La importancia económica de Paul Bouvy (Palma 2017)
Palabras clave: Pla de Sant Jordi, desecación, progreso económico, innovación,
tecnología, Paul Bouvy.
Resumen: La comunicación intenta dar una perspectiva
nueva a la obra de Paul Bouvy. Pues este personaje se considera un introductor
de nuevas tecnologías de producción que, resultan bien recibidas en Mallorca por
la existencia de un marco institucional inclusivo capaz de sustituir lo viejo
para modernizar la economía y la sociedad. Haciendo un breve repaso a las
teorías económicas del crecimiento que le vinculan más a la apertura
institucional inclusiva que a la disposición de recursos naturales o capital
humano. Para concluir que los valores que hacen posible el aprovechamiento de la
obra de Bouvy son los mismos que conducen a Mallorca hacia una nueva forma de
organización económica caracterizada por un capitalismo genuino, aunque de
duración limitada. Narrando como la desecación del Prat de Sant Jordi constituía
un deseo muy antiguo que sólo conseguir plenamente mientras el Pla d'en Bouvy
formar parte del paisaje.
1.INTRODUCCIÓN Y OBJETIVOS Esta comunicación pretende, únicamente,
contribuir a una reflexión preliminar sobre la conveniencia de realizar un
trabajo, con profundidad, sobre la desecación del Prado de Sant Jordi de
Mallorca, ya que puede constituir un magnífico ejemplo de la aplicación de las
teorías económicas sobre el crecimiento y el desarrollo de las regiones y los
países. Y es que la innovación no sólo es un término técnico-científico, sino
también de la economía. El Pla de Sant Jordi es una gran extensión de tierra que
antiguamente comenzaba en el exterior de la de Palma amurallada por la parte de
poniente; linda con es Molinar, el Coll d'en Rebassa, Can Pastilla y s'Arenal
por la parte sur y por la carretera de Sineu por la parte norte. En medio del
Pla se encuentra el Prat de Sant Jordi, que tiene una extensión de más de 2.000
cuarteradas: un territorio de humedal que durante siglos fue foco de
enfermedades y problemas de todo tipo. Éste es el escenario de una de las
mayores transformaciones económicas experimentadas por la isla de Mallorca a lo
largo del siglo XIX.El escenario de una historia que ilustra algunas de las
teorías del crecimiento económico más aceptadas del momento.
2. LA IMPORTANCIA ECONÓMICA DEL CAMBIO TECNOLÓGICO
El progreso y la cohesión social están íntimamente ligados con el crecimiento
económico y la generación de riqueza. Estos últimos dependen, tal y como señaló
Ronald Coase en la década de 1930 y han indicado mucho más recientemente Oliver
Williamson, Daron Acemoglu y James A. Robinson, de la existencia de
instituciones inclusivas que permitan introducir innovaciones beneficiosas para
el conjunto de la sociedad. Lo que para la escuela de pensamiento llamada Nuevo
Institucionalismo resulta más importante para el desarrollo de un territorio que
la existencia de recursos naturales o que, incluso, una buena dotación de
capital social. A menudo se dice que California es líder en innovaciones y
tecnología, no por el hecho de ser la cuna de empresarios y emprendedores, sino
porque es el lugar al que acuden las personas que tienen un proyecto para
desarrollar. Los mismos Acemoglu y Robinson comienzan su libro “Por qué fracasan
los países” señalando como una población fronteriza entre México y Estados
Unidos, llamada Nogales, tiene un nivel de vida muy distinto en ambos lados de
la línea que separa a ambas naciones, de tal forma que una misma persona puede
producir más o menos según el lado donde se encuentre. Esta forma de enfocar la
cuestión del desarrollo pone mucho más énfasis en las «ideas» que en el «capital
humano», porque el capital humano produce ideas, pero éstas pueden alcanzar
–como nos ha dejado dicho el profesor Paul Romer con su teoría del conocimiento–
vida propia autónoma independiente de quien las concibió: nada más fácil que
copiar una idea una vez ha sido concebida. En este sentido, una idea puede ser
un método de fabricación, una marca, una fórmula, un dibujo, un procedimiento,
una técnica de gestión, un algoritmo o un diseño para la desecación, y/o un
molino de viento que permita aprovechar la abundante energía renovable de una
zona. La innovación no siempre debe ser espectacular, pero al ser una idea,
tiene una característica muy diferente de los recursos naturales o del propio
capital humano: las ideas no se agotan, sino al contrario, cuanto más se
utilizan más beneficios producen por la vía de la mejora y el perfeccionamiento.
Las ideas no surgen ni de instituciones públicas ni privadas de forma exclusiva,
sino que, a menudo, tienen su origen en la interacción y colaboración de los
agentes de ambos sectores. Desde esta perspectiva, el crecimiento económico
puede continuar mientras se pueda producir el nacimiento de nuevas ideas, y para
que esto llegue a suceder sólo hace falta que se dejen fluir los incentivos
económicos para sus creadores, con independencia de su nacionalidad u origen o
cualquier otra condición. Este razonamiento tan simple, sin embargo, no es tan
fácil que pueda llegar a darse en lugares en los que las sociedades están
regidas por fuertes tradiciones y equilibrios sociales preestablecidos, como a
menudo ha sido el caso de nuestro país y de nuestra comunidad. Sin embargo, por
una serie de circunstancias, Mallorca, a mediados del siglo XIX, se convierte,
durante un determinado período, en una tierra de oportunidades, con
instituciones que facilitan la introducción de innovaciones que permitirán un
fuerte crecimiento económico. Éste es el caso que se dio en el Prat de Sant
Jordi con la figura primordial del ingeniero holandés Paul Bouvy. Un período
caracterizado por la introducción de un espíritu innovador que permitió, aunque
por un tiempo, la destrucción creativa de la que habla el gran economista
austríaco Joseph Schumpeter. El gran pensador austríaco señala en su obra que la
creación de lo nuevo y la destrucción de lo viejo son dos caras de una misma
moneda. Define el proceso como el hecho de que la creación de nuevos productos
destruye otros ya existentes y desplaza a las empresas que los fabrican e,
incluso, desplaza modelos de negocio y otros muchos elementos sociales
relacionados con ellos.Así pues, son las innovaciones y los inventos los
elementos clave para el crecimiento económico. La sustitución se produce por
efecto de la competencia, que favorece al consumidor y la sociedad en general.
Es la responsable de la transformación continua propia del capitalismo, que en
ausencia de restricciones y barreras lleva en su seno el progreso y el cambio
productivo y social. Efectivamente, el capitalismo schumpeteriano es un proceso
de evolución, de forma que todos los problemas fundamentales arrancan de que es
un proceso de evolución y que esta evolución no consiste en los efectos de los
factores externos, ni siquiera en los efectos del crecimiento del capital, de la
población, etc., sino en una especie de mutación económica. De modo que las
innovaciones no suceden de forma lineal, sino más bien a oleadas. Unas empujan a
otras. Así aparecen como recursos económicos elementos que previamente no lo
eran. Tal como señala el ejemplo compartido del petróleo, según el cual fue la
reducción de las capturas de ballenas lo que hizo que algunos comerciantes
espabilados se fijaran en un elemento asqueroso y maloliente que, hasta ese
momento, era considerado como una desgracia por los propietarios de las tierras
donde los había. De igual forma, y de acuerdo con Schumpeter, el proceso
transformador también contiene un importante elemento democratizador desde el
momento en que hace más accesibles y mejores los productos conseguidos con los
nuevos procedimientos, porque según este autor el bienestar se esparce como el
aceite en todos los estamentos sociales.
3. LA DESECACIÓN DEL PRADO DE SANT JORDI Y SU IMPORTANCIA ECONÓMICA
Los campos anegados recibieron el nombre de Ramora o también Forenna, aunque
muchos lo llamaban Catinos (según el Liber Maiolichinus, de 1115); también,
algunos afirman que, en épocas más antiguas, la zona era un golfo abierto al mar
en el que se podía navegar. Siempre han sido descritos como un lugar de aguas
estancadas, que procuraban una vida malsana a sus habitantes, que sufrían
enfermedades como el paludismo o la malaria. El sitio siempre fue considerado
una zona improductiva o, incluso, de productividad negativa. Así, no es de
extrañar que la idea de desecar el “Prat de Sant Jordi” fuera concebida de forma
muy temprana. Efectivamente, en 1321 el rey Sancho I se interesa por un proyecto
que debían impulsar los Jurados (según relata el cronista de Palma Bartomeu
Bestard en un artículo publicado en el Diario de Mallorca el 11 de marzo de
2011). Más adelante, en el siglo XVI, el historiador Binimelis relata los
problemas derivados de respirar los aires insalubres. Así pues, la idea de la
desecación sigue existiendo como algo casi imposible durante mucho tiempo.
Incluso a finales del siglo XVIII todavía se considera la zona como un grave
perjuicio para la salud de una parte considerable de la población tanto fuera
como dentro de las murallas. Es hacia el cambio de siglo cuando la Ilustración
llega a Mallorca y se vuelven a retomar las iniciativas para mejorar ese
insalubre distrito de Palma. Un grupo de propietarios y diputados del Comú,
encabezados por el marqués de Campofranco, impulsaron, primero como iniciativa
privada y después involucrando al Ayuntamiento, un proyecto de desecación con la
intención de producir trigo, al tiempo que se mejoraron las condiciones de buena
parte de la población. Sin embargo, el proyecto no pudo salir adelante por las
muchas dificultades con las que tropezó. Sin embargo, y dado que las condiciones
de vida empeoraron cada vez que se producía una situación meteorológica adversa,
los intentos de desecar continuaron de diferentes formas durante las primeras
décadas del siglo XIX, que es cuando se construyó el canal del Siquió. Pero, aun
así, los esfuerzos resultan insuficientes. Es durante estos años que la Sociedad
de Amigos del País otorgó a los diferentes propietarios una excepción de los
diezmos por cinco años a partir de 1819, y un coronel de linaje Rodríguez
redacta un memorando de cariz propagandístico sobre las ventajas de la
desecación en tres partes: una primera dedicada a los beneficios para la salud,
una segunda orientada a analizar las mejoras económicas que se pueden conseguir
y, por último, otra sobre las nuevas posibilidades agrícolas. En cualquier caso,
cabe esperar que el ingeniero Paul Bouvy, al trasladarse a Mallorca por otros
motivos, aporte conocimientos y experiencia en la desecación de humedales
holandeses cercanos al mar y, muchas veces, a un nivel inferior, para que se
puedan tener los resultados tan deseados. Bouvy se comprometió con las familias
de Rocabertí, Conrado, Bennàsser y Gual, propietarios de los predios de Son San
Juan, Son Oliver, Son Mir y Son Axeló, a desecar la zona a partir de la
construcción de una red de pequeños canales y acequias que debían conectar con
la acequia mayor para evacuar el agua a la mar. Aquellas obras supusieron un
impulso definitivo para conseguir el objetivo deseado. Sin embargo, todavía
falta un elemento muy relevante: el molino hidráulico, impulsado por la energía
del viento para sacar agua del subsuelo, elemento que el ingeniero adaptó a la
zona. Es cierto que queda mucho por estudiar sobre los incrementos de
productividad derivados de la utilización de los molinos hidráulicos, a pesar de
que, desde la década de los años treinta del siglo pasado, Bloch inicia una
nueva investigación, que, en cualquier caso, permanece todavía incompleta. Todo
esto permitió convertir la zona húmeda en una zona de cultivo, y en buena medida
de cultivo de regadío de alto valor añadido. Lo que, poco a poco, transforma
toda la economía de la zona y por extensión la de Palma. Bertomeu Bestard narra
que cuando el archiduque Luis Salvador de Austria visitó la zona, en 1880, el
Prat se había convertido en un vergel lleno de molinos a pleno rendimiento. Y es
que con el tiempo aquellos molinos impulsaron la economía de toda la comarca y,
en buena medida, de Mallorca. Desde entonces la producción agraria, de alto
valor añadido, se centró en aquellas comarcas, debido a que se habían convertido
en las de mayor calidad productiva de toda la isla. Se pudieron producir
cultivos hortícolas y arbóreos como el olivo, la higuera, frutales como manzanas
y peras, e incluso la viña, superada la etapa anterior, caracterizada únicamente
por el cultivo de forraje. La ola schumpeteriana tuvo consecuencias derivadas,
como la atracción de emigrantes desde pueblos del interior y la expansión de
otras actividades, como una ganadería mucho más moderna, con la crianza de razas
holandesas y frisonas, o, incluso, la implantación de una incipiente industria
agroalimentaria así como de otras ramas productivas. Incluso, en ocasiones,
dedicada a la exportación al resto de España y el extranjero. De esta forma, la
producción láctea, quesera y cárnica, que tradicionalmente había sido de tipo
doméstico o para la venta directa a los consumidores, después de la
transformación se convirtió en una industria relevante. Sin lugar a dudas, el
producto más emblemático del nuevo Sant Jordi fue la pimienta de tapón de
cortín, que era, como indica Llorenç Carrió, una pimienta muy pedida en Mallorca
por su utilización en la industria charcutera. No tenemos datos precisos sobre
la expansión económica que se derivó de la obra de Bouvy, pero podemos pensar
que se convirtió en una magnitud muy considerable, teniendo en cuenta que el
sector primario era el más importante de Mallorca, y que a partir de ahí se
experimenta un importante crecimiento demográfico centrado en la ciudad de
Palma, que en aquellos tiempos representaba una cuarta parte del total. El
ingeniero holandés, como en el ejemplo compartido del petróleo, logró obtener un
recurso natural de primer nivel, tierras valiosas de cultivo, del que antes sólo
era una zona desgraciada para sus habitantes: una prueba palpable de que son las
ideas el principal recurso económico de cualquier país. Todo esto fue posible
debido a que una idea desarrollada en otro lugar de Europa pudo llegar a nuestra
isla, arraigar con fuerza y tomar vida propia. Así, aquí, los diseños de los
molinos experimentaron múltiples mejoras y adaptaciones desarrolladas por gente
del país o extranjeros, e incluso se pudieron exportar a otros lugares del
planeta. La nueva producción agrícola, ganadera e industrial palmesana fue más
eficiente que la de otros lugares de Mallorca, por lo que es fácil suponer que
implicó un arrinconamiento de las técnicas de producción más primitivas, lo que
ahora obligaba a elegir entre “el cambio” o “la desaparición”. Sin las
aportaciones de nuestro personaje, una parte importante de la historia económica
de Mallorca habría sido distinta. Algo que también habría ocurrido si los
molinos hidráulicos hubieran sido sometidos a una patente oa cualquier otro tipo
de restricción para su reproducción y mejora. O si las ideas desarrolladas en un
sitio concreto no hubieran podido trasladarse por la existencia de fronteras
efectivas o restricciones a la libre circulación de personas. Por todo ello, no
puede extrañar que otras islas del Mediterráneo menos abiertas, o más cerradas
en sí mismas que la nuestra, por contar con sociedades más reacia al cambio,
permanecieran estancadas durante mucho más tiempo. De hecho, el premio Nobel
Theodore Schultz indicaba en 1964 que una economía en proceso de cambio y
crecimiento se encuentra, normalmente, lejos del margen de eficiencia óptima,
mientras que las economías estáticas y subdesarrolladas son las que están en
mayor equilibrio. Un equilibrio fundamentado en un statu quo que impide la
mejora.
4. EL ESPÍRITU EMPRESARIAL DE PAUL BOUVY Y SU OBRA
El ingeniero holandés, junto con las personas que le encargan su trabajo, es un
ejemplo de libro para ver cómo el principal activo con el que puede contar una
comunidad es su espíritu emprendedor, ser capaces de observar las pautas
sociales para detectar nuevas demandas y oportunidades, arriesgando con la
movilización de recursos para aprovecharlas. Su testimonio muestra, bien a las
claras, cómo el espíritu emprendedor es un valor personal, pero también, y sobre
todo, colectivo, que como muchos otros puede verse favorecido por el conjunto de
la ciudadanía. Y supone, entre otras cosas, la virtud del pensamiento autónomo y
libre, que permite la independencia personal. Transformar no es tarea fácil, por
lo que un hecho como el llevado a cabo por Bouvy y los diferentes propietarios
de la zona tiene una relevancia especial en la historia económica de nuestra
comunidad. Y en este sentido es importante hacer una referencia biográfica de
nuestro protagonista, ya que con él se da la condición de extranjero, en parte
refugiado de guerra y en parte persona con especial sensibilidad hacia los
problemas económicos que frenaban el progreso de Mallorca. Nació, según nos dice
Joan March, en Ámsterdam en 1807 en el seno de una familia católica que tenía
antepasados en Bilbao. Estudió en los jesuitas de Saint-Acheul, cerca de la
ciudad francesa de Amiens. Se formó en artillería en el colegio de artillería de
Ámsterdam, de donde salió con la graduación de lugarteniente, por lo que tuvo
que participar activamente en la guerra en la que los belgas se levantaron
contra los holandeses en 1831. Bouvy fue adquiriendo ideología liberal gracias a
sus lecturas, y así sus simpatías se inclinaban por los revolucionarios belgas,
de forma que después de seis meses de asedio a la ciudadela de Amberes se pasó
al ejército enemigo, lo que le supuso perder sus lazos con su familia y su país.
A partir de estos hechos decide continuar estudiando técnicas mineras, para
acabar obteniendo el título de ingeniero de minas en 1835, que es el año que se
traslada a Barcelona, desde donde pasa a Mallorca contratado por la Compañía
Catalana de Industria y Navegación para dirigir unas minas de carbón en
Binissalem. Al mismo tiempo, con su espíritu inquieto y emprendedor, decide
explotar, por cuenta propia, una mina de hierro en Caimari y una fundición en sa
Costera de Sóller, que le condujo a la ruina. A principios de 1836, narra
Rosselló y Verger, intentó obtener la cátedra de matemáticas del nuevo instituto
de enseñanza media, pero desgraciadamente su condición de extranjero le impidió
alcanzar el cargo. Como desagravio, fue nombrado socio de mérito de la Sociedad
de Amigos del País. En su condición de ciudadano del mundo que encuentra raíces
en otras tierras, es en esta época cuando se casa con Francesca Mendivil. Los
obstáculos en sus empresas no lo desaniman, porque ya sabemos que los
empresarios se caracterizan por su capacidad de alcanzar riesgos con una visión
de futuro siempre optimista. De forma que nuestro personaje se junta con el
geólogo masón Paul Vernière, que más tarde será su cuñado y amigo inseparable, y
con el capitán del ejercido Francesc Graells para explotar una nueva mina de
lignito y una de cal también en Binissalem con la intención de abastecer a las
industrias mallorquinas del momento. Todo eso comporta importantes riesgos
económicos, ya que estas minas dejan de ser rentables en poco tiempo. Algo que
no le ocurre al espíritu emprendedor. Y sigue insistiendo en su vocación minera,
ahora en el Montseny, en Catalunya, para explotar una mina de pirita. Pero
tampoco tiene suerte, y debe regresar a Mallorca en 1845 para emprender con
Vernière la gran obra de desecación del Prat de Sant Jordi, que entonces era un
gran foco de enfermedades terciarias. Su plan fue aprobado por la Administración
central y culminado, ahora sí, con éxito en tan sólo dos años, en 1847, lo que
le permitió convertirse en propietario de las zonas denominadas Cas Soldat y Cas
Francès, donde implantaron cultivo de regadío. Pero para una persona como él,
siempre inquieta y dispuesta a la aventura, este éxito no era suficiente, por lo
que intentó lo mismo en la albufera de Alcúdia, que constituye una zona mucho
más extensa y difícil. Así que en 1852 logró por una real orden «promesa de
explotación». Aunque finalmente el permiso no fue concedido y tuvo que desistir
del proyecto. La obra tuvo que esperar en 1862 para que el británico John
Frederick Bateman iniciara el proyecto alternativo. Así, Bouvy se dedicó a
explotar sus fincas de regadío, que le proporcionaban los recursos necesarios
para poder participar en todo tipo de proyectos de innovación tecnológica. En
1857, con poco más de cincuenta años, encontramos a nuestro protagonista como
socio de la compañía que quería poner en marcha una empresa de manufactura de
hilados, y en 1859 como miembro de la sociedad de alumbrado de gas. Y eso que,
como escribió Schumpeter, el espíritu empresarial debe vencer la incertidumbre
de los datos y de los recursos utilizados, y mostrar resistencia psicológica y
personal al cambio del entorno y de las pautas sociales. Obstáculos, todos
ellos, que nunca detuvieron al ingeniero. Sus inquietudes eran también de orden
intelectual, siempre en el campo científico y técnico. Cabe destacar sus
publicaciones en el Boletín de la Société Geológico de France y en la Revista
Minera y otras que muestran bien a las claras su manía. Como ingeniero destacan
los proyectos, también modernizadores e impulsores de la economía palmesana y
mallorquina, relacionados con el abastecimiento de agua a Ciudad, que tuvieron
mucha influencia en la obra de Eusebi Estada en la década de 1860. Lo mismo que
sucedió con los estudios para hacer llegar el tren a Alcúdia y Manacor, que
también fueron aprovechados por Estada para la realización del proyecto
definitivo. De hecho, sus trabajos ferroviarios fueron los primeros hechos en
Mallorca. Este empuje modernizador lo volvemos a encontrar cuando presidiendo el
Ateneo Balear impulsando el derribo de las murallas como medida higiénica, que,
también y sobre todo, daría alas al capitalismo económico del momento. Bouvy
murió de una pleuresía en Barcelona en 1868, donde le llevó su inagotable
espíritu inquieto. Allí quería continuar con las explotaciones mineras del
Montseny.
CONCLUSIÓN
La importancia del personaje resulta de primera magnitud porque reúne una serie
de características que le convierten en un referente moderno del progreso social
y del crecimiento económico. Su ejemplo contribuye a destacar y potenciar los
valores básicos en los que se fundamentan las sociedades abiertas, dinámicas y
con ambición de un mejor futuro colectivo. Estos valores no son otros que el
esfuerzo, la exigencia, la tolerancia, el respeto a los demás y la búsqueda de
la excelencia a través del mérito y la honestidad del trabajo productivo. Esta
breve exposición no pretende en absoluto ser un trabajo concluyente, sino tan
sólo, como hemos señalado al principio de nuestra exposición, una reflexión
sobre la importancia del personaje y de su obra, que justifica plenamente el
desarrollo de un trabajo completo y ambicioso sobre hechos que, pensamos,
todavía no están suficientemente estudiados. Asimismo, es probable que los
hechos posteriores desarrollados en la albufera de Alcúdia muestren que la
apertura manifestada en este caso no tuvo la suficiente continuidad en el tiempo
y que se volvió hacia lo que se ha dado en llamar «la tiranía del statu quo».
Aunque esto sea otra historia. Es cierto que muchos de los analistas del
crecimiento consideran que se ha perdido el romanticismo del proceso innovador,
puesto que, en la actualidad, éste está ligado a grupos de expertos
especialistas que producen lo que les piden, con técnicas y métodos que permiten
hacer previsiones de los resultados de sus trabajos e investigaciones.
Efectivamente, el romanticismo decae porque hemos ganado capacidad de cálculo en
muchos elementos que antes debían ser vislumbrados en un relámpago de intuición
genial. Éste es el camino que nos muestra Bouvy en un tiempo y una isla que sabe
prosperar con la savia injertada desde cualquier lugar del mundo. Y es que la
importancia de la libre circulación de las ideas muestra que la innovación y el
progreso no son un fenómeno aislado, sino que requieren la existencia previa de
un terreno abonado.
Bibliografia
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