga el ocupar puestos de mando, por tanto, tendrían que ser mucho más eficaces con partidas mínimas, aunque con la gran ventaja de que muchas de sus ideas liberales están engarzadas en la esencia más profunda del pensamiento occidental. Además de tener de aliada la teoría económica más exitosa, así como a la gran cultura con mayúsculas y la propia ética de la libertad.
Por supuesto, la labor de oposición consiste en denunciar los errores del gobierno. Pero si no se es capaz de manejar el cincel de la mitología, nunca se alcanzará de verdad el poder. Reduciendo la labor de la Derecha a convertirse en el taller de reparaciones de la deficiente gestión de aquellos que practican el arte de eludir la realidad.
En definitiva, los propios partidos de derechas tienen que reconvertirse en canales de comunicación, ofreciendo a sus seguidores no sólo contenidos netamente ligados a la propia actividad política, sino también enlaces a conferencias, debates, e incluso entretenimiento, aprovechando el talento de todos sus militantes y simpatizantes. De manera presencial y remota han de reforzar su carácter de "club social", de forma que sus miembros se sientan parte de esos nódulos con capacidad de generar y transmitir la ilusión y la esperanza en un mundo más humano, justo, seguro, próspero, más auténtico, que vuelva a permitir el funcionamiento de los ascensores sociales y, que en suma y por paradójico que parezca que sea plenamente capaz de distinguir con nitidez entre mito y realidad.
martes, 4 de agosto de 2020
Anomalía electoral balear
Anomalía
electoral balear
En
la política autonómica balear se produce una deficiencia que parece que nadie
se atreve a ver. El sistema electoral basado exclusivamente en la
territorialidad insular, y copiando de forma rígida del nacional, ha acabó generando
el absurdo de que Menorca cuente con un diputado más que Ibiza, a pesar de que
ésta última tiene entorno a un 50% más de población. Así, el peso electoral de
un voto menorquín ronda los cuatro mallorquines, mientras que uno de cualquiera
de cada una de las dos pitiusas equivale “solo”
al doble de uno de la balear mayor. Por eso se puede afirmar que, si los
habitantes de Ibiza exigiesen la misma representación que los menorquines
tendrían casi 20 escaños en el Parlament, es decir, podrían añadir 7 u 8 a sus
12 actuales. Una distorsión que tiene importantes efectos sobre los resultados
y la acción política de la comunidad.
Sin
duda, es cierto que para la mayoría de mallorquines les es grato aceptar, con
generosidad, una clarísima sub-representación de sus papeletas por su mucho
mayor tamaño. Sin embargo, que el reparto de escaños entre las islas menores
sea tan diferente tiene graves consecuencias, al contar éstas con modelos
sociales y económicos muy distintos. Así, mientras Menorca ha optado por uno más
estático, o menos dinámico, mediante una mayor intervención y regulación
gubernativa, Ibiza (y en parte también Formentera) parece seguir el camino
contrario. Mallorca, por su lado, está a mitad de camino entre ambas. Incluso
se puede afirmar, sin arriesgar demasiado, que la diferente evolución
demográfica que está en el origen del problema es consecuencia de esos dos
patrones tan dispares.
Por
otro lado, no hay diputados que ostenten la representación del conjunto de la
ciudadanía balear de forma directa. Es decir, todos son elegidos por la
circunscripción de una isla concreta. De manera que se produce un claro sesgo a
que éstos vean, analicen y tomen postura de los asuntos a tratar, no desde una
perspectiva de archipiélago, sino de isla. Lo cual, a su vez, lleva al desatino
de tener que fijar, de facto, una cuota territorial de consellers en el
ejecutivo, lo que equivale a decir que es más importante el lugar de origen que
la preparación, la trayectoria o el curriculum. Al tiempo que todavía tenemos
pendiente la elección de un president no-mallorquín, o incluso, hasta la de un
candidato a president no-mallorquín.
Esta
falta de adecuación electoral a la realidad del conjunto de las islas, hace que
mientras el modelo económico ibicenco es el que proporciona mayores tasas de
crecimiento del PIB, y por tanto, mayor recaudación y recursos públicos, a
nivel político sin embargo, el que sale mejor parado es el menorquín con un
considerable "efecto arrastre"
sobre el conjunto.
Sin
entrar a valorar si esto es deseable o no, parece que es un tema de la
suficiente entidad y relevancia como para merecer un hueco en la agenda del
debate autonómico. Aunque desde los tiempos del president Cañellas no se ha vuelto a tratar, ni en ninguna sesión del
Parlament, ni casi en ningún foro político a excepción de una tímida incursión
realizada por José Ramón Bauzá
seguida, a posteriori, por algunos candidatos ibicencos en la campaña de 2015.
Es
cierto que el statu quo, con
frecuencia, es el valor más apreciado por la ciudadanía y, también que las
leyes electorales son las más difíciles de cambiar. Pero el simple hecho de
poner tan importante tema en cuestión para su debate sería una muestra de la
madurez de la política balear, que quizás, se podría convertir en un referente
para las Cortes españolas. Sobre todo, si no se limitara al mero reparto pesos
electorales, sino que se profundiza lo suficiente como para que se pudiese
alcanzar una mayor eficacia representativa.