Cuanto menor es un ayuntamiento más relevante es el papel del candidato a Alcalde y menor el de la ideología. Por lo que a medida que el municipio crece se va perdiendo el papel del cabeza de cartel, aunque siempre manteniendo gran importancia.
Ciertamente, de cada vez más, los electores tienen una tendencia a votar por una persona en lugar de por un programa o unas siglas. En gran parte por el intenso personalismo del diseño institucional del regimen electoral, y en especial, del local.
Así, la configuración de las elecciones municipales está concebida en clave neo-presidencialista por los amplios poderes que se le atribuyen al alcalde. A lo que hay que añadir la tradición española de contar con alcaldes fuertes, estables, con recursos y capital político.
La competencia electoral se ha desarrollado, en este ámbito, en clave presidencialista entre candidatos identificados por completo con sus correspondientes partidos políticos. De forma que el resto de miembros de las listas, simplemente, aspiran a obtener concejalias.
Por ello, los partidos, como conocedores de la realidad, aspiran a intentar seleccionar a personas conocidas en la localidad. Dicho de otra forma: la campaña electoral tiene lugar exclusivamente entorno a la figura del candidato a alcalde.
Se resalta la trayectoria social, económica y política del candidato, mientras que el resto de la lista es relegado a un segund plano.
Los candidatos suelen complementar en clave local las consignas de sus partidos procedentes de estamentos superiores, singularizando un discurso común. Por ello los alcaldes de las principales ciudades del país se combierten, en muchas ocasiones, en figuras políticas de proyección nacional.
Las elecciones locales enfatizan el nexo individual de los candidatos con los electores, convirtiendo a los alcaldes con figuras con personalidad propia y, con suficiente capital político como para desafiar a su propio partido en un momento dado. Tal como muestra el hecho de los frecuentes encontronazos entre el presidente de la CCAA y el Alcalde de su principal municipio.
Cuando la ciudad es grande, los ciudadanos tienden a confiar en atajos cognitivos y pistas informativas que los aproximen a las posiciones fundamentales de los partidos, mucho ás accesibles y estables que las características personales de los candidatos. Además, a medida que crece el tamaño de la ciudad también lo hace el carácter político de sus decisiones. Es decir, el peso de la ideología crece en función del tamaño de la localidad.
Por el contrario, mientras que el efecto de la valoración del candidato crece a lo largo del tiempo, el efecto de la ideología decrece a medida que el candidato es más conocido.
En cualquier caso, hoy por hoy, se está produciendo un fenómeno de repolitización de los ayuntamientos de forma que las elecciones municipales no son un simple reflejo de lo que ocurre a nivel local.
Finalmente, la mayor importancia del papel presidencial del alcalde hace del corporación local un terreno abonado a una mayor dispersión partidista.
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