Seis son los comentarios que me sugiere la reforma fiscal propuesta por la comisión de catedráticos presidida por el profesor Lagares:
1.-Las reformas fiscales son las más difíciles de todas las reformas. Los cambios tributarios se han llevado por delante a muchos políticos, gobiernos e incluso sistemas. La aceptación social no es sencilla. Muchos aprovecharán la ocasión para que vuelva a suceder.
Por eso mismo parece adecuado abrir un debate con una a través de una propuesta realizada por "expertos" y no por el Gobierno. De manera que se pueda ensayar las reacciones del público y los agentes económicos a fin de rectificar, en la definitiva, todo lo que cree una sea muy rechazado. Desde luego, todo hace pensar la propuesta del gobierno será notablemente distinta.
En la propuesta presentada se han seguido, básicamente, las recomendaciones realizadas por diferentes organismos internacionales, en donde una de las características ha sido el gradualismo de algunos cambios.
Es importante, el que la propuesta se presente en pleno período electoral (aunque para la definitiva haya que esperar a después de las elecciones), lo que, sin duda, otorgará mayor credibilidad a la política nacional facilitando recuperar buena parte de la reputación perdida al inicio de la crisis.
A muchos, nos hubiese gustado ver un documento similar sobre el ajuste en gastos. Ya que este mismo documento señala que hay que ahondar en materia de austeridad.
2.-La presión fiscal se mantiene entorno al 37% del PIB, lo que significa que el ajuste para alcanzar el equilibrio en las cuentas públicas se tiene que hacer del lado de los gastos, que han de pasar del 43,3% al 39,2% en 2016, es decir, se han de reducir 2 puntos de PIB por año.
3.-Cambiar los incentivos correctos de acuerdo con las necesidades económicas, y facilitar los cálculos económico-empresariales, por la simplificación de los tributos.
Generar los incentivos para el fomento de la actividad económica mediante el fomento del ahorro, y al mismo tiempo, facilitar la inversión extranjera que necesita conocer los tributos que tendrá que pagar antes de llevarla a cabo.
En definitiva, la reforma propuesta apuesta por la eficacia económica, ya que con un sistema tributario eficaz se puede logar una correcta redistribución, lo que a la inversa no es posible.
Todo ello, en buena medida, porque los parámetros económicos nacionales han cambiado mucho en los últimos años (no crecemos por la producción de viviendas, se está virando hacía las exportaciones, se vive un proceso de envejecimiento acelerado, etc.). Lo que hace inviable la tradicional apelación española al ahorro exterior.
En este sentido la propuesta circula en la dirección de evitar desincentivos a la generación de trabajo y ahorro reduciendo los impuestos que inciden sobre estas variables. Para trasladar la recaudación hacia el ahorro. La ida subyacente parece incentivar el que se produzca más de lo que se consuma, para compensar el que durante años se haya consumido más de lo producido.
Por ejemplo, el IRPF que tenía su tipo máximo en el 43% de la renta en 2007, ahora se sitúa en el 52% (56% en Cataluña). De forma que para generar incentivos al trabajo se propone una reducción al 50%.
Y para mantener la progresividad se establece una reducción en el tipo mínimo mucho mayor, en concreto, desde el 24,75% actual al 20%. A la vez que se pretende un incremento de los mínimos exentos.
No hay que olvidar que la idea fundamental es que la progresividad se tiene que establecer en el impuesto de la renta, y no en el IVA, ya que éste último está mucho más sometido a la presión que puedan ejercer determinados lobbies.
No obstante, a nadie se le escapa que la subida del IVA es la parte más peliaguda, que resultará muy difícil de implementar por muchos motivos, entre otros por que el efecto de mayor renta de la reducción del IRPF sólo se podrá percibir trascurrido algún tipo.
No obstante, a nadie se le escapa que la subida del IVA es la parte más peliaguda, que resultará muy difícil de implementar por muchos motivos, entre otros por que el efecto de mayor renta de la reducción del IRPF sólo se podrá percibir trascurrido algún tipo.
Los impuestos tienen que ser conocidos para poder realizar el "cálculo económico". A medida que ha ido pasando el tiempo se han añadido, en los diferentes tributos, adherencias en forma de desgravaciones, exenciones, bonificaciones, etc, que han acabado por distorsionarlos por complicación.
4.-La apuesta por la competitividad fiscal a nivel internacional, no se traslada al nivel autonómico, en donde se ponen trabas, incluso, a la limitadísima competitividad fiscal hoy en día existente.
Este es el punto, desde mi óptica, más discutible. Pues parece que tras años de reformas, y variaciones sobre el mismo tema, del sistema de financiación autonómica que ha acabado generando algunos de los problemas más importantes del país. Parece razonable pensar en un cambio radical, que más que apostar por una limitada corresponsabilidad fiscal, apueste por una mayor competencia fiscal, mediante un reparto no de parte de cada tributo, sino de los diferentes tributos completos, tal como sucede a nivel municipal.
Pues habría que tratar de evitar la lógica que ha imperado hasta ahora en las comunidades autónomas consistente en gastar cada vez más. Y sustituirla por otra en donde se pudiese diseñar un paquete atractivo de ingreso-gasto público.
5.-La reforma propuesta también intenta paliar el excesivo dinamismo del actual sistema, que ha generado una cantidad ingente de recursos durante la bonanza (se pasó de una recaudación de 263.000 millones de euros en 2001 a 412.000 millones en 2007), pero que luego cayeron de forma drástica con la crisis generando situaciones realmente asfixiantes.
6.- Por último, hace un llamamiento a la intensificación de la lucha contra el fraude fiscal, que parece que está en una parte de la caída de recaudación de los últimos años. Y que, a su vez, genera distorsiones que convierten en ineficaces a muchos tributos.
Para terminar resaltaría el mensaje subyacente que estable que será la propia consolidación fiscal la que permitirá en pocos años poder acometer una auténtica reducción de impuestos. A la vez que hay que recordar que la carga de la deuda aumenta de forma exponencial cuando los déficits se mantienen en el tiempo.
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