El gobierno es, sin lugar a dudas, inseparable de la política, especialmente en un país democrático, por lo que se debe hacer una distinción entre lo que un gobierno puede hacer para que las cosas funcionen bien, y lo que en realidad es probable que haga bajo los incentivos y las restricciones políticas.
Bajo un gobierno electo popularmente, los incentivos políticos son hacer lo que es popular, a pesar de sus posibles consecuencias negativas, o al menos, hacer algo tan popular como sea posible.
Un ejemplo sobre lo que es una mala política lo tenemos encontramos en 1971 cuando la administración Nixon estableció los primeros controles de precios y salarios en los EEUU en tiempos de paz.
Entre las personas presentes en la reunión en que se tomó esta trascendental decisión estaba el economista internacionalmente reconocido Arthur F. Burns, quien se opuso enérgicamente a estas mendidas. Las otras personas presentes tampoco eran analfabetas en economía. El mismo presidente se resistía a imponer tales medidas, que incluso había rechazado públicamente unos días antes.
Sin embargo, la inflación estaba provocando una fuerte presión por parte del público y la prensa, conminando a los políticos a "hacer algo".
Con la reelección presidencial a la vista para el año siguiente, la administración no podía darse el lujo de no estar haciendo nada mientras la inflación parecía (y estaba) fuera de control. Por eso ignorando los problemas que la docrina economía predice del control de salarios y precios, éste quedó establecido.
Al poco tiempo se demostró que el control de precios y salarios fue un rotundo éxito político, a pesar de sus negativas consecuencias económicas.
Así, los ganaderos dejaron de enviar su ganado al mercado, los granjeros se desicieron de sus pollos, y los consumidores vaciaron los estantes de los supermercados que se mostraron desabastecidos. Las colas en las gasolineras fueron algo común.
En suma, la reducción artificial de precios llevó a una contracción de la oferta y a un aumento de la demanda por parte de los consumidores. Por ejemplo, más carne de res estadounidense comenzó a ser exportada, sobre todo a Canadá, en lugar de ser vendida en el mercado USA donde los precios estaban controlados.
El control de precios produjo el mismo efecto que ya había producido en el Imperio Romano bajo Diocleciano, en Rusia en la época de los comunistas, en Ghana bajo Nkrumah, y en numeros otros lugares donde esa política se aplicó. Pero lo curioso de este caso es que todos sabían que era una mala medida económica que, sin embargo, podría producir buenos resultados políticos.
Años más tarde un asistente a la reunión en donde se tomó esa decisión señaló la incapacidad de mirar hacia el futuro es extremadamente común en el diseño de muchas políticas. O lo que es lo mismo, el horizonte temporal en la política tiende a ser mucho más corto que el horizonte temporal en la economía.
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