Los gremios medievales con su control sobre los procesos de producción tenían como una de sus misiones impedir toda posible innovación.
De esta forma en 1643 el Consejo Privado del Rey británico no se contentó con negar una patente para una revolucionaria máquina tejedora, sino que ordenó su destrucción. Retrasando por más de dos siglos el avenimiento de la Revolución Industrial.
Para evitar cualquier innovación el ministro francés Colbert emitió un documento según el cual la tela fabricada en Dijon y Selangez tenía que contener 1.408 hebras, incluidas la orlas. Mientras que las hechas en Auxerre y Avallon debían contener sólo 1.375 hebras, y las de Chantillon 1.261.
Para eso creó un ejercito bien remunerado de inspectores, fideicomisarios, jueces de paz y otros funcionarios facultados para poner multas y castigos.
Colbert publicó más de 1.000 regulaciones de est tipo que afectaban a más de 200 artículos fabricados por considerados "sectores prioritarios".
La Revolución Francesa terminó con todo esto, mientas que en Inglaterra lo hizo en 1813 la derogación del Estatuto de los Artesanos, que databa de 1563.
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