"Nos están fagocitando", resume ácido el presidente de los comerciantes turísticos mallorquines cuando se le explican las cifras de la única actividad comercial que ya ha superado la crisis: la china. Tras un 2009 de titubeos, las importaciones desde el gigante asiático se doblaron en un 2010 durante el que las operaciones llegaron a triplicarse en verano. El año se cerró así con un récord histórico: la isla nutrió su comercio y sus servicios en 2010 con más de 32.000 operaciones de importación con origen en China.
¿Muchas? Muchísimas. Casi cuatro veces más que cuando en 2005 el régimen comunista empezó a aplicar la fórmula clave de su éxito actual: la cotización dirigida de su moneda, el yuan, una divisa insultantemente barata (infravalorada un 40%) con la que China ha barrido de tres escobazos a lo más granado de la industria mundial.
diariodemallorca.es publica casi un reportaje completo.
Desde el comercio balear su situación puede resumirse en la petición realizada por uno de sus representantes:
"Sólo pedimos que cumplan la ley que cumplimos los demás. Y eso significa, por ejemplo, una jornada laboral a la altura del estado de bienestar que hemos construido aquí durante veinte años, no jornadas de sesenta o setenta horas a la semana".
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