viernes, 6 de septiembre de 2024

El partido y la máfia

Tribunal Constitucional, Fiscal General del Estado, Tribunal de Cuentas, Consejo de Estado, CNI, SEPI, Radio Televisión Española, CIS, Patrimonio Nacional, Red Eléctrica Española, Renfe, EFE, Correos, AENA, Paradores de Turismo y más recientemente el Banco de España, son sólo algunas de las innumerables instituciones y empresas que ya están bajo el control de los capitanes y soldados del Partido Socialista. 

The Objective

Tu abuelo, mi padre, nos ha dejado

Hace un tiempo, durante el aislamiento por encierro político-sanitario, te escribí esta carta comentándote como era tu abuelo, mi padre. Hoy nos ha dejado, por lo que, me parece oportuno, recordarla.

Portixol, 7 de abril de 2020

Tu abuelo

 

Querida Irene,

Estos días de confinamiento e incertidumbre también lo pueden ser para la reflexión, quizás por eso, te quiero decir que dondequiera que los nietos estén, los abuelos están allí. Así que hoy te hablaré de uno de los tuyos, pues él, aunque, está aquí con nosotros, ya no lo pude hacer.

Tu abuelo es, sin duda, una de las personas más relevantes de mi vida. No sólo porque su sangre corre por mis venas y las tuyas, sino porque sí algún tipo de relación humana he vivido con intensidad, ésta ha sido la paterno-filial. De su ejemplo aprendí que éste es un vínculo sagrado que nada ni nadie puede romper, un vínculo que es independiente de toda circunstancia y que se mantiene, incluso, cuando no obramos bien. De su boca siempre oí, “te apoyaré y ayudaré siempre, aunque lo que hayas hecho no esté bien. No te olvides nunca de contar conmigo”. Los padres aman siempre a sus hijos y a sus nietos, aunque, como decía Don Quijote, no sean siempre capaces de expresarlo.

Mi padre, tu abuelo, es una persona jovial, alegre, vital y confiada, a quien la vida le ha tratado bastante bien, pues incluso en los años de enfermedad, siempre ha estado rodeado de respeto, cariño, y amor. Es decir, de aquello que es el gran tesoro de los hombres. Quizás su confianza en la propia vida ha sido su mejor patrimonio.

En mi carácter y mi forma de ser tengo rasgos de él, también de mi madre y de otras personas que me son muy próximas. Creo haber heredado el don de la intención del trato amable con los demás; la capacidad de ponerme en la piel del otro antes de emitir un juicio o una opinión sobre alguien. Me enseñó a saber vivir bien con lo propio, siempre con tolerancia y con respeto hacia los demás como gran bandera.

De él también he recibido la admiración por la sociedad británica, por su arraigado liberalismo, antiguo y militante; y por Israel por su capacidad de superación, por poder mirar al futuro desde sus profundas raíces, sin perder el optimismo incluso en las más duras y atroces adversidades. Y también, ¿Por qué no? por el vínculo personal de nuestra historia, y por el respeto que merecen los que han sido perseguidos, los débiles, y los desprotegidos. Cuántas veces nos dijo aquello de “los últimos serán los primeros en el reino de los cielos”.

Te puedo decir, querida Irene, que uno los recuerdos más profundos que llevo en mi interior es la sensación de seguridad que me invadía cuando, siendo un niño de muy corta edad, mi padre me daba la mano. Todos mis temores infantiles se disipaban al instante, y me invadía una plácida sensación de tranquilidad. Así mismo recuerdo como la alegría más profunda me invadía aquellos días cuando, sin esperarlo, en mitad de una clase decían mi nombre porque mi padre me había venido a buscar para ir a dar un paseo, para descubrir un camino y poder hablar un rato de lo divino y lo humano. Así, en ocasiones le gustaba anteponer el placer de estar juntos, charlar y pasear a las obligaciones diarias. Una forma de sacarle el mayor partido a la vida.

¡Seguridad y alegría, qué más puede pedir un niño para crecer!

Si, ciertamente, creo que esa era su filosofía: ¡sacarle el mayor partido a la vida! Y a fe que lo ha conseguido. Nunca tuvo grandes ambiciones materiales, pero nunca le faltó de nada, y supo sacarle el jugo a la amistad, al compañerismo, al trabajo, al amor, a la familia, y también a la soledad con sus libros y sus atlas. De hecho, a veces, cuando escucho la canción de Frank Sinatra “A mi manera”, él es la primera persona que me viene a la mente. Si, ha vivido siempre a su manera, una manera moderada, que huye de excesos y extremos. 

Y esa es otra de las grandes enseñanzas que nos transmitió a sus hijos. La importancia de pensar por uno mismo, el no dejarse influir por modas, a menos que sea porque conscientemente las aceptemos. El tener nuestro propio criterio, siendo muy renuentes al pensamiento grupal. Así, ni la propaganda de los poderosos, ni el surgimiento de ideas nuevas, puede desviarte de tu propio camino. Así te conviertes en el auténtico capitán del barco de tu vida.

De ese se derivan muchos otros valores que ayudan a vivir, como es el de la honestidad, la responsabilidad, la lealtad, la tolerancia, el respeto, el sentido del humor y la humildad. Unos valores que casi, de forma automática, nos llevan por la senda que conduce a “sacarle partido a la vida”. Son valores que nos transmitió a su modo, una mezcla de interminables tertulias y conversaciones repletas de historias. Pero, sobre todo, con el ejemplo. Y es que, hija mía, tienes que saber que dar ejemplo no es solo la mejor forma de enseñar, ¡Es que es la única!

Siempre fue generoso con el tiempo que nos dedicó, y se notaba que haciéndolo disfrutaba. Siempre nos escuchó con atención valorando e interesándose por nuestros puntos de vista con independencia de cuáles fueran éstos; siempre nos mostró una actitud positiva ante las dificultades; a no quedarnos con el primer “no”; y nos enseñó a saber aceptar las críticas, colocando un poco más lejos a las personas que nos pudiesen incomodar, desterrando el rencor. También nos enseñó a emocionarnos controlando nuestras emociones; a amar la poesía, la música y la cultura a borbotones. 

Conocía bien sus defectos, y también los nuestros, pero por eso mismo ha amado también lo imperfecto de la vida, de forma que todos los errores que cometemos puedan ponerse al servicio de un caminar más tranquilo. Sabía que hay que amar lo real, porque lo ideal no existe.

En el periplo de su larga vida siempre ha estado rodeado de buena compañía y de una forma muy especial, y muy íntima, por su mujer, tu abuela, con quien comparte la pasión por su familia. Ella le sigue desde que se casaron y ha sido y es su soporte, su punto de apoyo y su palanca a la vez. Ella es la energía con la que recorre su camino. Y, además, desde que las cosas se le olvidan es casi parte de su cuerpo mismo.

Querida Irene, estas semanas no están siendo nada fáciles para nadie. El maldito coronavirus está trastocando nuestras vidas de tal manera que seguro que se seguirá durante mucho tiempo hablando del enorme dolor que está produciendo y de la terrible crisis a la que nos conduce. Por tu edad, no recordarás, por ejemplo, que no podemos reunirnos y compartir unos momentos de agradable y reconstituyente compañía. Y tienes que saber que las ausencias son más duras cuando los muchos años acumulados, como es el caso de los abuelos, ya han hecho mella en sus fuerzas y en sus sentidos. El confinamiento se hace eterno y, a ratos, casi insoportable por no poder ver a los hijos y los nietos. El tiempo de cuarentena pasa lenta y monótonamente. Mi padre casi no recuerda lo que le acabas de decir y no sabe si su casa es su casa; pero cada día su rostro se ilumina cuando, desde la distancia, le llega una foto tuya a través del teléfono, porque como te decía al inicio de esta carta, ahí donde estés están tus abuelos. Hoy, el día de mi cumpleaños, tan solo deseo que su energía fluya hacia ti a través de mí.

Te quiero hija mía, quiere tú a tus abuelos.