jueves, 3 de abril de 2025

En 2017 publiqué esta reflexión sobre Paul Bouvy en catalán, ahora la recupero en castellano.

La importancia económica de Paul Bouvy (Palma 2017) 


Palabras clave: Pla de Sant Jordi, desecación, progreso económico, innovación, tecnología, Paul Bouvy.

Resumen: La comunicación intenta dar una perspectiva nueva a la obra de Paul Bouvy. Pues este personaje se considera un introductor de nuevas tecnologías de producción que, resultan bien recibidas en Mallorca por la existencia de un marco institucional inclusivo capaz de sustituir lo viejo para modernizar la economía y la sociedad. Haciendo un breve repaso a las teorías económicas del crecimiento que le vinculan más a la apertura institucional inclusiva que a la disposición de recursos naturales o capital humano. Para concluir que los valores que hacen posible el aprovechamiento de la obra de Bouvy son los mismos que conducen a Mallorca hacia una nueva forma de organización económica caracterizada por un capitalismo genuino, aunque de duración limitada. Narrando como la desecación del Prat de Sant Jordi constituía un deseo muy antiguo que sólo conseguir plenamente mientras el Pla d'en Bouvy formar parte del paisaje. 

1.INTRODUCCIÓN Y OBJETIVOS Esta comunicación pretende, únicamente, contribuir a una reflexión preliminar sobre la conveniencia de realizar un trabajo, con profundidad, sobre la desecación del Prado de Sant Jordi de Mallorca, ya que puede constituir un magnífico ejemplo de la aplicación de las teorías económicas sobre el crecimiento y el desarrollo de las regiones y los países. Y es que la innovación no sólo es un término técnico-científico, sino también de la economía. El Pla de Sant Jordi es una gran extensión de tierra que antiguamente comenzaba en el exterior de la de Palma amurallada por la parte de poniente; linda con es Molinar, el Coll d'en Rebassa, Can Pastilla y s'Arenal por la parte sur y por la carretera de Sineu por la parte norte. En medio del Pla se encuentra el Prat de Sant Jordi, que tiene una extensión de más de 2.000 cuarteradas: un territorio de humedal que durante siglos fue foco de enfermedades y problemas de todo tipo. Éste es el escenario de una de las mayores transformaciones económicas experimentadas por la isla de Mallorca a lo largo del siglo XIX.El escenario de una historia que ilustra algunas de las teorías del crecimiento económico más aceptadas del momento. 

2. LA IMPORTANCIA ECONÓMICA DEL CAMBIO TECNOLÓGICO El progreso y la cohesión social están íntimamente ligados con el crecimiento económico y la generación de riqueza. Estos últimos dependen, tal y como señaló Ronald Coase en la década de 1930 y han indicado mucho más recientemente Oliver Williamson, Daron Acemoglu y James A. Robinson, de la existencia de instituciones inclusivas que permitan introducir innovaciones beneficiosas para el conjunto de la sociedad. Lo que para la escuela de pensamiento llamada Nuevo Institucionalismo resulta más importante para el desarrollo de un territorio que la existencia de recursos naturales o que, incluso, una buena dotación de capital social. A menudo se dice que California es líder en innovaciones y tecnología, no por el hecho de ser la cuna de empresarios y emprendedores, sino porque es el lugar al que acuden las personas que tienen un proyecto para desarrollar. Los mismos Acemoglu y Robinson comienzan su libro “Por qué fracasan los países” señalando como una población fronteriza entre México y Estados Unidos, llamada Nogales, tiene un nivel de vida muy distinto en ambos lados de la línea que separa a ambas naciones, de tal forma que una misma persona puede producir más o menos según el lado donde se encuentre. Esta forma de enfocar la cuestión del desarrollo pone mucho más énfasis en las «ideas» que en el «capital humano», porque el capital humano produce ideas, pero éstas pueden alcanzar –como nos ha dejado dicho el profesor Paul Romer con su teoría del conocimiento– vida propia autónoma independiente de quien las concibió: nada más fácil que copiar una idea una vez ha sido concebida. En este sentido, una idea puede ser un método de fabricación, una marca, una fórmula, un dibujo, un procedimiento, una técnica de gestión, un algoritmo o un diseño para la desecación, y/o un molino de viento que permita aprovechar la abundante energía renovable de una zona. La innovación no siempre debe ser espectacular, pero al ser una idea, tiene una característica muy diferente de los recursos naturales o del propio capital humano: las ideas no se agotan, sino al contrario, cuanto más se utilizan más beneficios producen por la vía de la mejora y el perfeccionamiento. Las ideas no surgen ni de instituciones públicas ni privadas de forma exclusiva, sino que, a menudo, tienen su origen en la interacción y colaboración de los agentes de ambos sectores. Desde esta perspectiva, el crecimiento económico puede continuar mientras se pueda producir el nacimiento de nuevas ideas, y para que esto llegue a suceder sólo hace falta que se dejen fluir los incentivos económicos para sus creadores, con independencia de su nacionalidad u origen o cualquier otra condición. Este razonamiento tan simple, sin embargo, no es tan fácil que pueda llegar a darse en lugares en los que las sociedades están regidas por fuertes tradiciones y equilibrios sociales preestablecidos, como a menudo ha sido el caso de nuestro país y de nuestra comunidad. Sin embargo, por una serie de circunstancias, Mallorca, a mediados del siglo XIX, se convierte, durante un determinado período, en una tierra de oportunidades, con instituciones que facilitan la introducción de innovaciones que permitirán un fuerte crecimiento económico. Éste es el caso que se dio en el Prat de Sant Jordi con la figura primordial del ingeniero holandés Paul Bouvy. Un período caracterizado por la introducción de un espíritu innovador que permitió, aunque por un tiempo, la destrucción creativa de la que habla el gran economista austríaco Joseph Schumpeter. El gran pensador austríaco señala en su obra que la creación de lo nuevo y la destrucción de lo viejo son dos caras de una misma moneda. Define el proceso como el hecho de que la creación de nuevos productos destruye otros ya existentes y desplaza a las empresas que los fabrican e, incluso, desplaza modelos de negocio y otros muchos elementos sociales relacionados con ellos.Así pues, son las innovaciones y los inventos los elementos clave para el crecimiento económico. La sustitución se produce por efecto de la competencia, que favorece al consumidor y la sociedad en general. Es la responsable de la transformación continua propia del capitalismo, que en ausencia de restricciones y barreras lleva en su seno el progreso y el cambio productivo y social. Efectivamente, el capitalismo schumpeteriano es un proceso de evolución, de forma que todos los problemas fundamentales arrancan de que es un proceso de evolución y que esta evolución no consiste en los efectos de los factores externos, ni siquiera en los efectos del crecimiento del capital, de la población, etc., sino en una especie de mutación económica. De modo que las innovaciones no suceden de forma lineal, sino más bien a oleadas. Unas empujan a otras. Así aparecen como recursos económicos elementos que previamente no lo eran. Tal como señala el ejemplo compartido del petróleo, según el cual fue la reducción de las capturas de ballenas lo que hizo que algunos comerciantes espabilados se fijaran en un elemento asqueroso y maloliente que, hasta ese momento, era considerado como una desgracia por los propietarios de las tierras donde los había. De igual forma, y de acuerdo con Schumpeter, el proceso transformador también contiene un importante elemento democratizador desde el momento en que hace más accesibles y mejores los productos conseguidos con los nuevos procedimientos, porque según este autor el bienestar se esparce como el aceite en todos los estamentos sociales. 

3. LA DESECACIÓN DEL PRADO DE SANT JORDI Y SU IMPORTANCIA ECONÓMICA Los campos anegados recibieron el nombre de Ramora o también Forenna, aunque muchos lo llamaban Catinos (según el Liber Maiolichinus, de 1115); también, algunos afirman que, en épocas más antiguas, la zona era un golfo abierto al mar en el que se podía navegar. Siempre han sido descritos como un lugar de aguas estancadas, que procuraban una vida malsana a sus habitantes, que sufrían enfermedades como el paludismo o la malaria. El sitio siempre fue considerado una zona improductiva o, incluso, de productividad negativa. Así, no es de extrañar que la idea de desecar el “Prat de Sant Jordi” fuera concebida de forma muy temprana. Efectivamente, en 1321 el rey Sancho I se interesa por un proyecto que debían impulsar los Jurados (según relata el cronista de Palma Bartomeu Bestard en un artículo publicado en el Diario de Mallorca el 11 de marzo de 2011). Más adelante, en el siglo XVI, el historiador Binimelis relata los problemas derivados de respirar los aires insalubres. Así pues, la idea de la desecación sigue existiendo como algo casi imposible durante mucho tiempo. Incluso a finales del siglo XVIII todavía se considera la zona como un grave perjuicio para la salud de una parte considerable de la población tanto fuera como dentro de las murallas. Es hacia el cambio de siglo cuando la Ilustración llega a Mallorca y se vuelven a retomar las iniciativas para mejorar ese insalubre distrito de Palma. Un grupo de propietarios y diputados del Comú, encabezados por el marqués de Campofranco, impulsaron, primero como iniciativa privada y después involucrando al Ayuntamiento, un proyecto de desecación con la intención de producir trigo, al tiempo que se mejoraron las condiciones de buena parte de la población. Sin embargo, el proyecto no pudo salir adelante por las muchas dificultades con las que tropezó. Sin embargo, y dado que las condiciones de vida empeoraron cada vez que se producía una situación meteorológica adversa, los intentos de desecar continuaron de diferentes formas durante las primeras décadas del siglo XIX, que es cuando se construyó el canal del Siquió. Pero, aun así, los esfuerzos resultan insuficientes. Es durante estos años que la Sociedad de Amigos del País otorgó a los diferentes propietarios una excepción de los diezmos por cinco años a partir de 1819, y un coronel de linaje Rodríguez redacta un memorando de cariz propagandístico sobre las ventajas de la desecación en tres partes: una primera dedicada a los beneficios para la salud, una segunda orientada a analizar las mejoras económicas que se pueden conseguir y, por último, otra sobre las nuevas posibilidades agrícolas. En cualquier caso, cabe esperar que el ingeniero Paul Bouvy, al trasladarse a Mallorca por otros motivos, aporte conocimientos y experiencia en la desecación de humedales holandeses cercanos al mar y, muchas veces, a un nivel inferior, para que se puedan tener los resultados tan deseados. Bouvy se comprometió con las familias de Rocabertí, Conrado, Bennàsser y Gual, propietarios de los predios de Son San Juan, Son Oliver, Son Mir y Son Axeló, a desecar la zona a partir de la construcción de una red de pequeños canales y acequias que debían conectar con la acequia mayor para evacuar el agua a la mar. Aquellas obras supusieron un impulso definitivo para conseguir el objetivo deseado. Sin embargo, todavía falta un elemento muy relevante: el molino hidráulico, impulsado por la energía del viento para sacar agua del subsuelo, elemento que el ingeniero adaptó a la zona. Es cierto que queda mucho por estudiar sobre los incrementos de productividad derivados de la utilización de los molinos hidráulicos, a pesar de que, desde la década de los años treinta del siglo pasado, Bloch inicia una nueva investigación, que, en cualquier caso, permanece todavía incompleta. Todo esto permitió convertir la zona húmeda en una zona de cultivo, y en buena medida de cultivo de regadío de alto valor añadido. Lo que, poco a poco, transforma toda la economía de la zona y por extensión la de Palma. Bertomeu Bestard narra que cuando el archiduque Luis Salvador de Austria visitó la zona, en 1880, el Prat se había convertido en un vergel lleno de molinos a pleno rendimiento. Y es que con el tiempo aquellos molinos impulsaron la economía de toda la comarca y, en buena medida, de Mallorca. Desde entonces la producción agraria, de alto valor añadido, se centró en aquellas comarcas, debido a que se habían convertido en las de mayor calidad productiva de toda la isla. Se pudieron producir cultivos hortícolas y arbóreos como el olivo, la higuera, frutales como manzanas y peras, e incluso la viña, superada la etapa anterior, caracterizada únicamente por el cultivo de forraje. La ola schumpeteriana tuvo consecuencias derivadas, como la atracción de emigrantes desde pueblos del interior y la expansión de otras actividades, como una ganadería mucho más moderna, con la crianza de razas holandesas y frisonas, o, incluso, la implantación de una incipiente industria agroalimentaria así como de otras ramas productivas. Incluso, en ocasiones, dedicada a la exportación al resto de España y el extranjero. De esta forma, la producción láctea, quesera y cárnica, que tradicionalmente había sido de tipo doméstico o para la venta directa a los consumidores, después de la transformación se convirtió en una industria relevante. Sin lugar a dudas, el producto más emblemático del nuevo Sant Jordi fue la pimienta de tapón de cortín, que era, como indica Llorenç Carrió, una pimienta muy pedida en Mallorca por su utilización en la industria charcutera. No tenemos datos precisos sobre la expansión económica que se derivó de la obra de Bouvy, pero podemos pensar que se convirtió en una magnitud muy considerable, teniendo en cuenta que el sector primario era el más importante de Mallorca, y que a partir de ahí se experimenta un importante crecimiento demográfico centrado en la ciudad de Palma, que en aquellos tiempos representaba una cuarta parte del total. El ingeniero holandés, como en el ejemplo compartido del petróleo, logró obtener un recurso natural de primer nivel, tierras valiosas de cultivo, del que antes sólo era una zona desgraciada para sus habitantes: una prueba palpable de que son las ideas el principal recurso económico de cualquier país. Todo esto fue posible debido a que una idea desarrollada en otro lugar de Europa pudo llegar a nuestra isla, arraigar con fuerza y tomar vida propia. Así, aquí, los diseños de los molinos experimentaron múltiples mejoras y adaptaciones desarrolladas por gente del país o extranjeros, e incluso se pudieron exportar a otros lugares del planeta. La nueva producción agrícola, ganadera e industrial palmesana fue más eficiente que la de otros lugares de Mallorca, por lo que es fácil suponer que implicó un arrinconamiento de las técnicas de producción más primitivas, lo que ahora obligaba a elegir entre “el cambio” o “la desaparición”. Sin las aportaciones de nuestro personaje, una parte importante de la historia económica de Mallorca habría sido distinta. Algo que también habría ocurrido si los molinos hidráulicos hubieran sido sometidos a una patente oa cualquier otro tipo de restricción para su reproducción y mejora. O si las ideas desarrolladas en un sitio concreto no hubieran podido trasladarse por la existencia de fronteras efectivas o restricciones a la libre circulación de personas. Por todo ello, no puede extrañar que otras islas del Mediterráneo menos abiertas, o más cerradas en sí mismas que la nuestra, por contar con sociedades más reacia al cambio, permanecieran estancadas durante mucho más tiempo. De hecho, el premio Nobel Theodore Schultz indicaba en 1964 que una economía en proceso de cambio y crecimiento se encuentra, normalmente, lejos del margen de eficiencia óptima, mientras que las economías estáticas y subdesarrolladas son las que están en mayor equilibrio. Un equilibrio fundamentado en un statu quo que impide la mejora. 

4. EL ESPÍRITU EMPRESARIAL DE PAUL BOUVY Y SU OBRA El ingeniero holandés, junto con las personas que le encargan su trabajo, es un ejemplo de libro para ver cómo el principal activo con el que puede contar una comunidad es su espíritu emprendedor, ser capaces de observar las pautas sociales para detectar nuevas demandas y oportunidades, arriesgando con la movilización de recursos para aprovecharlas. Su testimonio muestra, bien a las claras, cómo el espíritu emprendedor es un valor personal, pero también, y sobre todo, colectivo, que como muchos otros puede verse favorecido por el conjunto de la ciudadanía. Y supone, entre otras cosas, la virtud del pensamiento autónomo y libre, que permite la independencia personal. Transformar no es tarea fácil, por lo que un hecho como el llevado a cabo por Bouvy y los diferentes propietarios de la zona tiene una relevancia especial en la historia económica de nuestra comunidad. Y en este sentido es importante hacer una referencia biográfica de nuestro protagonista, ya que con él se da la condición de extranjero, en parte refugiado de guerra y en parte persona con especial sensibilidad hacia los problemas económicos que frenaban el progreso de Mallorca. Nació, según nos dice Joan March, en Ámsterdam en 1807 en el seno de una familia católica que tenía antepasados en Bilbao. Estudió en los jesuitas de Saint-Acheul, cerca de la ciudad francesa de Amiens. Se formó en artillería en el colegio de artillería de Ámsterdam, de donde salió con la graduación de lugarteniente, por lo que tuvo que participar activamente en la guerra en la que los belgas se levantaron contra los holandeses en 1831. Bouvy fue adquiriendo ideología liberal gracias a sus lecturas, y así sus simpatías se inclinaban por los revolucionarios belgas, de forma que después de seis meses de asedio a la ciudadela de Amberes se pasó al ejército enemigo, lo que le supuso perder sus lazos con su familia y su país. A partir de estos hechos decide continuar estudiando técnicas mineras, para acabar obteniendo el título de ingeniero de minas en 1835, que es el año que se traslada a Barcelona, desde donde pasa a Mallorca contratado por la Compañía Catalana de Industria y Navegación para dirigir unas minas de carbón en Binissalem. Al mismo tiempo, con su espíritu inquieto y emprendedor, decide explotar, por cuenta propia, una mina de hierro en Caimari y una fundición en sa Costera de Sóller, que le condujo a la ruina. A principios de 1836, narra Rosselló y Verger, intentó obtener la cátedra de matemáticas del nuevo instituto de enseñanza media, pero desgraciadamente su condición de extranjero le impidió alcanzar el cargo. Como desagravio, fue nombrado socio de mérito de la Sociedad de Amigos del País. En su condición de ciudadano del mundo que encuentra raíces en otras tierras, es en esta época cuando se casa con Francesca Mendivil. Los obstáculos en sus empresas no lo desaniman, porque ya sabemos que los empresarios se caracterizan por su capacidad de alcanzar riesgos con una visión de futuro siempre optimista. De forma que nuestro personaje se junta con el geólogo masón Paul Vernière, que más tarde será su cuñado y amigo inseparable, y con el capitán del ejercido Francesc Graells para explotar una nueva mina de lignito y una de cal también en Binissalem con la intención de abastecer a las industrias mallorquinas del momento. Todo eso comporta importantes riesgos económicos, ya que estas minas dejan de ser rentables en poco tiempo. Algo que no le ocurre al espíritu emprendedor. Y sigue insistiendo en su vocación minera, ahora en el Montseny, en Catalunya, para explotar una mina de pirita. Pero tampoco tiene suerte, y debe regresar a Mallorca en 1845 para emprender con Vernière la gran obra de desecación del Prat de Sant Jordi, que entonces era un gran foco de enfermedades terciarias. Su plan fue aprobado por la Administración central y culminado, ahora sí, con éxito en tan sólo dos años, en 1847, lo que le permitió convertirse en propietario de las zonas denominadas Cas Soldat y Cas Francès, donde implantaron cultivo de regadío. Pero para una persona como él, siempre inquieta y dispuesta a la aventura, este éxito no era suficiente, por lo que intentó lo mismo en la albufera de Alcúdia, que constituye una zona mucho más extensa y difícil. Así que en 1852 logró por una real orden «promesa de explotación». Aunque finalmente el permiso no fue concedido y tuvo que desistir del proyecto. La obra tuvo que esperar en 1862 para que el británico John Frederick Bateman iniciara el proyecto alternativo. Así, Bouvy se dedicó a explotar sus fincas de regadío, que le proporcionaban los recursos necesarios para poder participar en todo tipo de proyectos de innovación tecnológica. En 1857, con poco más de cincuenta años, encontramos a nuestro protagonista como socio de la compañía que quería poner en marcha una empresa de manufactura de hilados, y en 1859 como miembro de la sociedad de alumbrado de gas. Y eso que, como escribió Schumpeter, el espíritu empresarial debe vencer la incertidumbre de los datos y de los recursos utilizados, y mostrar resistencia psicológica y personal al cambio del entorno y de las pautas sociales. Obstáculos, todos ellos, que nunca detuvieron al ingeniero. Sus inquietudes eran también de orden intelectual, siempre en el campo científico y técnico. Cabe destacar sus publicaciones en el Boletín de la Société Geológico de France y en la Revista Minera y otras que muestran bien a las claras su manía. Como ingeniero destacan los proyectos, también modernizadores e impulsores de la economía palmesana y mallorquina, relacionados con el abastecimiento de agua a Ciudad, que tuvieron mucha influencia en la obra de Eusebi Estada en la década de 1860. Lo mismo que sucedió con los estudios para hacer llegar el tren a Alcúdia y Manacor, que también fueron aprovechados por Estada para la realización del proyecto definitivo. De hecho, sus trabajos ferroviarios fueron los primeros hechos en Mallorca. Este empuje modernizador lo volvemos a encontrar cuando presidiendo el Ateneo Balear impulsando el derribo de las murallas como medida higiénica, que, también y sobre todo, daría alas al capitalismo económico del momento. Bouvy murió de una pleuresía en Barcelona en 1868, donde le llevó su inagotable espíritu inquieto. Allí quería continuar con las explotaciones mineras del Montseny. 

  CONCLUSIÓN La importancia del personaje resulta de primera magnitud porque reúne una serie de características que le convierten en un referente moderno del progreso social y del crecimiento económico. Su ejemplo contribuye a destacar y potenciar los valores básicos en los que se fundamentan las sociedades abiertas, dinámicas y con ambición de un mejor futuro colectivo. Estos valores no son otros que el esfuerzo, la exigencia, la tolerancia, el respeto a los demás y la búsqueda de la excelencia a través del mérito y la honestidad del trabajo productivo. Esta breve exposición no pretende en absoluto ser un trabajo concluyente, sino tan sólo, como hemos señalado al principio de nuestra exposición, una reflexión sobre la importancia del personaje y de su obra, que justifica plenamente el desarrollo de un trabajo completo y ambicioso sobre hechos que, pensamos, todavía no están suficientemente estudiados. Asimismo, es probable que los hechos posteriores desarrollados en la albufera de Alcúdia muestren que la apertura manifestada en este caso no tuvo la suficiente continuidad en el tiempo y que se volvió hacia lo que se ha dado en llamar «la tiranía del statu quo». Aunque esto sea otra historia. Es cierto que muchos de los analistas del crecimiento consideran que se ha perdido el romanticismo del proceso innovador, puesto que, en la actualidad, éste está ligado a grupos de expertos especialistas que producen lo que les piden, con técnicas y métodos que permiten hacer previsiones de los resultados de sus trabajos e investigaciones. Efectivamente, el romanticismo decae porque hemos ganado capacidad de cálculo en muchos elementos que antes debían ser vislumbrados en un relámpago de intuición genial. Éste es el camino que nos muestra Bouvy en un tiempo y una isla que sabe prosperar con la savia injertada desde cualquier lugar del mundo. Y es que la importancia de la libre circulación de las ideas muestra que la innovación y el progreso no son un fenómeno aislado, sino que requieren la existencia previa de un terreno abonado. 

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