CON INDEPENDENCIA de las promesas de los diferentes partidos de cara a
las próximas elecciones generales, existen actualmente tres factores en
la economía del país que priman sobre todos los demás: 1) El incremento
de la exclusión social junto a un nivel de desempleo inasumible 2) El
desaprovechado crecimiento del PIB y 3) La necesidad de embridar el
déficit público.
Hay que empezar por decir que la mejora innegable
de la economía en España por desgracia no se ve aparejada actualmente
con una deseable prosperidad de las clases más desfavorecidas. De nada
sirve que la economía del país crezca a un 3% si dicho crecimiento no se
traslada a una clase media cada vez más menguante y a una clase baja en
constante aumento.
Para poner algunos ejemplos significativos,
baste decir que un contribuyente que se sitúe en la media de ingresos
del país soporta una fiscalidad directa que roza el 22%, que se ve
incrementada hasta un 52% si tenemos en cuenta la presión fiscal
indirecta. Como consecuencia de ello, este teórico ciudadano puede
llegar a fin de mes con dificultades, pero su capacidad de ahorro es
nula. Por debajo de este nivel, los resultados son todavía más
desalentadores. Un mileurista viene a soportar más de un 10,50% en
impuestos directos, cifra que llega a alcanzar más del 45% si añadimos
la repercusión de los impuestos indirectos necesarios para una economía
de simple subsistencia. Lo más grave de este caso es que dicho
contribuyente probablemente no pueda acceder ni siquiera a una vivienda
en alquiler. Esos datos explican que el descenso del desempleo no se
traslade tampoco a una mejora significativa del bienestar social de las
clases menos pudientes.
Ahora que estamos en período preelectoral
nos encontramos ante un dilema ciertamente preocupante.
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